Si no se produce un nuevo giro en el guion de ahora al 26 de mayo, fecha límite para la investidura del nuevo president de la Generalitat antes de la convocatoria de nuevas elecciones, ERC y Junts per Catalunya -y lo subrayo, ERC y Junts per Catalunya- pondrán punto y final al ciclo del procés independentista tal y como lo hemos conocido hasta ahora.

Punto y final compartido, porque, más allá de que esas fueran o no las verdaderas intenciones iniciales de ERC, de Junts, o de ambas fuerzas, no habrá gobierno independentista en Catalunya, a diferencia de los que se han sucedido desde las elecciones del 2015, e, incluso, del 2012, puesto que aquel gobierno -el segundo presidido por Artur Mas- tenía el apoyo de ERC desde la oposición para impulsar el procés independentista. Habrá -en el mejor de los casos- gobierno de izquierdas, ya veremos si con ERC en solitario o no, presidido por un independentista (Pere Aragonès) pero con una hoja de ruta política -pactada con la CUP y los comunes- en la que la independencia quedará claramente relegada como objetivo teórico y práctico. Si eso no fuera así, y si el veneno de la represión no hubiera hecho tanto efecto, el gobierno ERC-Junts estaría ya reuniéndose en la Sala Tàpies del Palau.  

La independencia como objetivo ha quedado en el aire desde el momento que ERC, en privado y en público, ha renunciado a explicitar cómo se concreta ese nuevo “embate” al  Estado, si la mesa de diálogo con el gobierno Sánchez que en dos años se ha reunido una sola vez, fracasa. O desemboca, a lo sumo, en una nueva promesa de autonomía efectiva así que pasen 10 o 20 años en paralelo a los indultos a los presos políticos. El PSOE jamás aceptará ni la amnistía ni la autodeterminación. Y ya veremos si la constitución de un Govern sin Junts, o sea, sin presencia del puigdemontismo, facilita esos indultos, después de la debacle del PSOE en Madrid, como cree ERC.

Una parte de Junts ve en el movimiento de ERC la jugada final para constituir un tripartito de izquierdas por la puerta de atrás con Junts como pagafantas

Y punto y final compartido, digo, porque para que ese gobierno de punto y final al procés presidido por ERC prospere, tal y como está planteado ahora el juego, Junts deberá prestar por lo menos 4 de sus votos para que Aragonès sea investido, suponiendo que a los de ERC (33) y los de la CUP ya comprometidos (9), sume los 8 de En Comú Podem. Con 4 más de los 32 de Junts, Aragonès reuniría 54, uno más a favor que los 53 en contra previstos (PSC, Vox, Cs y PP) para ser investido en segunda votación. Pero, ¿realmente Junts está dispuesta a ser la mano ejecutora en ese crimen perfecto, el asesinato del procés por parte de sus impulsores?  Por eso no sorprende que, tras la decisión de ERC de romper las negociaciones para el gobierno de coalición con Junts, la oposición entre los de Puigdemont a ceder esos 4 votos, ofrecidos por Jordi Sànchez, ha crecido.

Una parte del puigdemontismo ve en el movimiento de ERC la última jugada para constituir un tripartito de izquierdas por la puerta de atrás con Junts como pagafantas. Es decir, con Junts como cooperador forzoso en pago a los servicios prestados por los republicanos al “espacio convergente” durante el procés -apoyo a Mas el 2012, a Puigdemont el 2016, a Torra el 2018 y a Borràs este 2021- y los 40 años largos transcurridos desde 1980, cuando Jordi Pujol fue investido presidente por primera vez. Y descontados, claro, los tripartitos con Maragall y Montilla (2003-2010), cuando, mucho antes que la CUP, ERC ya intentó en dos ocasiones enviar a Mas a la papelera de la historia aunque solo se quedó en la oposición. Lugar donde hace mucho frío pero en el cual, mientras haya vida, y electores huérfanos, como esos cerca de 700.000 votantes de Junts o ERC que se quedaron en casa en las elecciones del 14-F, hay esperanza.

Si las bases de Junts deciden negar esos 4 votos a Aragonès, no descarten que Illa aún le dé una oportunidad

Pero no se vayan todavía. Si las bases de Junts -que serán consultadas- deciden negar esos 4 votos a Aragonès, no descarten que Illa aún le dé una oportunidad. Algunas plumas influyentes del establishment mediático catalán hace semanas que piden ese gesto al candidato socialista. Para esas gentes, el punto y final del procés tal y como lo hemos conocido bien merecería ese sacrificio del candidato socialista, a la postre, el que más votos y diputados obtuvo. Y hay quienes ven una oportunidad para romper la política de bloques -independentista y unionista-, volver a la ambigüedad autonómica bien entendida, y, sobre todo, apartar a Puigdemont del centro del tablero, una vez creen haber desactivado ya a Junqueras. Al final, lo que está en juego es si ERC prefiere quedar a merced de Sánchez, con Illa como administrador de la estabilidad parlamentaria de un gobierno sin Junts, o pactar con Puigdemont, en posición de copiloto, un nuevo trayecto para el procés.