Dice Alessandro Baricco que la pandemia no ha sido un castigo llovido del cielo sino algo que, de alguna manera, buscábamos y que incluso hemos generado instintivamente: necesitábamos forzar un colapso, una crisis para saltar de fase ante todo lo que no funcionaba. Coincido en lo esencial. El problema es si ese gran reset que al parecer hemos provocado a partir de la experiencia coronavírica va a servir para enderezar algo de todo lo mucho por enderezar.

Aquí, se supone que pasaremos de la pandemia a las urnas del 14 de febrero con el permiso de la tercera ola, que, al parecer, no se ha esperado ni siquiera a los turrones. Sanitarios y expertos lo advierten más allá de la dictadura infoxicante de los fríos datos: las UCI rozan de nuevo el límite de su capacidad. Hay personas que han contraído la covid-19 y están trenta o cuarenta días ingresadas en curas intensivas. Pero, por lo visto, hemos decidido también colectivamente compartir la Navidad con el virus: todos a la calle. Extraña mascota para estas fiestas. Mortal.

No creo, sinceramente, que las anunciadas elecciones al Parlament -este lunes las convocará formalmente el vicepresidente con funciones de presidente, Pere Aragonès- importen demasiado, por no decir casi nada a la mayoría de la gente. Importan, y preocupan sobremanera, eso sí, a los estados mayores de los partidos, a los candidatos. Si ERC, que es favorita, no gana el 14-F, los de Junqueras no levantarán cabeza durante siglos. Si, por el contrario, Junts consigue el sorpasso, se habrá obligado sí o sí a materializar la independencia. Si el uno lo tiene más difícil de lo que parece, el otro aún más. 

Si ERC, que es favorita, no gana el 14-F, los de Junqueras no levantarán cabeza durante siglos

Si las elecciones no se suspenden, una parte de la ciudadanía catalana -la que ha votado o piensa votar de nuevo o por vez primera a partidos independentistas- deberá dirimir ese dilema: o aplazar el pleito sine die, como propone ERC, o reemprender el camino allí donde se quedó en algún momento del otoño del 2017, reactivando la declaración de independencia, como quiere Junts. Aunque, si los partidos independentistas ponen el contador a cero por un momento, desde luego que puede haber un mientras tanto en el que no se deje de caminar pero los pasos hacia el objetivo que dicen compartir sean firmes.

La apuesta de ERC es clara: toca esperar y muscularse en la gobernación del día a día. La adición insistente del adverbio “reiteradamente”, en los discursos de sus candidatos, ante la eventualidad de que el independentismo supere ya el 50% de los votos va en esa dirección. No será suficiente con hacerlo una vez. Pero, ¿cuántas harán falta?. El final del camino se pierde en la bruma. Desde Junts, en cambio, se apuesta por acercarse a esa meta de la única manera posible: avanzando; el camino, como dijo el poeta, se hace andando. Aunque el "desbordamiento democrático" que pide Puigdemont tampoco se producirá pasado mañana.

El desbordamiento democrático que pide Puigdemont tampoco se producirá pasado mañana

El boicot de ERC a la asamblea fundacional de representantes del Consell de la República este sábado, lo que solo ha contribuído a dar a Puigdemont el protagonismo preelectoral que los republicanos han querido negarle, es la enésima demostración de la guerra sin cuartel entre los dos principales actores del procés. Los nervios están a flor de piel. Y hay  motivo. Porque las elecciones no se deciden en ningún despacho, sino en las urnas.

El plante de los republicanos ha venido precedido por la última encuesta del CEO. ERC gana, pero retrocede, o no avanza, y Junts se le acerca. El ensayo de ninguneo de ERC a Junts de los últimos meses, concretado en el intento de tratar a los de Puigdemont como tercera fuerza tras el PSC,  se ha mostrado poco productivo. Junts vuelve a ser segundo en las encuestas y el PSC de Iceta, pese a mejorar, es tercero. Creo que esta vez será la última, Miquel.

En el campo unionista, el legado de Arrimadas -vía segura de crecimiento para los socialistas- va a estar muy disputado: el PP y Vox también reclaman su parte del pastel. Y en el de la izquierda real, la CUP y los comunes, la apuesta más progre que indepe de los cupaires con Dolors Sabater como candidata puede restar votos a los comunes de Jéssica Albiach y taponar las fugas de electores hacia la ERC-pal de paller del frente amplio con que sueñan Gabriel Rufián y Joan Tardà. De repente, todas las fronteras electorales de los republicanos desde la izquierda antisistema al centroderecha independentista parecen cerrarse a los eventuales trasvases de voto.

En la burbuja político-mediática, como decía, los nervios están a flor de piel. No me digan que no es apasionante.

Vayamos con cuidado por Navidad. El octavo pasajero acostumbra a autoinvitarse en las fechas más señaladas. Y el 2020 aún no se ha ido del todo.