Al debate sobre el fin del procés se suma ahora la discusión sobre si es o no posible un retorno al tripartito o, cuando menos, al espíritu de la sociovergencia de la que aquel quiso ser una versión de izquierdas, maragallista sin dejar de ser pujolista. La imagen del pacto de los presupuestos firmado por el presidente Pere Aragonès y el jefe de la oposición, Salvador Illa, entre la ERC que, en el momento decisivo, más empujó el gobierno de Carles Puigdemont hacia la tierra incógnita de la declaración de independencia, y el PSC que se alineó con los del 155, es sin duda poderosa e invita a dar forma al nuevo paradigma. Una vez la represión y las renuncias han alejado el fantasma de una nueva DUI —aunque ERC la contemple retóricamente en sus documentos congresuales como última opción—, y garantizada la estabilidad del Govern sí o sí por la vía presupuestaria —Aragonès tiene ahora el salvoconducto para plantearse llegar al final de la legislatura—, todo hace pensar que Catalunya podría volver a ser aquel mundo ordenado y previsible que existía antes del procés. Como si estuviéramos en una especie de reedición nostrada del final de la guerra fría, la ruptura de 10 años de política de bloques que comporta el pacto, el hecho de que se haya alcanzado con fórceps y aceptado y escenificado de mala gana por sus firmantes, invita a pensar que, por más que tanto ERC como el PSC nieguen la mayor, es posible que el proclamado no-pacto de legislatura de los presupuestos lleve a acabarla y que el no-tripartito se convierta en el gobierno de facto del país.

La inmensa mayoría de los medios de comunicación han recibido el acuerdo presupuestario como la culminación de la operación "reencuentro" de Pedro Sánchez. "Los medios nos han comprado absolutamente todo el relato", no se privaba de proclamar, eufórico, un miembro de la ejecutiva del PSC ante un Illa siempre contenido. "Referèndum no tendrá ERC, pero sí que tendrá B-40, Hard Rock y ampliación del aeropuerto," se vanagloriaba en Twitter el diputado socialista al Congreso y antiguo secretario de organización, José Zaragoza. Ciertamente, la legendaria maquinaria de agitación y propaganda socialista parece haber resucitado como el ave fénix después de una década de procés y penitencia electoral. La B-40 es un compromiso que el candidato de ERC a la alcaldía de Sabadell sostiene que impedirá llevar a cabo si gana, el proyecto del Hard Rock ha mutado durante décadas y la ampliación del aeropuerto es un estudio sobre cómo modernizarlo. Pero no es menos cierto que Illa ha impuesto su relato de presupuesto a Aragonès y, sobre todo, que este lo ha comprado, transmutando lo que es una condición sine qua non para poder mantener la presidencia hasta el 2025 en un "acuerdo de país". Otra figura retórica que supera por elevación la precariedad de la posición del Gobierno de ERC en el Parlament -33 de 135 diputados- y que liga bien con el enunciado de la "Catalunya entera" de extraño regusto unionista que utiliza al president pero que permite vestir al santo en la mejor tradición de "qui pressupost aprova, legislatura empeny". Y se argumentará que no se trata en ningún caso de un nuevo tripartito porque el president es ahora de ERC, no del PSC, pero Aragonès lo tendrá difícil para demostrar que no es Illa quién está en el volante, aunque parezca lo contrario.

La mitad independentista está fuera de un acuerdo presupuestario que desactiva al independentismo en la gobernación del día a día cuando más mayoría tiene en el Parlament

La suma PSC-ERC-comunes dará 74 votos en el Parlament a los presupuestos cuando se aprueben definitivamente. Es el mismo número de diputados que la suma ERC-Junts-CUP y uno más que la combinación ERC-Junts-comuns que permitió aprobar las anteriores cuentas, las del entonces conseller Jaume Giró. Además, en porcentaje de votos, la mayoría tripartita roza también el 52% de la mayoría indepe. Los números cuadran. La matemática parlamentaria puede hacer la magia que convenga. Así es la política. Sin embargo, ¿hasta qué punto el acuerdo de los presupuestos relegitima realmente el gobierno de Aragonès a pesar del éxito indudable de sacarlos adelante? ¿Y ante quién lo relegitima? También aprobó los anteriores con un amplio acuerdo ERC-Junts-comuns que no impidió que el anterior Ejecutivo saltara por los aires con la marcha de los juntaires. Sin duda, unos presupuestos permiten que la administración funcione. Normalizan. Pero con respecto al conflicto político con el Estado, es evidente que hemos pasado de la legislatura —frustrada— del 52% independentista a la legislatura del 52% del gran frenazo, arranque de caballo y parada de burro. No es lo mismo ERC al frente de la mitad independentista en el Govern y en el Parlament que ERC al frente, formalmente, de la mitad no independentista de izquierdas. La mitad independentista está fuera de un acuerdo presupuestario que desactiva al independentismo en la gobernación del día a día cuando más mayoría tiene en el Parlament. No es Illa quien tiene el problema dado que ni él ni el PSC se han movido de dónde estaban. ERC sí que se ha movido y ahí aparecen todas las incógnitas y los relatos de hoy sobre un retorno a la Catalunya pre procés gestionada por un presidente independentista desactivado y bajo tutela del jefe de la oposición socialista pueden convertirse mañana en papel mojado. En todo caso, dependerá, una vez más, de cuánta independencia está dispuesta a asumir el independentismo civil y los partidos que se reclaman como tales, incluida ERC y, claro está, Junts, la CUP, y los que puedan venir.