Presupuestos, reforma del Código Penal por la supresión de la sedición, impuestos a la banca y las energéticas. El superjueves que Pedro Sánchez va a disputarse con la oposición del PP y Junts per Catalunya (básicamente), y el nivel de  marcaje que le depare su socio de ERC, va a orientar el final de la legislatura española y, muy probablemente, el tiempo medio de la legislatura catalana. Si Sánchez se la juega (menos) con el voto de ERC a los presupuestos que le permitirán agotar el mandato -elecciones a finales del 2023-, Aragonès se la juega (bastante) al quedar en manos del PSC de Salvador Illa para sacar adelante los suyos.

Sánchez se la juega menos con el voto de ERC y aliados de investidura (PNV, Bildu, PDeCAT) porque le queda un año de legislatura con un colchón parlamentario bien armado por mucho que sus decisiones al límite y las controversias sobrevenidas con sus socios de Podemos (el escándalo de la aplicación de la ley del sí es sí) amenacen con lo peor. Los resultados de la encuesta del CIS avalan esa estrategia. En cambio, la opción forzosa de Aragonès por el PSC -a menos que opte al final por prorrogar las cuentas- le daría oxígeno para un año en un Parlament que todo hace prever que continuarà siendo un Vietnam para la minoría absoluta de gobierno que tiene ERC pero pondría su futuro en manos de los socialistas catalanes. A Illa, ello le servirá para reforzar la marca PSC como garantía de estabilidad en los segmentos más templados del electorado; a Aragonès, le llevará a las municipales y legislativas al frente de una especie de tripartito entre tácito y explícito, con socialistas y comunes, de alto riesgo. Por eso, los republicanos han marcado y marcan todas las distancias posibles con los socialistas (eso sí, cada vez menos). 

Geometría variable? Más bien, lo que viene es un tripartito entre tácito y explícito con ERC formalmente al frente pero sometido a una especie de Illadependencia, como le pasaba al Barça con Messi pero con muy mal rollo. Con Junts (auto)expulsada a las tinieblas exteriores de la oposición sin que ERC moviera un dedo por evitarlo, más bien todo lo contrario, los pactos multibanda con que Aragonès espera transitar la legislatura pueden quedar reducidos a un tripartito más o menos operativo (en función de lo que le interese a Illa) y al siempre incierto entendimiento con la CUP. Por primera vez desde la Generalitat republicana (la de 1931-1939) ERC preside el Govern y ocupa todas las conselleries, esto es todo el poder autonómico (formalmente) existente pero Junts, aunque su electorado parezca sufrir de amnesia en el recuerdo de voto en la última encuesta del CEO, ahí sigue. Es posible que ERC pensara que con un empujoncito para que Junts saliera del Govern las tensiones -más que evidentes- entre radicales y posibilistas, por decirlo a la manera clásica, entre los de Borràs y los de Turull-Giró, llevarían el partido de Carles Puigdemont a la implosión más pronto que tarde. Lo siguiente sería un goteo de incorporaciones de pragmáticos de Junts a ERC, de gestores “convergentes” que no abundan precisamente en los despachos de la administración republicana. Pero eso de momento no ha sucedido aunque la partida aún no ha acabado y en política nada se puede descartar.

Junts deambula como pollo de tres cabezas, ciertamente, pero Turull es un corredor de fondo y el cuerpo aguanta. Por ahora, los de Junts siguen juntos aunque peleados, y el relato lo están ganando los que apostaban por salir del Govern para poner a ERC a los pies de los caballos del PSC. Dicho de otra manera, no es seguro que a medio plazo, el horizonte de un eventual apartamiento de Borràs por sus problemas con la justicia suponga reflotar las tesis de los posibilistas. De momento, los mensajes que llegan desde Junts es que si de ellos dependiera, Aragonès -y subrayo, Aragonès-, a quien identifican como el responsable de la ruptura final del independentismo, no volverá a ser president. En todo caso, sin el concurso de Junts, ERC no tendrá la presidencia a menos que su candidato quede por delante de Illa. Es una posibilidad muy remota. Para hacer el sorpaso al PSC, los de Junqueras y Aragonès, aunque tienen una base cada vez más notable de voto no independentista, deberían pescar a la vez en los caladeros electorales socialistas y de los comunes y no perder voto independentista propio, dado que no atraen voto de Junts de manera significativa.

Pese a todo, Junts sigue siendo el socio que ERC puede necesitar dentro de no mucho tiempo si quiere conservar el poder

En ese estrecho margen de crecimiento electoral, para los republicanos, todo lo que no sea llevar a Junts a la máxima debilidad, cuando no a la autodestrucción y la irrelevancia, es arriesgarse a perderlo todo. O que, lo quieran o no, siga dependendiendo de los de Puigdemont, sus odiados excompañeros y rivales, para retener la presidència. Por eso la lucha entre los dos partidos es brutal, descarnada, agónica. Aunque no lo parezca, además de Illadependencia para las cosas de cada día, ERC tambien tiene Juntsdependencia para el futuro cercano. Porque pese a todo, Junts sigue siendo el socio que ERC puede necesitar dentro de no mucho tiempo si quiere conservar el poder. Es más: en la guerra fratricida abierta entre ambos exsocios aunque archienemigos, la ERC de Junqueras y Aragonès pueden estar cometiendo ahora con Junts el mismo error cometido por Jordi Pujol con la ERC de Josep-Lluís Carod-Rovira al intentar arrinconarla a finales de los años noventa negándose al acuerdo. Lo que -entre otras cosas- puso la pista de aterrizaje a los tripartitos liderados por el PSC. También la CiU de Artur Mas tuvo que esperar 7 años para recuperar el Govern por su guerra de desgaste contra ERC.

Este superjueves, los de ERC deberán tener un ojo puesto en Madrid y otro en Luxemburgo, donde, en paralelo a los debates del Congreso de los Diputados, se van a celebrar dos vistas trascendentales para el futuro del president Puigdemont y los exiliados. En el Tribunal General de la Unión Europea también se orientará el rumbo de muchas cosas. Incluso de un abrupto cambio de rumbo en cualquier dirección posible. Ya sea porque las decisiones que tome la justicia europea permitan un regreso de Puigdemont al Estado español protegido por su inmunidad parlamentaria, ya sea porque aceleren su entrega a la justicia española -ejecución de quizás nuevas euroórdenes, una vez aprovada la reforma del Código Penal-, el impacto sobre el tablero político catalán y español será descomunal.