Al día siguiente de la debacle de ERC en las elecciones municipales del 28-M y con el repentino anuncio de convocatoria de elecciones generales anticipadas por parte de Pedro Sánchez, circulaban rumores que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, quizás comparecería para anunciar una remodelación del Govern, con cese de algún conseller, con el fin de enderezar el rumbo. Hace tiempo que quién más quién menos tiene en la cabeza nombres de consellers o conselleres manifiestamente prescindibles. "Alguna cosa tendrá que hacer", le comenté a mi interlocutor. No obstante, nada se concretó sobre el Govern. La prudencia ignaciana quizás aconsejó al presidente no hacer cambios en tiempo de conmoción, si bien, Aragonès se abrió de alguna manera, con un confuso llamamiento a un "frente común" del soberanismo (todo el independentismo más los comunes), a la reclamación de una imposible lista unitaria en el Congreso hecha por el secretario general de Junts, Jordi Turull. Con la benedicción de Oriol Junqueras, que, por cierto, sustituyó de facto a Aragonès en sus atribuciones como presidente al anunciar que no habría elecciones anticipadas, se escenificaba de esta manera un aparente cambio de estrategia de los republicanos que, por elevación, pretende implicar todo el independentismo en un problema con siglas y apellidos: las suyas y los de sus dirigentes. Entendámonos: es cierto que el malestar indepe evidenciado en las urnas del domingo pasado, producto en parte de la frustración por la decretada muerte sine die del procés, no es solo de ERC pero quizás por primera vez en mucho tiempo tampoco es solo de Junts.

Los análisis de urgencia de los resultados electorales convinieron rápidamente que ERC, Junts y la CUP, los tres grandes partidos del independentismo, habían perdido 350.000 votos, entregados sobre todo a la abstención. Una lectura más esmerada, sin embargo, reubicaba fácilmente el grueso del retroceso, y, por lo tanto, del problema, en los resultados de ERC, que restó 301.747 votos a los 822.107 conseguidos en las municipales del 2019. Así, los 520.360 votos de los republicanos del domingo pasado los han llevado casi de retorno al 2015, cuando iniciaron su ciclo expansivo en muy buena parte a costa del universo convergente (y democristiano) en aquel momento todavía articulado por CiU. Junts, por su parte, ha cedido tan solo 5.787 votos con respecto al 2019: el chocolate del loro, o menos, si se compara con el porrazo de los republicanos, aunque los 552.721 votos recogidos por los juntaires están todavía bastante lejos de los 669.781 del 2015, ya con una CiU en declive. La CUP, por su parte, se dejó 43.045 votos por el camino el domingo pasado.

Ahora bien. Si en el cómputo global del independentismo se incluyen los resultados del PDeCAT -las candidaturas de Ara Pacte Local-, que sumaron 55.452 votos y que en el 2019 formaban un conglomerado con Junts, las pérdidas del conjunto se suavizan... y las de ERC todavía son más catastróficas. Así, la suma de las cuatro fuerzas -ERC, Junts, CUP y PDeCAT, 1.261.962 votos- comparada con los 1.557.089 de las tres primeras en el 2019 acota las pérdidas de los indepes en el 28-M a 295.127 votos. Una cifra, por lo tanto, inferior a los 301.747 votos perdidos por ERC. Parece obvio que los republicanos no solo no han ampliado la base sino que han disminuido ostensiblemente el perímetro. Al final, mientras la Junts convergente habría hecho los deberes nacionalmente hablando, la ERC de izquierdas perdía el 36% de sus votos, al ser percibida como la pagafantas del sanchismo. He ahí la diferencia con el avance de Bildu, que ha puesto contra las cuerdas la hegemonía del PNV porque se ha revelado como fuerza útil en Madrid para los intereses vascos. Además, para ERC, la pérdida de alcaldías como la de Lleida, Tarragona o Sant Cugat, y la cuarta posición en Barcelona, completan un cuadro más que inquietante ante las generales del 23 de julio.

Muchos independentistas han descubierto que la abstención estratégica es un arma tan poderosa o más que aquellas manifestaciones del millón para poner las urnas

Así pues, los juntaires son los que salen mejor parados de las municipales. Por primera vez en mucho tiempo pueden decir que han roto la tendencia en su batalla permanente con ERC para mantener o recuperar la hegemonía, al haber subido en porcentaje de voto. Además, la victoria de Xavier Trias en Barcelona -y su más que probable retorno a la alcaldía- ha tenido un efecto balsámico en las muy serias dificultades que atraviesa el proyecto Junts. Ahora bien. Junts no ha sido capaz de incorporar -al menos de manera significativa- al electorado independentista que habría castigado la estrategia de ERC. Aquí tienen razón los republicanos al presentar el 28-M como un problema de todo el independentismo, saturado de luchas fratricidas desde el abrupto final del Octubre del 2017. ERC recibe un castigo masivo en las urnas, un puñetazo frontal, sin embargo, atención, Junts tampoco aparece como alternativa para el indepe cabreado. He ahí otra gran paradoja: la versión convergente de Junts encabezada por Xavier Trias gana en Barcelona pero no permite consolidar la alcaldía de Girona, que pierde a Gemma Geis. La Junts convergente se confirma como una gran apuesta en municipios que apuestan por alcaldes-gestores (Igualada, Martorell, Sant Cugat, Figueres, la propia Barcelona...) pero abre dudas de cara a unas elecciones generales en que el problema vuelve a ser qué España se encontrará Catalunya al día siguiente del 23 de julio.

Una parte muy importante del mundo indepe lo tiene claro: si defienden la independencia quizás no sales adelante pero si la metes en el congelador te barren. El 23-J el independentismo tendrá que decidir si va a salvar al soldado Sánchez o a hacerse fuerte de nuevo por lo menos para que no le pisen las líneas rojas. Atención porque comprarle la agenda "antitrumpista" al PSOE puede cabrear aún más a unas clases medias hartas de pagar las facturas de la socialdemocracia de todo a cien de Pedro Sánchez. Cerca de 400.000 electores han resucitado al PP en Catalunya y se han apuntado a las proclamas de Vox contra la inseguridad o ia immigración, otorgando 320 concejales a ambas fuerzas, contra las cuales Aragonès invoca el "frente soberanista". 

ERC y Junts parecen tener claro que tendrán que crear un nuevo clima en los ayuntamientos para apuntalar posiciones. La cita de Ginebra es un inicio. El aviso ha sido muy claro, y muy duro, para unos y otros, por activa o por pasiva. Y los obliga a moverse. Cuidado porque muchos independentistas han descubierto que la abstención estratégica es un arma tan poderosa o más que aquellas manifestaciones del millón para poner las urnas. No paguéis las fantas a Pedro Sánchez. El Partido de la Abstención Indepe, constituido en las no-urnas del 28-M, vigila.