La guerra biológica es antigua, muy antigua. En realidad, la nueva derecha en la oposición y la pseudo-izquierda asediada en la Moncloa no han descubierto nada nuevo (ni siquiera América; contrariamente a lo que celebran hoy, 12 de Octubre, tampoco: los vikingos llegaron primero). Leo en la Wikipedia que ya los asirios, en el siglo VI a.C, envenenaban a sus enemigos con un hongo. Y que, posteriormente, los mongoles y los turcos infestaban el agua potable con animales putrefractos. Y, si en el siglo XVIII los rusos catapultaban cadáveres de apestados por encima de las murallas de las ciudades sitiadas, en el XXI Isabel Díaz Ayuso es la bomba vírica que el gabinete del doctor Aznar Caligari ha lanzado contra las frágiles empalizadas tras las que se parapeta el gobierno de coalición Sánchez-Iglesias.

Les propongo una adivinanza: ¿qué le preocupa más a Pedro Sánchez? ¿Que Madrid (re)exporte el virus al resto del Estado y volvamos al mes a marzo o que la segunda ola se lleve por delante a su gobierno? He ahí el fondo del fondo del famoso estado de alarma madrileñizado de Sánchez frente al cuanto peor mejor del covid para todos de Ayuso y sus patrocinadores. Tumbar al Gobierno: cuanto menos ese es el objetivo confeso y en él convergen -no sé si en el método- los actores de la coalición que, sin pelos en la lengua, ha presentado este domingo la presidenta madrileña en una entrevista en El Mundo: la justicia, el Rey, y ella (la Comunidad de Madrid). Es decir: los que mandan y los que pretenden subirse al carro. Ayuso es el nuevo artefacto del aznarismo para, superada ya la fase Rivera-Arrimadas, reunificar las derechas con Pablo Casado como chico de los recados y Santiago Abascal de atinado mamporrero, que es una ocupación, por cierto, de larga tradición castrense.

Ayuso es el nuevo artefacto del aznarismo para reunificar las derechas con Pablo Casado como chico de los recados y Santiago Abascal de atinado mamporrero

En el fragor de la batalla viral hay quienes desde la pseudo-izquierda intentan capear discursivamente la lluvia de ántrax contra Sánchez y el vicepresidente Iglesias mediante la falsa equiparación entre Ayuso y Quim Torra. Alguna prensa capitalina ya los ha bautizado como “coronanacionalistas”, una hibridación entre el populismo de importación e inspiración trumpista y algunas especies autonómicas autóctonas. Debe ser por eso, porque son iguales, que mientras a  Ayuso la amparan los jueces frente al ministro Illa en su negativa al confinamiento perimetral -de ahí el contraataque de Sánchez con el estado de alarma en Madrid-, a Torra lo echan por colgar una pancarta. Debe ser por eso, porque son iguales, que Ayuso habla de libertad mientras juega con la vida de la gente mientras Torra, expulsado de la presidencia por defender a los presos políticos, fue la primera autoridad que en el Estado español confinó un territorio -Igualada y la Conca d’Òdena- en pleno estallido de la pandemia. La tanatopolítica es la política que se hace con la muerte y la biopolítica lo contrario, aunque ésta no esté del todo libre de aquella o pueda derivar en ella fácilmente.

Mientras a Ayuso la amparan los jueces frente al ministro Illa en su negativa a confinar Madrid, a Torra lo echan por colgar una pancarta

Ese sería más o menos el parte de guerra (biológica) justo cuando hoy, en el patio de armas del palacio real de Madrid, se verán las caras los unos y los otros: Sánchez frente a Ayuso, Ayuso frente a Sánchez, bajo la atenta mirada de Felipe VI y los jefes de las magistraturas y cuerpos de seguridad del deep state español. Decía Josep Pla en su dietario sobre Madrid en el advenimiento de la República, que él no tenía nada que hacer allí y que de la capital española apenas le interesaba nada. Hoy, 12 de Octubre, en Madrid, los representantes de los catalanes, mayormente, ni estarán ni se les espera. Es cierto que ni el president de la Generalitat -ni tampoco los lehendakaris- suelen acudir al acto de la Hispanidad. De hecho, este año, los organizadores incluso se han ahorrado la invitación al presidente de Catalunya. Cuando fueron a cursarla cayeron en la cuenta que lo habían echado. Pero bueno, se dice Sánchez, ya volverán mañana: alguien tendrá que aprobar los presupuestos, ¿no?