Concord es un pequeño pueblo en el estado de Massachusetts donde puedes escoger ir a visitar la casa de Little Women (Donetes, o Mujercitas), hacer una visita literaria o una inmersión en la historia revolucionaria. Muy cerca está Walden, el bosque donde se refugió Thoreau dos años en una cabaña y donde fructificó el trascendentalismo, con su vinculación a la naturaleza como manera de conectar más con Dios, prescindiendo de las instituciones. Lo que percibes en Concord es que están orgullosos de haber luchado por liberar a los esclavos y por haber sido pioneros en la lucha por los derechos humanos. Pero la historia es corta. Y el racismo persiste.
Massachusetts fue la primera colonia en legalizar la esclavitud en 1641. En 1725 está el primer registro de personas negras en Concord, algunas liberadas antes de la ley de 1780. Concord empieza a oponerse a la esclavitud, pero no será hasta 1835 que se funda la Sociedad Antiesclavitud de Massachusetts. En 1837 este pueblecito funda la Sociedad Femenina Antiesclavitud de Concord y el poeta Emerson habla en público en contra de la esclavitud por primera vez. En 1865 ya sí: la 13a enmienda a la Constitución de los Estados Unidos abole la esclavitud. No hace ni 200 años de ello.
No hay pacto sin poder mirar a los ojos a una persona de igual a igual en dignidad. Y vamos justitos, todavía
A fin de que la gente lo entienda en 2025, donde todavía se respira el racismo y la división del trabajo en este Estado todavía segrega por color de la piel, una potente ONG, la Robbins House, intenta explicar la historia americana y propone por ejemplo a los niños que visitan la zona que jueguen y escriban (con pluma y papel antiguo) peticiones al presidente Lincoln, emulando así la petición real de decenas de niños que en 1864 hicieron estas cartas para liberar a todos los niños esclavos. También se visitan las vías de tren, donde había rutas y escondrijos para esclavos fugitivos que se refugiaban en este estado del norte o se explica la casa de Bronson Alcott no solo como padre de la autora Louisa May Alcott, la célebre escritora de Mujercitas, sino como destacado luchador para liberar esclavos.
Cuando Carl Linnaeus en 1735 dividió la humanidad en razas y colores, dibujó el camino hacia una desigualdad que persiste. El célebre sociólogo Du Bois ya avisó de que este ranking humano no tenía sentido. Concordia es un nombre precioso y nos remite a pactos y entendimientos, pero no hay pacto sin poder mirar a los ojos a una persona de igual a igual en dignidad. Y vamos justitos, todavía.