Todos conocemos a personas en nuestro entorno que parece que comen todo lo que quieren sin ningún efecto sobre su peso corporal. Comen, pero están delgados, y, normalmente, son gente que tiene esta constitución, siempre han sido delgaduchos y nunca han tenido problemas de intolerancias ni tampoco trastornos alimentarios. Nuestra época se caracteriza por un acceso casi ilimitado a la comida, por lo tanto, el porcentaje de gente delgada que come todo lo que le apetece es muy bajo dentro de la población. Lo normal es que si comemos más de lo que necesitamos, engordemos, y mucha gente, a partir de una cierta edad, están a dieta o miran mucho lo que comen para no ganar peso. La obesidad, sobre todo la obesidad infantil, es un grave problema de salud global causado por un desequilibrio entre la ingesta de energía y el gasto energético total, pero nos podemos preguntar: ¿cuál tiene que ser nuestra ingesta? Esta pregunta no tiene una respuesta directa, porque depende de muchos factores, depende del sexo biológico, de la edad, de si tenemos enfermedades o infecciones, o del deporte que hacemos.

En general, podemos decir que el gasto energético total diario de todo el cuerpo se compone de: 1) el gasto energético en reposo; 2) el gasto energético derivado de la actividad física y 3) el efecto térmico de los alimentos. ¿Cómo se calcula si una persona está obesa o delgada? Una de las maneras más generalizadas de calcular si nuestro peso es el correcto para nuestra altura (a pesar de que con alguna controversia) es el índice de masa corporal (IMC o en inglés, BMI), un índice relativamente sencillo que calcula el peso según la altura, que se utiliza habitualmente para la clasificación del peso de las personas. Según los valores, consideramos bajo peso (<18,5 kg/m2), peso normal (18,5 ≤ IMC <25 kg/m2), sobrepeso (IMC ≥ 25,0 kg/m2) y obesidad (IMC ≥ 30 kg/m2) en adultos (como hemos dicho, estos valores varían según otros factores, como el sexo biológico). La mayoría de los estudios sobre obesidad comparan individuos con sobrepeso con los de adiposidad normal, pero raramente se estudian cuáles son los valores de las personas en el extremo inferior de la población, es decir, con un índice IMC por debajo del valor 18,5. En este rango bajo, aparte de personas afectadas de trastornos alimentarios, encontramos personas que comen mucho, según nuestros estándares, pero que no engordan. Son estos amigos y compañeros que siempre están delgados. En los Estados Unidos de América, se ha calculado que corresponden a poco menos del 2% de la población, personas que son particularmente resistentes al aumento de peso, y a pesar de estar delgados, están sanos y no sufren ninguna enfermedad metabólica.

El equilibrio hormonal es primordial y su alteración comporta muchos efectos secundarios y acaba causando enfermedades y disfunción en múltiples órganos

Se sabe poco de esta población, tanto con respecto al estilo de vida como a su fisiología, o la correlación metabólica con el hecho de que estén tan delgados, ni tampoco sus variantes genéticas. Cuando decimos que estas personas pueden "comer lo que quieran" sin engordar, ¿qué queremos decir? Quizás queremos decir que no engordan porque tienen altos niveles de actividad física o porque presentan una predisposición genética/hormonal a tener una termogénesis no asociada al ejercicio (es decir, a generar calor, serían como "estufitas"). Sin embargo, no hay estudios rigurosos que comprueben estas afirmaciones, así que hay investigadores que han planteado la hipótesis de que la gente adulta sana que está muy delgada podría ser debido a una mayor actividad física. Para contrastar esta hipótesis, reclutaron a voluntarios en China: 150 individuos sanos delgados y 173 individuos sanos de altura y peso normal con el fin de comparar su estilo de vida, su fisiología y genética.

Entre la población delgada, había un 83% de mujeres, en comparación con el grupo normal, con un 46,8% de mujeres. No se sabe por qué había más mujeres en el grupo de delgados, pero podría ser tanto porque hay más mujeres delgadas, o porque se prestan más fácilmente a ser voluntarias. La edad media de los participantes normales del estudio estaba en torno a los 27 años. Se hicieron mediciones metabólicas y, por ejemplo, se determinó que los niveles de grasas en sangre, tanto triglicéridos como colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL-C, mal llamado colesterol malo) eran significativamente más bajos, mientras que el colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL-C, mal denominado colesterol bueno) era significativamente más alto en los individuos constitutivamente más delgados. Ahora bien, la diferencia principal entre los dos grupos de estudio venía dada por el tipo y ratio de hormonas tiroideas. Todos sabemos que hay personas que pueden adelgazar mucho o engordar mucho, sin causa aparente, y los análisis de sangre que piden los médicos suelen incluir las hormonas tiroideas, tanto la T3 como la T4, libre o total. En estos casos, se trata de una alteración hormonal, pero ahora hay que hacer un pequeño inciso para recordar cómo y por qué se producen estas hormonas. La adenohipófisis, una pequeña glándula con forma de guisante, que cuelga del cerebro y situada justo en medio del interior del cráneo, produce muchas hormonas "maestras" que controlan la producción de hormonas en otras glándulas del cuerpo, así tenemos la hormona que activa la producción de hormonas tiroideas (TSH), la hormona que controla la producción de hormonas en las glándulas suprarrenales (ACTH), o las hormonas que controlan el ciclo hormonal femenino en los ovarios (como LH y FSH) y las mamas para la lactancia (PRL) y la hormona del crecimiento (GH).

La TSH estimula la producción en el tiroides de la hormona T3 y de la T4, hormonas que regulan el metabolismo y la termogénesis (la producción de calor). La forma más activa es la T3, pero la T4 es más estable y persiste más tiempo en sangre y, además, se puede convertir en T3, y por eso hace de reservorio de esta última. Además, es importante saber cuánta T3 y T4 están libres en sangre, porque pueden estar retenidas y no activas por unión con proteínas sanguíneas como la albúmina. Sólo las hormonas tiroideas libres pueden efectuar su función en otros órganos y tejidos. Pues bien, los individuos que son más delgados, tienen una mayor cantidad de tiroxina T4 libre (FT4) y un poco más de T3 libre (FT3). Sin embargo, la gran sorpresa fue cuando se midió si estas personas más delgadas hacían mucho deporte, y se vio que no practicaban más actividad deportiva (con el gasto energético que comporta) con respecto a los que tenían un peso normal, quizás incluso practicaban un poco menos. Eso parece antiintuitivo. Pero todavía hubo más sorpresas, ya que cuando se mide la cantidad de comida que comen, aunque comen más de lo que tocaría por el peso corporal que tienen, no es cierto que coman más que las personas de peso normal. Así que, aunque a menudo se dice que estas personas con bajo peso pueden "comer lo que quieren y no engordar", los datos de estos investigadores muestran que las personas delgadas y sanas comen aproximadamente un 12% menos de lo que comen los adultos con un IMC normal. Lo que realmente hace la diferencia es el gasto energético basal, el gasto que tienen estas personas aunque no hagan movimientos ni deporte, que es bastante más elevado que la media. Y este es el punto clave, la diferencia sutil entre las proporciones de las hormonas tiroideas (que regulan el control del hambre, la termogénesis, el gasto energético basal y el peso corporal) determinan que, a pesar de no tener ninguna alteración endocrina grave, tengan un metabolismo acelerado.

Así que ya tenemos una posible razón, un diferente y sutil equilibrio de hormonas tiroideas, para explicar por qué hay personas que son más delgadas que otras, a pesar de alimentarse correctamente, ¡pero cuidado! De aquí no se puede inferir que las personas normales tenemos que "toquetear" con medicamentos la proporción de hormonas tiroideas, con el fin de poder comer sin engordar. El equilibrio hormonal es primordial y su alteración comporta muchos efectos secundarios y acaba causando enfermedades y disfunción en múltiples órganos.