Por fin han encontrado a Pablo Casado. No es que estuviera completamente desaparecido, solo ha costado que la justicia lo pudiera hacer declarar. Tenía juicio por las afirmaciones que hizo sobre la escuela catalana; unas de tantas, no las únicas y, posiblemente, tampoco las peores. En Catalunya, en las escuelas, los niños —y supongo que también las niñas— que no lo piden en catalán no pueden ir al lavabo. No lo digo yo, letra arriba letra abajo, es lo que lo ha llevado a tener que declarar ante el juez.

No puedo evitar, aunque no tocaría para no desviarnos del tema, decir que este señor no sabe nada de escuelas, ni de criaturas, ni de Catalunya. Cuando menos, de las criaturas de esta época; y lo que es más importante, si eso fuera verdad, tendríamos ya hace tiempo un problema generalizado de salubridad en las escuelas catalanas.

No es la única animalada por la cual se le lleva a juicio, pero es lo que más ha ocupado los titulares y se ha ido repitiendo tanto que hay más de uno y una que se lo cree. Me atrevo a decir que incluso pasa entre gente que vive y trabaja en Catalunya. Todavía ahora y a pesar del juicio, que, por otra parte, ya veremos cómo acabará.

Les interesa, a pesar de conocer la verdad, mentir y volver a mentir para aniquilar una lengua, el catalán, que siempre han considerado enemiga en vez de hermana y amiga

Casado ahora dice que no sabía que era mentira porque que él da plena credibilidad a los diarios; no sé si ha especificado cuáles. Hablo de oídas como él —no he asistido a su declaración y, por lo tanto, me tengo que fiar de lo que dicen los medios de comunicación—; la diferencia es que intento contrastar entre varias fuentes, aunque también quizás a pesar de eso me equivoque. En su caso, sin embargo, no hay ningún tipo de preocupación por la verdad, si las palabras que han trascendido son ciertas: dice que lo volvería a hacer.

Admite que se fio de una información que ahora parece que sabe que es falsa y, a pesar de eso, dice que repetiría. De hecho, eso es lo que se hace una vez y otra en el estado español, desde todos los partidos políticos, el Estado, las universidades, los sindicatos y una larga lista de instituciones sociales, si no de manera general, sí bastante significativa y sin contestación, para seguir construyendo un relato de discriminación del castellano, que no tiene freno. Tamames todavía no ha hablado cuando escribo este artículo, pero lo que ha trascendido es que en la moción de censura en el gobierno de Pedro Sánchez, en su discurso, también hará referencia a la discriminación del castellano en Catalunya. De hecho, se aprovechan todas las ocasiones.

No se acabará nunca, lo diga o lo deje de decir, y no es este solo un problema del PP y de Vox: está tan arraigado y tan bien alimentado en el imaginario de la ciudadanía del estado español que incluso cuando los catalanes y las catalanas les hablamos en castellano, sus orejas nos oyen en catalán. Imaginaos la fuerza que tiene el marco mental en que nos instalamos y a partir de la cual interpretamos el mundo y guiemas nuestros actos. O es eso, o es que sencillamente les interesa, a pesar de conocer la verdad, mentir y volver a mentir para aniquilar una lengua, el catalán, que siempre han considerado enemiga en vez de hermana y amiga. ¡Una lástima todo!