La flotilla ha sido un éxito: en esta afirmación hay pocas dudas. Pero, a partir de esta evidencia, la pregunta siguiente tiene carga de profundidad. ¿Éxito para qué?, ¿para quién?, ¿a favor de quién?

Es en las respuestas donde está la trampa de una operación que tiene más que ver con la propaganda ideológica que con la solidaridad humana. Y no solo con la propaganda de las izquierdas habituales, que han convertido el tema palestino en un talismán para dominar el relato público y conseguir acólitos. También del mismo Hamás, que, según los documentos publicados por el Ministerio de Exteriores israelí, supuestamente tendría vínculos con algunos promotores de la flotilla. La información ha sido, en este sentido, precisa. Por ejemplo, cartas del difunto jefe político de Hamás Ismail Haniyeh hacia la Conferencia Palestina para los Palestinos (PCPA), que opera bajo apariencia civil, pero es considerada el órgano representativo de Hamás en el extranjero, "responsable de movilizar acciones contra Israel, incluidas manifestaciones violentas, marchas y las propias flotillas", según el documento. O los nombres de miembros de la PCPA, como Saif Abdelrahom Abukeshek, CEO de Cyber Neptune, una empresa con sede en España, "propietaria de decenas de barcos que participan en la Sumud". O Zaher Birawi, miembro clave de la flotilla y jefe de la sección británica de la PCPA. En 2010 ya fue portavoz de la flotilla turca Mavi Marmara y aparece en múltiples fotos con miembros de Hamás. Por cierto, en una de ellas también aparece Greta Thunberg. ¿Significaría que los activistas están vinculados a Hamás? Sinceramente, no lo creo. Pero sí significaría que Hamás ha utilizado su activismo.

Los actos de la flotilla no van en favor de los palestinos, sino en favor del liderazgo de Hamás, lo que es una catástrofe para el futuro de los palestinos

Más allá de los intereses del grupo terrorista, responsable de la masacre del 7-O y de la guerra posterior, y responsable directo de su duración, al negar el regreso de los secuestrados encerrados en los túneles de Gaza, cabe preguntarse por los intereses y los objetivos de los activistas de izquierdas que han liderado la flotilla. Y nuevamente las preguntas son capciosas: ¿el éxito propagandístico que han tenido para qué ha servido? Para conseguir la paz, en absoluto. Al contrario, al dirigir su rechazo —y odio— únicamente hacia Israel, y plantear el conflicto en términos maniqueos, las Colau, Gretas y compañía blanquean el horror de los grupos yihadistas que dominan Gaza y que han sometido a la población a años de dictadura y represión. Asimismo, banalizan los actos terroristas que han cometido y convierten a las víctimas del 7-O en victimarias del conflicto. En resumen, condenan a los habitantes de Gaza a no salir nunca del círculo de infierno al que los ha sometido Hamás. Como ha denunciado el propio Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, con Hamás no hay salida para los palestinos. Pero los actos de la flotilla no van en favor de los palestinos, sino en favor del liderazgo de Hamás, lo que es una catástrofe para el futuro de los palestinos. La prueba es el lío retórico de todos ellos cuando hablan del "pueblo palestino". ¿A quién se refieren? ¿A los de la ANP? ¿A los líderes de la propia Gaza que se han rebelado contra Hamás? ¿A los emires del West Bank que quieren pactar con Israel? No. Siempre, tal como hablan, se refieren a Hamás. Y, sin embargo, hay que decirlo todas las veces que haga falta: Hamás no es el liberador de los palestinos. Es su verdugo.

De lo contrario, no deja de ser esperpéntico que, al mismo tiempo que se abre una ventana para la paz, avalada por todos los países musulmanes de la región, estos continúen con su letanía, como si nada estuviera pasando.

Si el objetivo no es la paz, quizás haya que entender que el objetivo es la propaganda ideológica, convertida la causa palestina en el lifting que le faltaba a una izquierda avejentada que se había quedado sin pancartas eficaces. De hecho, la causa palestina está sirviendo para tapar, esconder, recuperar, liderar, o lo que sea, en las carreras políticas de unos cuantos. Por ejemplo, con la flotilla, Colau se ha montado una gran campaña electoral. Con la flotilla y el tema palestino, los de Podemos y compañía han recuperado parte del liderazgo perdido en la calle y han apuntalado su envite a Sumar, que hace tiempo que está despistada. Y con la causa palestina, el gran tahúr Pedro Sánchez ha tapado miserias, ha despistado noticias, ha intentado inflar su inexistente papel internacional y se ha vendido como un Mandela en rebajas. Hay de los suyos que incluso lo quieren hacer santo. Quizás Illa habrá hablado de ello con el santo padre, en su reciente encuentro.

En resumen, un triste, evidente y mezquino aprovechamiento de un conflicto complejo y trágico en favor de los intereses políticos e ideológicos de gente mediocre que, sin la propaganda, no tendría mucho más recorrido. De hecho, es tan evidente el uso propagandístico de la causa palestina, que ahora ya sabemos que la flotilla ni siquiera llevaba ayuda humanitaria, porque nunca fue ese el objetivo. En resumen, un dominio preciso de las redes sociales, una capacidad de imponer la demagogia populista por encima de los hechos y su realidad, y el aval de unos políticos en horas bajas que necesitan aferrarse al tema para no naufragar. En todo caso, la flotilla y su demagogia no es parte de la solución. Al contrario, perpetúan la tragedia, validan a los culpables y eternizan el conflicto.