Eso es lo que me dice, por teléfono, con voz ronca, Sílvia Soler, miembro del Col·lectiu d’Afectats i Afectades Persistents per la Covid-19. Se contagió en primavera y está harta de estar enferma. De fondo, en La Marató de TV3 sobre la Covid entrevistan a otra mujer, Laura, donde ha encontrado en Igualada al médico de primaria que la lleva y le hizo saber incluso el nombre de su enfermedad. Poner nombre a todas las disfunciones y malestares del cuerpo y la mente es un paso importante para luchar contra la enfermedad (o convivir con ella en las mejores condiciones). Escucho los síntomas que Laura describe y que he oído ya demasiadas veces: mialgias, mente nublada, febrículas constantes, dolores musculares y por encima de todo un cansancio que hace que incluso comer signifique demasiado esfuerzo... Y la tarea dificilísima, por no decir imposible, que es cocinar, cuidar de los hijos, concentrarse...

La primera persona que me habló de ello fue Sílvia Soler, que a pesar de todo se esfuerza al límite para que se reconozca su enfermedad y se amplíe la investigación. En una rueda de prensa que su grupo hizo la semana pasada en la sede del Col·lectiu Ronda, explicó que Francia, el Reino Unido e incluso la OMS ya han reconocido la Covid persistente, pero en el Estado, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, no ha querido saber nada ni ha contestado las peticiones de su colectivo... en nueve meses. Y aunque en Catalunya se ha creado una mesa de trabajo y uno de los primeros frutos ha sido un comunicado a todos los centros de atención primaria (CAP) explicando la necesidad de reconocimiento y atención continuada, el Col·lectiu d’Afectats i Afectades Persistents per la Covid-19 sabe que es muy poco, que hace falta un protocolo claro y saber a cuánta gente afecta. Quizás el número, contundente, de miles y miles de personas afectadas se impondrá, por su rotundidad, por encima de excusas y burocracias.

Sé de hace tiempo que no hay enfermedades: hay personas enfermas. Pero las que sufren Covid persistente son en un 80 % mujeres de entre 40 y 50 años. Y sé que el sesgo de género de la medicina (y la sociedad) no las ayuda. Recuerdo el escepticismo con que les decían, algunas veces como reproche, a mujeres afectadas por fibromialgia o el síndrome de la fatiga crónica: "¡pues tienes buena cara!". Y mucho me temo que, desde casa, personas desinformadas, negacionistas, demasiado superficiales (o incluso estúpidamente machistas) harán el mismo comentario. Y sé que duele. Y da rabia. Porque las personas #covidpresistents no se han librado del miedo al hecho de que se cronifiquen unos síntomas que van volviendo y reproduciéndose.

Una de las investigadoras imprescindibles (todavía pocas) es la Dra. Lourdes Mateu, del Hospital Trias y Pujol. Acostumbrada a la investigación contra el sida, coordina desde junio la única unidad del país especializada en el tratamiento y estudio de los enfermos de Covid en Can Ruti, donde no dan abasto a tratar a todo el mundo que lo necesita. También la Dra. Mateu confía en que no se cronifique la enfermedad, pero de momento todo son sólo aproximaciones: hay que seguir investigando. Y una vez más nos podrán decir que pedimos demasiado, que somos un país pobre para hacer una buena atención e investigación médica, cuando de hecho lo que es bien pobre es la excusa... y las prioridades que la originan, enfermizas.

Las [personas] que sufren Covid persistente son en un 80 % mujeres de entre 40 y 50 años. Y sé que el sesgo de género de la medicina (y la sociedad) no las ayuda

La Dra. Maite Garolera especialista en neuropsicología confirma que entre el 10 y el 20 % de personas afectadas por la Covid, pasado el episodio grave, les cuesta estar atentas, hacer nuevos aprendizajes, y tienen problemas de memoria y trastornos del sueño. Con respecto a las emociones, sienten tristeza, irritabilidad... Sin embargo, se pregunta, ¿por qué unas sí y otras no? De hecho, en La Marató de TV3 hablan personas que han pasado la Covid, que no han recuperado todas las funciones motrices o respiratorias, o sufren disfunciones emocionales, pero que no se relacionan con la Covid persistente. Sin embargo, en los países donde más se investiga se habla de long covid, con una afectación de hasta el 80 % de las personas que han pasado la enfermedad. Y ahora podemos repetir la pregunta, ¿por qué unas personas sí y otras no? ¿Cuántas personas son las afectadas? ¿Qué porcentaje es el real...?

Se ha investigado mucho, pero queda todavía mucho más por investigar en el ámbito de las grandes fundaciones, de investigación| hospitalaria pero también de la atención primaria, que acoge y trata la mayoría de casos de la segunda ola, y que ya está desbordada atendiendo el inicio de la tercera ola. Y, sin embargo, la atención privada puede y tiene que prestar un trabajo muy valioso en investigación.

El mejor sistema sanitario es el que puede llegar a todo el mundo (público y universal) desde la prevención, atención y la investigación, a la docencia; lo que puede dar las orientaciones que hacen falta a la política, y entiende que los determinantes sociales de la salud (vivienda, formación, nivel de renta, entre otros) también tienen un papel central en la difusión y el combate de la Covid, y asume los sesgos de clase y de género, y, sobre todo, pone la salud en todas las políticas.