La primera alcaldesa de Catalunya, o sea, la primera mujer que ocupó este cargo elegida democráticamente por sufragio universal, fue una maestra de escuela, hija de la inmigración castellana, llamada Natividad Yarza Planas. En las elecciones del 14 de enero de 1934 fue elegida alcaldesa de Bellprat, un villorrio cercano al castillo de Queralt, en la comarca de la Anoia. Yarza había nacido en Valladolid el 24 de diciembre de 1872 pero se crió en Catalunya. Sus padres, con orígenes aragoneses, navarros y mallorquines, en 1877 se trasladaron a Barcelona siguiendo el destino del jefe de familia, que era zapatero del Ejército. Natividad estudió magisterio en Huesca y en 1906 empezó a ejercer de maestra en Santa Margarida de Montbui, un pueblo al lado de Igualada. Después de pasar de una escuela a otra, en 1930 fue nombrada maestra titular de la escuela de Bellprat.

A raíz de la proclamación de la Segunda República, Natividad Yarza se afilió al Partido Republicano Radical Socialista (PRRS), el grupo liderado por el tarraconense Marcel·lí Domingo (1884-1939), que también era el ministro de Instrucción Pública del nuevo gobierno. El marcel·linisme fue un fenómeno muy peculiar de las tierras del Ebro —estudiado por Josep Sancho y anteriormente por Xavier Pujadas— que entró en crisis, precisamente, después de las elecciones legislativas de 1933 que ganó la derecha en todo el Estado. Yarza admiraba a Domingo, pero en 1934, cuando aquella mujer con profundos ideales republicanos, regeneracionistas y feministas ganó la alcaldía, lo hizo integrada en una candidatura de ERC, a pesar de que en 1933 ya presidía en nombre del PRRS la comisión gestora municipal de Bellprat.

Solo han trascurrido 85 años desde entonces y todavía estamos en las mismas. En las elecciones municipales de 2015, de los 947 municipios que tiene el país, solo 172 tienen al frente del ayuntamiento una alcaldesa. Eso sitúa a los consistorios catalanes en la cola del resto del Estado —los sextos empezando por abajo—, a pesar de que la ley catalana de igualdad obligue a la representación paritaria, es decir, a garantizar una presencia de mujeres y hombres teniendo en cuenta que ningún sexo podrá superar el 60% del conjunto ni será inferior al 40%. ¡A nadie le preocupa que no se cumpla la ley!

El único consuelo, si es que vale la pena consolarse, es que las elecciones de 2015 invirtieron la tendencia, que se mantenía desde la recuperación de los ayuntamientos democráticos, que las mujeres eran alcaldesas de ayuntamientos mayoritariamente pequeños. En esas elecciones, ciudades como Barcelona, Badalona, Santa Coloma de Gramenet, L’Hospitalet o Girona convirtieron en alcaldesas a mujeres de gran carácter. Además, alrededor del 42% de los municipios que tienen entre 50.000 y más de 500.000 habitantes están encabezados por una mujer. Esperemos que siga siendo así después del 26-M o que aumente el porcentaje y que pueda superar el hecho de que solo un 26% de los ayuntamientos catalanes cumplen los parámetros de la ley de igualdad. Un 59% de los municipios no logran los objetivos de paridad y existe un 6% de consistorios donde no hay ninguna mujer. ¡Escandaloso! El municipalismo debe cambiar, pues muchos ayuntamientos todavía están dominados por machos alfa de la vieja escuela.

Las líderes buenas, si lo son de verdad, no evitan el conflicto, incluso pueden provocarlo, pero aplican una forma de resolución que no pasa para poner los ovarios encima de la mesa

Este debería ser el siglo de las mujeres. Pero los datos estadísticos disponibles demuestran que todavía estamos lejos de ese ideal. En realidad, los datos corroboran las desigualdades entre mujeres y hombres en Catalunya y también demuestran que en algunos aspectos vamos para atrás. Si no fuera porque la JEC interfirió de manera muy grosera en el debate televisivo de las elecciones europeas, el escándalo hubiera sido que en el plató de TV3 no había ninguna mujer. Y esto ocurre demasiado a menudo, aunque en Barcelona, por ejemplo, tres mujeres compitan por la alcaldía. Es un espejismo, porque sigue habiendo quien tiene la tentación de convertir a las mujeres que sobresalen en política en un complemento de bisutería masculina. Los liderazgos femeninos son el futuro. Cuando servidor era director de la EAPC programamos un curso sobre este tipo de liderazgo con la intención de promover el ascenso de mujeres directivas en la administración catalana, que como es conocido por todos está feminizada por abajo pero no por arriba. Programamos la jornada con Valkiria, un centro de innovación laboral, ubicado en el 22@ y dirigido por Yolanda Triviño, basándonos en los valores humanistas y los llamados soft skills. A pesar de la intervención de la Generalitat, la jornada pudo celebrarse, el 22 de noviembre de 2018, en el Espacio Bital de L’Hospitalet, pero a mi ya me habían destituido por el 155 y reconozco que me supo mal no poder asistir al acto. Como también me sabe mal no haber podido acabar el trabajo de renovación de la Escuela. El espíritu reformista se tiene o no se tiene. Y los hay no lo tienen jamás a pesar de que lo proclamen.

¡Qué le vamos a hacer si la vida es así! Simon Dolan, uno de los ponentes en aquel acto, defiende que las mujeres dirigentes son más conciliadoras y tienen una ductilidad superior a los hombres porque saben explicar mejor las razones de sus actos. Que sea así no debería llevarnos a aceptar la caricatura benévola que los hombres King-Kong aplican a las mujeres. Las líderes buenas, si lo son de verdad, no evitan el conflicto, incluso pueden provocarlo, pero aplican una forma de resolución que no pasa para poner los ovarios encima de la mesa. La expresión “por mis huevos” es cosa de hombres. Cuánto nos queda para superar eso, ¿verdad?

Natividad Yarza fue alcaldesa poco tiempo. En agosto de 1934 obtuvo una plaza de maestra en la Pobla de Claramunt y dimitió del cargo, que quedó vacante hasta después de los llamados Fets d’Octubre. Entonces fue sustituida, siguiendo las disposiciones de la autoridad militar, por un hombre, Josep Solé. Yarza abandonó ERC pero no la militancia política. Cuando estalló la Guerra Civil se alistó, a pesar de su edad, tenía 63 años, en la Columna Trueba-Del Barrio, organizada por el PSUC y la UGT, sindicado donde militaba. Cuando las milicias se integraron en el Ejército Popular, Yarza volvió a Barcelona y pasó a formar parte del Consell de l'Escola Nova Unificada (CENU), una institución creada por decreto de 27 de julio de 1936 en Barcelona, dirigida por la UGT y la CNT, con el fin de iniciar una escuela nueva, única, gratuita, laica, con coeducación y en lengua catalana, inspirada en los principios racionalistas del trabajo y de la fraternidad humana.

Al acabar el conflicto, Yarza se exilió en Francia donde vivió hasta su muerte, en el hospital de La Grave, en Toulouse, el 16 de febrero de 1960. En Francia, digamos que sobrevivió gracias al apoyo del Spanish Refugee Aid  (SRA), una organización norteamericana privada de ayuda a los refugiados españoles en el sur de Francia que fue fundada en Nueva York en enero de 1953 por la millonaria filántropa —de filiación más o menos trotskista— Nancy Macdonald (1910-1996). El gran Pau Casals (1876-1973) fue patrón de esa fundación y puso todo su tesón para que la vida de los exiliados fuese más fácil. Yarza fue una pionera en un contexto en el que la voz de las mujeres estaba controlada por los curas y ahogada por los maridos. Hoy en día el ahogo es de otro tipo, pero sigue vivo, como demuestran los datos. La guerra cambió la vida de aquella mujer racionalista y republicana que había llegado a Catalunya a los cuatro años. En Francia ya solo pudo trabajar de planchadora. Su sacrificio no fue en balde. Ningún sacrificio lo es si existe quién sabe asumir el legado.