Cuando tu enemigo pasa por un momento crítico, es absurdo que tú quieras salvarlo con el argumento de que hay que darle estabilidad —escribí en un hilo a Twitter para dejar claro lo que pienso sobre la investidura de Pedro Sánchez—. Y todavía es más absurdo votar a favor o abstenerse si el argumento de Sánchez para rehusar un gobierno de coalición con Unidas Podemos  es, precisamente, el independentismo y la incomodidad de los socialistas ante la crítica de los poscomunistas a la aplicación del 155 y la represión. Catalunya hace imposible la coalición entre las izquierdas españolas y se convierte en la razón del bloqueo del pacto cuando Pedro Sánchez veta a Pablo Iglesias porque no se fía, dado que en el gobierno de España —dice— no cabe quien osa hablar de "presos políticos" y reclamar una vía acordada para solucionar el conflicto soberanista. Si Sánchez trata de esta manera a Iglesias, ¿qué sentido tiene que los partidos independentistas se planteen salir al rescate del PSOE? Es una de aquellas absurdidades políticas que son difíciles de explicar. Parece tan injustificable como el famoso pacto de JxCAT y PSC a la Diputación de Barcelona.

Hay políticos que han interiorizado tanto sus propias frustraciones, que en vez de retirarse nos piden que nos rindamos con una vergonzosa abstención en la investidura. De este tipo políticos hay en todos los grupos. En ERC y en JxCAT, en el sector PDeCAT. Si no fuera que compiten entre ellos, Lluís Salvador y David Bonvehí podrían ir del brazo, porque solo les preocupa el partido. La salud de su partido y el poder que acumulan traducido en dinero. En el pacto de la Diputación se vio. Todos sabemos que ERC no habría tenido ningún inconveniente en dar el mismo paso que dio JxCAT, entre otras cosas porque sigue la lógica de lo que propugnan Joan Tardà y Gabriel Rufián. ¿Por qué es más grave pactar con los mayordomos del 155 en Barcelona que con quien lo pactó con el PP en Madrid? Si hay una cosa que no consigo entender de los políticos profesionales independentistas es por qué se arriesgan tanto —y a menudo con los pies de barro— con el combate que los ha llevado a la ruina económica y a la prisión y, en cambio, son tan miedosos e indolentes a la hora de sacar adelante políticas reformistas y de cambio que son, sí, una enmienda a la totalidad del régimen del 78, pero que tienen un coste humano —quiero decir víctimas de la represión— cero. Algunos son muy jóvenes y siguen los pasos de los mayores y conservadores que, aunque ya han agotado su ciclo político, se resisten a dejar paso.

Los presos son rehenes y su opinión política está condicionada por esta condición. Una vez asumido que el juicio farsa acabará con unas condenas duras, o eso es lo que se dice, puede ser que los presos admitan que no pueden estar condicionando la política catalana con propuestas que después tiene que defender otra gente o que los conservadores que acabo de mencionar utilizan en contra de los que opinan de otra manera. Las decisiones que afectan a un colectivo tan variado de personas no se pueden tomar en un locutorio de la prisión. Hay que respetar la opinión política de los presos pero no hace falta ni aceptarla ni seguirla. Platón ya explicó hasta qué punto un prisionero pierde el sentido de la realidad cuando vive encadenado sin poder observar nada más que una pared.

El régimen del 78 también tenía sus instrumentos en Catalunya. Mirad sino este personaje que dirige la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, antiguo portavoz de CiU en el Congreso y hombre de confianza de Duran i Lleida. Ahora no se dedica tan solo a combatir el independentismo político, sino que ataca la Assemblea Nacional Catalana (ANC) por la campaña Consum Estratègic. La patronal de las grandes empresas, Foment del Treball, la mayoría alineadas con el unionismo, ha decidido interponer una denuncia ante la Autoritat Catalana de la Competència (ACCO) contra la ANC por "conducta anticompetitiva". Qué excusa más idiota. La realidad es que la patronal combate la ANC porque todavía no ha digerido la derrota en la Cambra de Comerç de Barcelona. Pero Sánchez Llibre no está solo y antiguos compañeros suyos en la coalición pujolista le muestran apoyo en voz baja. Hay demasiado alto cargo con los vicios de toda la vida. Es por eso que la Generalitat está a punto de la quiebra política.

Hay que respetar la opinión política de los presos pero no hace falta ni aceptarla ni seguirla

Es cierto que el PSOE amenaza con la convocatoria de unas nuevas elecciones si no se inviste a Pedro Sánchez. Y esta posibilidad da miedo a los independentistas. No sé por qué. Al fin y al cabo, las encuestas apuntan que el peligro a que el PP recupere el poder es muy bajo. Es precisamente por este motivo que Iván Redondo coquetea con la posibilidad de la repetición electoral. Pero en caso de que estas elecciones se produjeran, entonces el independentismo se tendría que plantear como acudir. Quizás también es una buena oportunidad para la "tercera vía" independentista y que este hecho ayude a construir un frente amplio republicano con quien se quiera. Quizás se romperán los antiguos partidos del autonomismo, pero es evidente que no podrá nacer una nueva mayoría sin superar la guerra de gallos entre la CUP, JxCAT y ERC. El imperio del sectarismo partidista ha llevado las cosas al límite y está socavando la moral de la base independentista. Y tengo la impresión de que el pacto de la Diputación de Barcelona ha sido la gota que ha colmado el vaso.

Y sin embargo, son muchos los que están dispuestos a hacer frente común. Hay movimientos en todos los grupos, pero creo que es posible tejer un círculo de confianza entre grupos como Poble Lliure, Som Alternativa, Junts per la República, el sector de Joan Josep Nuet de EUiA, el sector puigdemontista de JxCAT, la Crida, el Col·lectiu Primer d'Octubre d'ERC, Primàries Catalunya y gente sin ninguna adscripción: Josep-Lluís Carod Rovira, David Fernández, Antonio Baños, Germà Bel, Lluís Llach, Jordi Graupera, Tatxo Benet, Ramon Cotarelo, Bea Talegón, Toni Comín, Clara Ponsatí, etc. Estoy convencido de que la única persona capaz de aglutinar esa "tercera vía" independentista, alejada de la lucha de siempre entre tirios y troyandos, es el presidente Carles Puigdemont. Cuando caen los árboles el estrépito es impresionante. Ensordece. Cuando crece la hierba, en cambio, todo es silencio. Y aun así, la hierba crece.