El notable aumento de robos de coches chinos en el Reino Unido ha encendido las alarmas entre aseguradoras, propietarios y fabricantes. Lo que en principio parecía un fenómeno aislado ha terminado por revelar una preocupante falta de preparación de estos vehículos ante los estándares de seguridad europeos. La oleada de denuncias por sustracciones y daños no solo está vinculada al auge de las marcas asiáticas en el mercado británico, sino también a deficiencias estructurales que facilitan la acción delictiva.
Uno de los puntos más críticos es la simplicidad de los mecanismos de cerradura. Muchos modelos emplean piezas de plástico en lugar de componentes metálicos reforzados, lo que permite forzar las puertas en apenas segundos. A ello se suma la ausencia de alarmas sonoras y sistemas inmovilizadores de serie, elementos ya habituales en la mayoría de marcas tradicionales. Esta combinación convierte a estos vehículos en objetivos especialmente vulnerables para bandas organizadas.
La preocupación ha alcanzado tal nivel que algunas aseguradoras británicas han introducido una prueba práctica para evaluar la resistencia antirrobo. Si un técnico logra abrir el vehículo en menos de dos minutos, se deniega la cobertura por robo. Esta medida, insólita hasta ahora, refleja el nivel de exposición de ciertos modelos a métodos de entrada forzada cada vez más sofisticados y rápidos.
Además, el diseño de componentes clave como los tornillos de las ruedas tampoco presenta barreras de seguridad efectivas. La facilidad con la que pueden desmontarse sin herramientas especializadas ha multiplicado los casos de sustracción de neumáticos y llantas. En este sentido, el enfoque de algunas marcas hacia el abaratamiento extremo de costes ha derivado en una pérdida significativa de garantías básicas para el usuario europeo.
Respuesta de los fabricantes y riesgo de exportación ilícita
La raíz del problema está en el escaso historial de robos de coches en el mercado chino, donde las cifras son notablemente inferiores a las europeas. Esta realidad ha llevado a muchos fabricantes a subestimar la necesidad de reforzar los vehículos para su comercialización internacional. Elementos como sensores de intrusión, refuerzos internos en puertas o protecciones electrónicas contra el arranque han sido relegados en favor de una estrategia centrada en el precio competitivo.
Lo destacable en este caso es que algunas marcas ya han empezado a tomar medidas. Fabricantes como BYD han comenzado a reforzar las cerraduras con estructuras metálicas, mientras que otras como Xpeng han reconocido públicamente la necesidad de mejorar la protección física y electrónica de sus modelos. Estas respuestas, aunque tardías, muestran una toma de conciencia que podría derivar en una revisión generalizada de las políticas de seguridad.
Por otro lado, el destino final de muchos de estos vehículos robados apunta hacia mercados donde el control aduanero es menos estricto y la trazabilidad de los coches es limitada. Países de África, Oriente Medio o el Caribe figuran entre los principales receptores de unidades sustraídas, lo que refuerza el atractivo para las mafias especializadas en este tipo de delitos.
La combinación de debilidades técnicas, escasa preparación de los fabricantes y rentabilidad en el mercado negro ha situado a los coches chinos en el epicentro de una problemática que pone en jaque la seguridad de un sector en plena expansión.