Si hoy se celebrasen elecciones en Europa, los resultados reflejarían una tendencia cada vez más evidente: la extrema derecha está ganando terreno. En Francia, Alemania y otros países del continente, partidos populistas y ultranacionalistas consiguen captar cada vez más votos, mientras los partidos tradicionales de centro y de izquierda parecen perder conexión con buena parte de la ciudadanía. Este fenómeno no es exclusivo de Europa. De manera histórica y reciente, América Latina también ha experimentado giros hacia la derecha; el último, el caso de Chile con la victoria de José Antonio Kast, defensor declarado de la dictadura de Augusto Pinochet. Los paralelismos muestran cómo el descontento social ante el aumento del coste de la vida puede traducirse en un refuerzo de la extrema derecha. Los motivos son múltiples, pero un hilo conductor claro emerge: la vivienda y la dificultad de asegurar un lugar donde vivir de manera estable y asequible son factores que afectan directamente la confianza en las instituciones políticas.
Según un estudio del Progressive Politics Research Network (PPRNet), los partidos progresistas de centro-izquierda podrían recuperar amplio apoyo si afrontan con decisión esta crisis de la vivienda. Los investigadores alertan que ignorar el problema podría empujar a votantes descontentos hacia partidos de derecha radical, que aprovechan la frustración ciudadana. “La accesibilidad de la vivienda se ha convertido en una cuestión económica y política crítica”, explicaba a The Guardian el profesor Aidan Regan, de University College Dublin. “Con soluciones creíbles, los partidos progresistas pueden recuperar espacio político, pero hará falta voluntad política real".
Causas de la crisis de la vivienda
Una de las causas estructurales de la crisis de la vivienda en Europa es la desconexión entre la evolución de los precios y los salarios y la falta de política pública suficiente para aumentar la oferta de vivienda asequible. Los datos oficiales de Eurostat muestran que los precios de la vivienda en el mercado han subido más de un 60 % entre 2010 y mediados de 2025, mientras que los alquileres han crecido casi un 30 % –mucho por encima del incremento de salarios medios–. Este hecho reduce la accesibilidad de la vivienda para grandes segmentos de la población, tal como destaca el portal Open Stats. Este desequilibrio cronificado se agrava porque mucha política pública ha priorizado el estímulo a la propiedad privada e incentivos fiscales para compradores, mientras que la inversión en vivienda social y de alquiler asequible se ha quedado corta respecto a las necesidades reales.
Además, las diferencias regionales dentro de Europa son notables: en el sur, países como España, Italia o Grecia han sufrido subidas importantes combinadas con una oferta pública muy limitada y presión turística o especulativa en centros urbanos, empeorando la accesibilidad para jóvenes y trabajadores con ingresos moderados. En el norte y en Europa central, aunque existen estructuras de protección y parque público más amplios (como en los Países Bajos o los países escandinavos), la fuerte demanda urbana y la competencia por la vivienda en ciudades como Copenhague, Viena o Ámsterdam hacen que los precios continúen creciendo y comprometan el acceso de familias de rentas medias. Barcelona, en este caso, tampoco es una excepción: la especulación con los precios, la llegada de los expats y la falta de vivienda asequible actúan como un buen cóctel. Estas tensiones no solo son económicas, sino que tienen un impacto político directo, alimentando el descontento social y reforzando narrativas políticas extremas que prometen soluciones rápidas a problemas estructurales en lugar de enfocar cambios profundos en las políticas de vivienda.
El aumento desmesurado de los precios
Los datos son preocupantes. En las dos últimas décadas, los precios medios de la vivienda en la UE han aumentado. Solo entre 2015 y 2023, los costes de la vivienda en grandes ciudades se incrementaron aproximadamente un 50%. Estas subidas superan ampliamente la evolución de los salarios y representan el mayor gasto para la mayoría de los hogares. En Irlanda y Dinamarca, por ejemplo, los costes superan en un 80% la media europea. El Eurobarómetro ha constatado que los costes de la vivienda son, de hecho, el componente más importante que determina las decisiones de los votantes en las elecciones recientes.
Históricamente, los partidos socialdemócratas habían sido los grandes promotores de la vivienda social y asequible. Pero, según explica también en el mismo diario británico, Martin Vinæs Larsen, de la Universidad de Aarhus, a partir de mediados de los años 90, los gobiernos de centroizquierda redujeron la construcción de vivienda social y dieron paso a políticas de ventas masivas, desregulación hipotecaria e incentivos fiscales a la propiedad privada. Este cambio ha hecho que, aunque controlen los ayuntamientos locales, los socialdemócratas ya no garanticen un aumento significativo de la vivienda pública.
Los investigadores subrayan que existe una “oportunidad real” para los partidos progresistas. Muchos votantes de centroizquierda, como maestros o enfermeros, se ven bloqueados fuera del acceso a vivienda urbana asequible. Las posibles soluciones incluyen aumentar los alquileres sociales sin superar los precios del mercado privado y redefinir la propiedad como seguridad a largo plazo para familias de bajos y medianos ingresos, desvinculándola de la especulación. Así, la vivienda podría volver a ser percibida como un bien universal, no solo como un recurso para los más necesitados.
¿Qué podría pasar si no se actúa?
Si los partidos progresistas no actúan, la extrema derecha saldrá beneficiada. Dorothee Bohle, de la Universidad de Viena, subraya también en The Guardian que los partidos radicales redefinen la vivienda como cuestión de identidad nacional, valores familiares y propiedad privada, aprovechando la crisis para consolidar apoyo entre sectores medios y bajos. El vínculo entre desigualdad de la vivienda y nativismo sirve para reforzar narrativas populistas que pueden ganar votantes frustrados por la ausencia de respuestas políticas
Para los investigadores, la vivienda es una oportunidad para que los partidos progresistas transformen la frustración social en fuerza política, ofreciendo soluciones tangibles y reconstruyendo coaliciones electorales capaces de frenar el ascenso de la extrema derecha en Europa.
