El 2026 se vislumbra como un año de profundo reajuste del orden global. Tras décadas de multilateralismo erosionado, el mundo entra en una fase marcada por la coerción económica, la fuerza militar y la transaccionalidad política. El trumpismo –más que una anomalía– ha inaugurado una nueva forma de hacer política internacional: menos normas, más poder; menos alianzas estables, más negocios puntuales. El resultado es un sistema internacional más fragmentado, impredecible y brutal, tal como recoge la Nota Internacional “El mundo en 2026”, elaborada por el equipo investigador del CIDOB y presentada este miércoles.
Estados Unidos encabeza este giro. El despliegue militar sin precedentes en el Caribe, los ataques selectivos a supuestas rutas del narcotráfico y las amenazas de intervención en Venezuela, México o Colombia evidencian la normalización del intervencionismo. La denominada “Doctrina Donroe”, versión trumpista de la Doctrina Monroe, consagra la idea de que la fuerza vuelve a ser una herramienta legítima de política exterior. Este vacío de legalidad internacional se extiende: conflictos cortos, pero intensos –del Cachemira al sudeste asiático, pasando por África central– podrían multiplicarse en 2026.
¿La paz: un nuevo negocio?
En paralelo, la paz también se ha convertido en un negocio. Las negociaciones sobre Ucrania, Gaza o el África de los Grandes Lagos muestran una diplomacia cada vez más privatizada, en la que estados y líderes actúan como brokers al servicio de intereses económicos. La reconstrucción posbélica, los corredores logísticos o los derechos mineros forman parte del precio de los acuerdos. Las monarquías del Golfo –Qatar, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos– emergen como mediadores clave de esta paz transaccional, combinando influencia regional y ambición global.
El rearme es otro eje central del 2026. El gasto militar en inteligencia artificial y sistemas autónomos no para de crecer, mientras la guerra se robotiza y se industrializa. En Europa, la presión de los Estados Unidos para asumir más responsabilidades dentro de la OTAN acelera proyectos de defensa comunes y abre el debate sobre la expansión del servicio militar. Este proceso refuerza la simbiosis entre Estado, ejército y grandes empresas tecnológicas, que concentran datos, infraestructuras y capacidad de decisión.
¿Cómo va la economía?
En el ámbito económico, la incertidumbre es la nueva normalidad. El comercio mundial se ralentiza bajo el impacto del proteccionismo y la fragmentación. Ante el cierre de Estados Unidos y la competencia de China, muchos países buscan diversificar alianzas: la India negocia decenas de acuerdos, el sudeste asiático impulsa un mercado digital propio y nuevas plataformas regionales ganan peso. Al mismo tiempo, crecen las dudas sobre una posible burbuja tecnológica vinculada a la IA, especialmente en Estados Unidos, donde el crecimiento económico depende cada vez más de este sector.
Este escenario global tiene un fuerte impacto social. El 2026 pondrá a prueba sociedades sometidas a inflación, crisis de la vivienda y endeudamiento. En Europa, la combinación de malestar económico, presión migratoria y fragilidad política alimenta el ascenso de la extrema derecha y acentúa la desorientación estratégica de la Unión Europea. En el Sur Global, millones de personas viven en países donde la deuda absorbe más recursos que el gasto social.
La gestión del cambio climático: ¿qué pasará?
Finalmente, el clima vuelve a ser víctima de la geopolítica. A pesar del avance de las renovables, la expansión de los combustibles fósiles y el retroceso de los compromisos climáticos amenazan los objetivos globales. La segunda salida de EE.UU. del Acuerdo de París simboliza un mundo donde la cooperación queda subordinada al poder.
El 2026 no será solo el año de los ganadores y perdedores, sino también de los oportunistas, los resistentes y los desubicados. En un orden internacional sin confianza, la gran pregunta no es quién domina, sino qué precio colectivo tendrá este nuevo equilibrio basado en la fuerza.