La contundente victoria de José Antonio Kast en las elecciones presidenciales de Chile se ha convertido en un símbolo del giro hacia la extrema derecha que vive una parte significativa de América Latina. El triunfo del dirigente ultraderechista, defensor declarado de la dictadura de Augusto Pinochet, no solo marca un punto de inflexión en la política chilena, sino que se inscribe en una dinámica regional más amplia, caracterizada por el ascenso de liderazgos autoritarios, ultraconservadores y alineados con la extrema derecha global.

Kast obtuvo el 58,1% de los votos en la segunda vuelta, imponiéndose con una notable diferencia a la candidata de centro-izquierda, Jeannette Jara, en unas elecciones con sufragio obligatorio y una elevada presencia de voto en blanco y nulo. Se trata del primer pinochetista que llega al poder desde el retorno de la democracia, lo que refuerza la carga simbólica de su triunfo. El nuevo presidente, ultraliberal y procedente de una familia de migrantes alemanes con pasado nazi, construyó su campaña en torno a la promesa de "orden", la mano dura contra la delincuencia y la migración irregular, y la priorización de la seguridad y la economía.

En su discurso como presidente electo, Kast hizo reiteradas referencias a Dios –es seguidor de la secta ultracatólica Schoenstatt– y apeló a la unidad nacional, prometiendo gobernar “para todos los chilenos”. Al mismo tiempo, agradeció el apoyo tanto de la ultraderecha como de la derecha tradicional, incluyendo figuras vinculadas al legado del régimen de Pinochet. Pese a mantener su discurso represivo, moderó el tono y pidió paciencia, advirtiendo que los cambios no serían inmediatos.

América Latina da un giro a la derecha

Su llegada a La Moneda ha sido celebrada por líderes de la extrema derecha internacional, que ven en Chile una nueva pieza clave del giro político regional. El presidente argentino Javier Milei expresó una “enorme alegría” por la victoria de su “amigo” y aseguró que trabajarán juntos para que “América abrace las ideas de la libertad”. También felicitaron a Kast dirigentes como Santiago Abascal, líder de Vox, así como representantes del gobierno de los Estados Unidos, que destacaron la coincidencia en prioridades como la seguridad y el control de la inmigración.

Este entusiasmo contrasta con las reacciones más críticas de otros dirigentes de la región. El presidente colombiano Gustavo Petro advirtió que en América “vienen los vientos de la muerte”, mientras que el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva optó por un tono institucional, destacando el funcionamiento democrático del proceso electoral y apelando a la preservación de Sudamérica como zona de paz.

El caso chileno confirma así una tendencia más amplia: el debilitamiento de gobiernos progresistas, la erosión de la confianza en las instituciones y el auge de discursos que prometen orden, autoridad y seguridad como respuesta al miedo y la incertidumbre. En este contexto, la victoria de Kast no es solo un cambio de gobierno, sino un indicador claro del giro ideológico que atraviesa una parte creciente de América Latina.