Después de una operación militar sorprendente y exitosa contra Irán, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se encuentra en una encrucijada estratégica: como gestionar el conflicto atascado en Gaza. El ataque, planificado conjuntamente entre el ejército y la agencia de inteligencia Mosad, consiguió golpear objetivos clave como instalaciones nucleares y cargos militares iraníes con gran precisión.
Israel no solo demostró su capacidad para operar con libertad en territorio enemigo —en este caso, Irán, sino también en el Líbano, Siria y el Yemen—, sino que reforzó su imagen como potencia militar dominante en el Oriente Medio. La campaña contó con el apoyo abrumador de la población: un 70% de los israelíes la avalaron, y entre los judíos israelíes, el apoyo subió hasta el 82%, según una encuesta del Israel Democracy Institute.

Una victoria con costes reales
Sin embargo, el conflicto con Irán también expuso las limitaciones del sistema de defensa israelí. A pesar de interceptar el 90% de los misiles lanzados, algunos proyectiles superaron los sistemas Arrow y David's Sling, causando daños significativos en ciudades como Tel Aviv, Haifa y Beerseba. En esta última ciudad, un misil mató a cuatro personas después de impactar en un edificio residencial, incluyendo víctimas que se encontraban dentro de los espacios de seguridad designados. El balance final de víctimas incluye 28 muertos y centenares de heridos.
Las autoridades fiscales israelíes calculan que solo doce días de guerra con Irán han causado más de 1.300 millones de dólares en daños, casi el doble del coste acumulado durante los 20 meses de guerra en Gaza, que se acerca a los 730 millones. Este contraste subraya la escala de la destrucción y la vulnerabilidad que ha experimentado Israel.

Gaza, la guerra sin final
A pesar del supuesto éxito en el frente iraní, Gaza sigue siendo una guerra sin un rumbo claro. Hamás ha resistido mediante tácticas de guerrilla que dificultan la superioridad tecnológica israelí. La muerte de siete soldados en una emboscada en Khan Yunis el mismo día que se anunciaba el alto el fuego con Irán recordó que el conflicto palestino continúa vivo.
Dentro del mismo gobierno israelí, hay división: los sectores más radicales exigen continuar la guerra, mientras que otros ven en la victoria sobre Irán una oportunidad para reabrir negociaciones y poner fin al conflicto en Gaza. En paralelo, los familiares de los rehenes han intensificado la presión para que se busque un acuerdo de paz que priorice la liberación de los secuestrados.

La presión política y la mediación internacional
Netanyahu ha salido reforzado políticamente después de la campaña contra Irán. Pero la opinión pública continúa dividida sobre Gaza. Una encuesta del canal Channel 12 reveló que un 55% de los israelíes cree que el primer ministro mantiene la guerra por motivos políticos, mientras que más del 60% estaría dispuesto a aceptar un acuerdo con Hamás para liberar a los rehenes, incluso si eso comporta poner fin a la guerra. Mientras tanto, Qatar intenta reactivar las negociaciones, aprovechando el impulso diplomático del reciente alto el fuego con Irán. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores catarí confirmó que las conversaciones se han vuelto a poner en marcha, aunque, por ahora, sin avances concretos.