Durante la Guerra Fría, el día 9 de mayo, jornada del desfile de la victoria, era un acontecimiento esencial para entender la estructura de poder críptica del Kremlin. Los Kremlinólogos analizaban cada imagen como si descifraran un texto sagrado. La posición de los funcionarios, las ausencias y los pequeños cambios en la proximidad al secretario general eran indicios de las corrientes políticas que operaban a puerta cerrada.
➕ ¿Para el que Rusia celebra el Día de la Victoria el 9 de mayo?
Junto con el Día de la Revolución (7 de noviembre), los funerales de Estado y las reuniones del Comité Central, el desfile ofrecía una de las pocas oportunidades de ver a los líderes soviéticos en público. Los analistas descifraban la disposición de los participantes para entender las dinámicas de poder, rivalidades y supervivencia, describe un artículo del Kyiv Post. Hoy, este ritual ha perdido importancia, y el arte de la Kremlinología parece haber quedado obsoleto después de la Guerra Fría. Ahora, entender el poder ruso empieza y acaba con una sola figura: la época de la Putinología ha llegado.
Putin, la figura que perdura
El sistema soviético operaba con una gran previsibilidad, basado en estructuras y reglas ideológicas. Hoy, sin embargo, estas estructuras han desaparecido. El Politburó ya no existe, la doctrina marxista ha quedado obsoleta y los controles institucionales se han hundido. Lo que perdura es Vladímir Putin, rodeado de una selección de leales dispuestos a estar a su lado.
Este año, el desfile del Día de la Victoria en Moscú contó con una larga lista de invitados, pero solo algunos nombres destacados: Xi Jinping de China, Lula da Silva del Brasil, Nicolás Maduro de Venezuela, Aleksandar Vučić de Serbia, Robert Fico de Eslovaquia y To Lam de Vietnam. La plaza Roja, adornada con banderas y flanqueada por antiguas maquinarias militares, transmitía un mensaje más silencioso que en los tiempos soviéticos. No era una demostración de dominio, sino una señal de supervivencia. De demostrar que Rusia no está aislada, que todavía tiene amigos, confirma un artículo del Kyiv Post.
Pero la asistencia no implica lealtad, resalta la misma publicación. Un apretón de manos en la plaza Roja no es un tratado. La presencia no significa asociación. Los focos de este año se centraron en los dignatarios extranjeros, haciendo difícil discernir qué altos funcionarios rusos estaban presentes. El más destacado fue la caída en prominencia de Serguéi Shoigú, quien, a pesar de ser una figura autoritaria en el 2022, apareció en un simple traje después de que Putin lo desplazara del Ministerio de Defensa en el Consejo de Seguridad en el 2024.
Rusia y la centralidad que tenía durante la Guerra Fría
Este desfile puso de manifiesto una nueva realidad: la Rusia postsoviética no sigue una ideología unificada. La gran potencia mundial ya no se basa en doctrinas comunistas ni en estructuras de poder compartidas. Putin es el único que queda al mando. La política rusa actual se basa en la improvisación, la lealtad personal y el instinto de Putin, y ya no hay lugar para las estructuras colectivas de poder, destaca un artículo del Kyiv Post. Las relaciones con los países como Venezuela, Cuba, Serbia o Eslovaquia no están basadas en una visión ideológica común, sino en el teatro y la necesidad de mostrar desafíos en Occidente, más que en verdaderas alianzas estratégicas.
Esta transformación también se ve reflejada en la manera como se estudia el poder ruso hoy día. Antes, los Kremlinólogos descifraban un sistema político complejo, mientras que hoy, la "Putinología" se centra en una sola persona, Putin, quien ha sustituido las estructuras y los comités por un control absoluto. Así, el foco analítico se ha trasladado hacia otras regiones como China y el Oriente Próximo, mientras Rusia ha perdido la centralidad que tenía durante la Guerra Fría. En lugar de descifrar máquinas de un imperio, el mundo observa cómo Putin mantiene su cogido control, dejando menos para interpretar y más para ver.