El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está implementando rápidamente su visión del ejército como una herramienta todopoderosa para sus objetivos políticos, como se ha visto con su despliegue en la capital del país, Washington D. C., donde efectivos de la Guardia Nacional patrullan las calles para "acabar con el crimen", o con el reciente incidente en el cual el ejército disparó contra un barco sospechoso de traficar con drogas. En este sentido, los miembros de su partido, los republicanos, en el Congreso – donde se supone que se tendría que autorizar el uso de la fuerza militar – lo animan a seguir este curso, lo cual da al presidente estadounidense más margen de maniobra para enviar tropas a las ciudades de Chicago, Baltimore y Nueva Orleans. De hecho, sobre esta última, los legisladores del estado de Luisiana, un bastión para los republicanos, han declarado que era una gran idea que la Guardia Nacional se dirigiera hacia su ciudad más poblada.
Los republicanos del Congreso por Luisiana quieren a la Guardia Nacional
El senador republicano por Misisipi, Roger Wicker, que es el presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, afirmó desde un edificio del Capitolio donde elementos de la Guardia Nacional patrullaban que "si yo fuera uno de estos alcaldes, estaría encantado de recibir la ayuda. Creo que los demócratas de las grandes ciudades están cometiendo un gran error. Creo que son unos insensatos". Por su parte, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, que representa el cuarto distrito de Luisiana, ha declarado a The Associated Press sobre la presencia del ejército en la ciudad más poblada de su estado que "Nueva Orleans, como la mayoría de las ciudades dirigidas por demócratas, tiene una alta tasa de criminalidad, por lo cual sería útil". El otro senador republicano por Luisiana, John Kennedy, ha coincidido en el diagnóstico de sus compañeros y ha declarado estar "encantado" de llevar a la Guardia Nacional a su estado porque "necesitamos toda la ayuda que podamos obtener".
Aunque en los últimos años los republicanos han encontrado éxito político al centrarse en la cuestión del crimen, que un 81% de los estadounidenses ven como un "problema importante" en las grandes ciudades, incluida una gran mayoría de los demócratas (un 70%), las estadísticas demuestran que el crimen ha disminuido de forma general a todo el país, con algunas ciudades como Baltimore, reportando las cifras más bajas de los últimos 30 años. Sin embargo, el presidente Donald Trump insiste en su mensaje de qué las ciudades, mayoritariamente gobernadas por la oposición demócrata, están infestadas de criminalidad y que la única solución posible para atajar la problemática sería el despliegue del ejército en territorio estadounidense a través de la Guardia Nacional, una fuerza militar que es estatal, pero que forma parte del ejército federal.
El uso de la Guardia Nacional por parte de Trump no tiene precedentes
En el pasado, el uso de la Guardia Nacional en suelo estadounidense se reservaba para circunstancias extraordinarias como desastres naturales o cuando los funcionarios locales se veían agobiados por disturbios civiles o desórdenes. Rara vez los presidentes han utilizado a las tropas para hasta de aplicación de la ley. Los expertos dicen que el uso de las fuerzas armadas por Trump es singular porque no está en respuesta a una crisis particular, sino que, Trump utiliza al ejército para implementar sus políticas domésticas, ya sea utilizando aviones militares para vuelos de deportación, reforzando al ejército en la frontera con México u ordenando a la Guardia Nacional a estar dispuesta a cumplir tareas policiales. "Todas estas cosas indican una administración que está haciendo un esfuerzo amplio y concertado para insertar al ejército en la vida civil de una manera y en una escala que no tiene precedentes en la historia estadounidense", señala Joseph Nunn, abogado del Programa de Libertad y Seguridad Nacional del Centro Brennan. Por su parte, Trump dice que tiene el "derecho" de enviar a la Guardia Nacional a las ciudades, incluso sobre las objeciones de los gobernadores estatales. "Soy el presidente de los Estados Unidos. Si creo que nuestro país está en peligro —y está en peligro en estas ciudades— puedo hacerlo", declaró la semana pasada.