Como en cualquier divorcio, en el que se tienen que repartir los bienes, los británicos piden su parte una vez se materialice el Brexit y se haga efectiva la salida del Reino Unido de la Unión Europea. ¿Y qué piden? Pues la parte proporcional de las 42.000 botellas de vino, coñac y otras bebidas alcohólicas que hay en la bodega de las instituciones.

Evidentemente la parte más costosa de la negociación entre los europeos y los británicos será la parte financiera, y también la nueva situación que tienen que tener los británicos con respecto a la libre circulación de mercancías y personas dentro del continente. Sin embargo, los británicos no quieren renunciar tampoco a sus activos.

Según publica el Financial Times, los británicos pedirán su parte de las instituciones comunitarias –1,6 millones de metros cuadrados de oficinas, la colección de arte del Parlamento Europeo, y también el stock de vinos y otras bebidas alcohólicas–.

Teniendo en cuenta que el Reino Unido es un contribuyente neto del presupuesto europeo, el diario británico calcula que le corresponderían 5.000 botellas de vino, 250 botellas de otras bebidas, 2.25 millones de euros de las colecciones de arte del Parlamento y en torno a 10 millones provenientes del valor de los libros del edificio del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

Las negociaciones por la separación, sin embargo, todavía tardarán en empezar. La primera ministra británica, Theresa May, fijó ayer la invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, lo que marca formalmente el inicio de la negociación, en marzo del 2017. Por lo tanto, de momento las botellas de vino todavía se quedarán unos meses más, como mínimo, en la bodega de Bruselas.