El nuevo presidente de Polonia, Karol Nawrocki, de 42 años, se constituye como un ejemplo más de la tendencia a los perfiles políticos inéditos y peculiares y asegura, con su victoria por la mínima, un mantenimiento del proyecto conservador y euroescéptico del país exsoviético. Exboxeador amateur, Nawrocki ha hecho carrera en el mundo académico en el ámbito de la historia nacional, siempre destacando por su carácter firme y por un perfil nacionalista y conservador. Después de ser presidente del Instituto de Memoria Nacional durante cuatro años, el nuevo líder irrumpió por primera vez en política a finales de 2024, cuando fue presentado como candidato por el partido que ocupaba la presidencia, Ley y Justicia (PiS). Con la reciente elección como independiente con el apoyo del PiS, se posiciona como sucesor de Andrzej Duda garantizando más palos en las ruedas durante los dos años de mandato que le quedan al primer ministro Donald Tusk, del partido liberal y europeísta Plataforma Cívica (PO).

Antes de la candidatura, el reconocimiento público de Nawrocki era limitado fuera de los ámbitos de la memoria histórica y la gestión cultural, y fue elegido como representante y candidato a la presidencia principalmente porque el partido buscaba un perfil nuevo, pero fiel a los valores ultraconservadores, nacionalistas y euroescépticos que lo caracterizan. Esta tendencia se puede ver claramente en la nueva ola de políticos relativamente desconocidos que buscan mostrarse como líderes alejados de la esfera de desconfianza, cansancio y corrupción que rodea la política actual. Desde el sorprendente anuncio de su candidatura, Nawrocki ha recibido el soporte de figuras como Donald Trump, Giorgia Meloni o George Simion —líder de la extrema derecha rumana—, añadiendo así una nueva cara a la fotografía de la extrema derecha europea. Independientemente que repita un patrón, la vida del personaje tiene ciertas peculiaridades que vale la pena destacar.

Entre alianzas y recelos: el tejido de Nawrocki

A pesar de su trayectoria pública relativamente discreta hasta hace poco, Karol Nawrocki ha sabido construir una red de contactos y colaboraciones que han sido clave para su ascenso. Uno de los momentos más relevantes en este sentido  fue su etapa al frente del Instituto de Memoria Nacional, donde impulsó proyectos de alcance internacional. Destaca especialmente la coordinación de la exposición “Fighting and Suffering. Poles during World War II”, organizada conjuntamente con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Polonia. Esta iniciativa llevó la narrativa histórica polaca sobre la Segunda Guerra Mundial a más de 150 lugares de todo el mundo, convirtiéndose en la mayor acción informativa de este tipo en la historia de la diplomacia polaca. Este proyecto no solo reforzó la proyección internacional de Nawrocki, sino que también le permitió establecer vínculos con instituciones y gobiernos que compartían una visión afín o receptiva a la interpretación nacionalista y revisionista de la historia que defiende.

Su actitud beligerante hacia la memoria soviética también ha sido una de sus marcas más reconocidas, tanto por lo bueno como por lo malo. Durante su dirección del Instituto de Memoria Nacional, Nawrocki lideró la retirada de monumentos soviéticos y promovió una política activa de “desrusificación” de los espacios públicos polacos. Esta postura le ha valido una persecución por parte de Rusia y ha generado tensiones diplomáticas con Moscú, así como recelos entre otros países del entorno postsoviético, que ven en esta política una amenaza para su propia memoria histórica y una muestra de hostilidad. Al mismo tiempo, estas acciones han estado muy bien recibidas por los sectores nacionalistas y conservadores de Polonia, que ven en Nawrocki un firme defensor de la identidad y la soberanía nacional. Personalmente, Nawrocki ha sabido proyectar una imagen de hombre disciplinado, tenaz y próximo al ciudadano común, reforzada tanto por su experiencia como boxeador amateur como por una presencia mediática calculadamente austera. Esta combinación de perfil académico, gestión institucional y firmeza ideológica la ha situado rápidamente en el centro de la atención pública, convirtiéndolo en una pieza clave de la nueva derecha europea y en un referente para otros líderes emergentes del continente.

Una agenda política vinculada a la figura

Con la llegada de Nawrocki a la presidencia, se prevé que se siga la línea de Andrzej Duda en la fuerte confrontación institucional con el gobierno liberal de Donald Tusk, que tiene muchos problemas para desarrollar su agenda política de aproximación y reintegración en la Unión Europea. Su capacidad para ejercer el poder de veto presidencial será clave para acondicionar la agenda legislativa y marcar el ritmo de las reformas de Tusk, que han recibido fuertes críticas, especialmente en cuestiones de derechos civiles, política migratoria y relaciones generales con la UE. El nuevo presidente afronta el reto de mantener la cohesión del bloque conservador mientras gestiona una sociedad profundamente dividida y un contexto internacional marcado por la guerra en Ucrania y el ascenso del populismo a Europa. Aunque ha asegurado que no obstaculizará el soporte Europeo a Ucrania, también se ha mostrado reticente a la llegada de inmigrantes ucranianos y se opone a la admisión del país a la UE y a la OTAN. Paralelamente a la presidencia nacional, Nawrocki tendrá que gestionar las expectativas de sus aliados internacionales, que ven en su figura una oportunidad para reforzar el eje de la extrema derecha europea, manteniendo el equilibrio entre el discurso nacionalista y la necesidad de no aislar Polonia en el escenario global.