Todas las portadas de este jueves abren con la orden de Vladímir Putin de movilizar 300.000 reservistas para reforzar el ejército ruso acosado en Ucrania, y los aspavientos del autócrata del Kremlin para meter miedo con la amenaza nuclear. Vamos por partes. Primero, el título del Quioscos & Pantallas está copiado de la portada de Libèration, que hace una referencia a Guerra y paz, el novelón de Lev Tolstoi. Inclinemos, pues, nuestras cabezas ante el genio del diario progre francés y del autor ruso por excelencia. Segundo, atención a los conceptos escogidos por los diarios en sus títulos. La mayoría se deja impresionar (o asustar) por los ruidos nucleares de Putin —especialmente Ara, El Punt Avui y La Razón, un poco menos La Vanguardia y El Periódico—, mientras que El País, El Mundo y ABC destacan la debilidad del tirano y las revueltas contra la movilización en Moscú y San Petersburgo, las ciudades donde se hace y deshace la política rusa.

Tanto los diarios atemorizados por la retórica milhombres del tirano, como los que lo ven desesperado y débil, publican en portada fotografías del Omon, la brutal policía antidisturbios del Kremlin, llevándose detenidos a manifestantes contra la guerra. Han arrestado a cerca de 1.500 este miércoles. Párate aquí un momento. No pienses que esos manifestantes están en favor de la paz y la democracia. ¿Dónde estaban cuando se conocieron los horrores de Bucha, Mariupol se moría de hambre o se bombardeaban centros comerciales y estaciones llenas de civiles en Kíiv, Khàrkiv o Kramatorsk? Protestan ahora que puede tocarles a ellos ir al frente —a buenas horas, mangas verdes. Vuelve ahora a las portadas. Si tú dices que Putin no va de farol, que "va a todas", y lo ilustras con los antidisturbios —qué recuerdos en Catalunya ¿no?— refuerzas el mensaje del miedo. Si explicas que el discurso de movilización se contesta con bullangas en la calle, muestras la debilidad del régimen. Casualmente, la narrativa miedosa encaja con el sentimiento de buena parte de la opinión pública y publicada al principio de la guerra, que recomendaba la rendición de Ucrania con actitud condescendiente y burguesa. El appeasement. Casualmente, en mayor o menor grado, los cuatro diarios impresos catalanes caen en este cuadro de pusilánimes y encogidos. Por suerte para los ucranianos, su presidente, Volodímir Zelenski, decidió luchar. Escogió la guerra y no el miedo —qué recuerdos en Catalunya ¿no?—.

¿Por qué las portadas miedosas —o escrupulosas, va— producen una sensación amarga, desagradable? Porque no leen bien el discurso de Putin, cegadas por sus miedos. Al tirano se le nota bajo presión de los sectores nacionalistas y militaristas, de los oligarcas y altos burócratas, y hace lo imposible por complacerlos sin inquietar a la ciudadanía. Quiere dar la impresión de que no pierde la guerra, que todo es "culpa de la OTAN" y de "las élites occidentales" —así lo ha dicho. Ha sido sagaz al pintar la movilización como "parcial", aunque el texto de la orden no pone ningún límite al reclutamiento. También al decir que el objetivo bélico se mantiene: "El objetivo principal de esta operación, que es liberar todo el Donbas, permanece inalterado". ¿Entonces qué sentido tiene que haya esgrimido los referéndums de anexión en Kherson y Zaporízia, que caen fuera de las provincias de Luhansk y Donetsk, constituyentes del Donbas? Porque si son territorio ruso se justifica el uso de armas nucleares. Más astuto aun al presentar la movilización como una decisión del Ministerio de Defensa y del Estado Mayor a la que él "da apoyo", como queriendo decir que la dirección de la guerra es cosa de los militares y que si se pierde la culpa es de ellos y no suya. Analistas de referencia (Ryan, Hertling, Kofman, Lee, Massicot, etcétera) piensan que la movilización parcial no apaciguará a los intransigentes e indignará y asustará a la ciudadanía. Quizás por eso las protestas y las colas kilométricas en las fronteras, los vuelos que parten de Rusia llenos como un huevo y los billetes de avión que han multiplicado su precio casi por cinco en un día.

Las portadas miedosas hacen ruido de angustia también por falta de análisis técnico. Rusia tiene que relevar a 50.000 muertos en el frente más heridos, enfermos y los que han renunciado. Los soldados aptos ya llevan ocho meses luchando. Dado que el rendimiento en combate se degrada a partir de la 12ª semana, se trata de una tropa agotada que hay que sustituir, cosa imposible sin la movilización parcial. Según los analistas, los 300.000 reservistas no son bastantes para cambiar el resultado de la guerra. No sirven para reconstruir una fuerza ofensiva sino para cubrir el relevo de los actuales soldados y mantener el territorio ocupado. Estos meses, Ucrania, ha movilizado aun más personal que Rusia, de manera que tiene la oportunidad de seguir su avance y recuperar más territorio. Hablando en plata, Putin acepta que puede perder la guerra. No la deja con la esperanza de alargarla y que Occidente se canse de ayudar a Ucrania, cosa que, hasta ahora, no ha funcionado. Además, los mandamases de China y la India, Xi Jinping y Narendra Modi, todavía aliados, le han dicho la semana pasada en Samarcanda que la guerra no toca, es decir, que su apoyo no es metálico ni eterno. En fin. Encima, el miércoles por la noche, Rusia cedió e intercambió a 215 soldados ucranianos, entre ellos 108 combatientes del regimiento de Azov y sus comandantes, por 55 rusos y Viktor Medvedchuk, un oligarca prorruso, el títere de Putin en Ucrania.

Michael Kofman, director de estudios sobre Rusia en el Centro de Análisis Naval, un think tank de los EE.UU., explica que la escalada de Putin prolonga la agonía de los ucranianos sin ofrecer una posibilidad real de victoria a Rusia. El anuncio de Putin no altera la perspectiva de una victoria de Ucrania, sea dicho con cautela. Sólo significa, tristemente, que habrá muchos más muertos antes de que ocurra. Como ves, la situación real no deja mucho espacio al relato temeroso de las portadas acobardadas por las muecas nucleares de Putin.

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