Hace casi siete semanas que empezó la ofensiva de Israel en la Franja de Gaza, a consecuencia del ataque de Hamás el 7 de octubre –pese al alto el fuego que ha empezado este viernes–. El 24 de febrero del 2022, Rusia empezó la invasión a gran escala de Ucrania. El 15 de marzo del 2011 empezó la guerra en Siria. Son solo tres de los conflictos que hay sin resolver en el mundo.

A la edad media a las personas con un trastorno mental se las trataba como poseídas por espíritus diabólicos. Especialmente por parte de la Iglesia católica, que consideraba los síntomas como una cosa relacionada con la brujería, destaca una publicación del portal activament.org. Desde la antigüedad las personas con algún problema mental convivían con el resto de la sociedad. Eso sí, la relación con los otros dependía del lugar o la cultura, pero siempre entre el rechazo. No fue hasta el siglo XIX que se crearon hospitales especiales para "locos" –se les catalogaba bajo esta etiqueta– con la intención de darles un tratamiento médico sin violencia, como se había hecho entonces. Las celdas de aislamiento seguían existiendo. No fue hasta 1926 que se creó, tal como destaca la cadena SER, la primera escuela de Psiquiatría para estudiar y tratar enfermedades mentales. Un hecho que parece habitual ahora, no tiene 100 años de historia. Sin embargo, a partir de los años treinta, toda reforma chocaba siempre con la eterna falta de presupuesto –un hecho que no parece haber cambiado tanto–, cosa que condenaba al fracaso cualquier política que pretendiera mejorar drásticamente la situación de estos enfermos. Todavía en aquellos años se utilizaba el electrochoque, la lobotomía o la insulina como métodos para tratar a los pacientes. Por suerte eso ha quedado atrás. Lo que no ha quedado atrás son los traumas, la ansiedad, el estrés postraumático, la angustia, el sufrimiento y los diferentes trastornos.

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Cuando se piensa en salud mental, la última conexión que se hace es con una guerra como las que se viven de hace años; como la de Siria, Ucrania o el conflicto entre Israel y Hamás. Aunque, guerras, hay de muchas y de muchos tipos. Si bien es cierto que en un conflicto bélico no es una prioridad, a largo plazo puede dejar unas consecuencias fatales, especialmente, si como todas las enfermedades mentales, no obtienen ningún tipo de tratamiento. Es difícil en este contexto constatar el impacto en la salud mental que han tenido guerras en curso, como las recientemente mencionadas.

La odisea del trastorno por estrés posttraumático

Los soldados siguen luchando, aunque ya no hay guerra. Los civiles todavía escuchan bombas y explosiones a su lado, aunque ya no hay. Un claxon te puede hacer recordar una alarma antiaérea, aunque ya no se oigan. Faltas de concentración, imposibilidad de hablar, pesadillas, depresión. Antes se creía, tal como destaca el National Geographic, que los soldados simplemente estaban embrujados por fantasmas. Si son tratados hoy, lo más normal es que reciban un diagnóstico psiquiátrico formal de trastorno de estrés postraumático (TEPT). Si bien es cierto que este trastorno tiene unas raíces fuertes en el combate, la comunidad médica reconoce ahora que este es un trastorno que afecta por igual a civiles y soldados. Y es que, guerras, las hay de muchos tipos. Los pacientes desarrollan este trastorno, según detalla la misma publicación, después de experimentar o presenciar un suceso traumático, definido como amenaza o muerte real, lesiones graves o violencia sexual. Y sus síntomas afectan a su capacidad para afrontar el presente.

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La Primera Guerra Mundial, en este caso, introdujo una serie de armas de combate que hasta entonces nadie había podido imaginar. Fue entonces que surgió el término de "neurosis de guerra", para describir una serie de lesiones mentales. Desde tics faciales, hasta la imposibilidad de hablar. Según destaca la misma publicación, centenares de miles de soldados de los dos lados salieron de la Primera Guerra Mundial bajo el cual ahora recibiría el nombre de TEPT. Los tratamientos, en aquel momento, estaban ligados a la disciplina, tal como insiste la publicación, citando a la historiadora Fiona Reid. "El tratamiento de la neurosis de guerra estaba constantemente ligado a la disciplina" a los ejércitos que tenían problemas para alinear sus creencias en el valor y el heroísmo con la realidad de los hombres que llevaban heridas invisibles.

En la Segunda Guerra Mundial las cosas cambiaron un poco –un poco–. En aquel momento, los psiquiatras ya reconocían que cada vez más soldados que participaban en combates tendrían problemas de salud mental a posteriori. Llegaron a la conclusión que demasiados hombres propensos a la ansiedad o a las "tendencias neuróticas" habían sido seleccionados para servir en la anterior guerra. Pero la realidad fue otra. El National Geographic mismo destaca que la Segunda Guerra Mundial acabó con el doble de soldados diagnosticados con TEPT que la Primera Guerra Mundial.

Las definiciones hoy del estrés postraumático

Hoy la definición de TEPT es mucho más amplia que nunca. Se incluyen supervivientes no solo de guerra y soldados. Si no supervivientes de abusos, agresiones sexuales, maltrato, crisis sanitarias, desastres naturales, operaciones quirúrgicas, luto, tiroteos, accidentes y otras situaciones. Se asocia a varios tipos de trastornos, desde flashbacks y pesadillas hasta la hipervigilancia, problemas de concentración, amnesia, disociación y creencias negativas sobre sí mismos o sobre los otros, destaca el artículo. Los investigadores, sin embargo, van haciendo trabajo y van desarrollando nuevos tratamientos para el TEPT y aprenden más sobre como el trauma afecta al cerebro y el cuerpo. También están observando si los efectos de un trauma se pueden transmitir de una generación en otra, constata también National Geographic.

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El daño psicológico de las guerras

Las guerras producen un dolor psicológico enorme provocando dolor también en la población civil. El asedio, la violencia, las bombas, la muerte, el miedo. La destrucción de las viviendas, escuelas, escenas de cotidianidad. Es una clara muestra del deterioro de las condiciones de vida de las personas. Y, por lo tanto, de salud mental. Además, hay que poner énfasis en el hecho de que las guerras eliminan toda la estructura social y económica, producen pobreza, exclusión y pérdida de valores, como recuerda el portal consaludmental.org. "Los conflictos bélicos son letales para la salud mental de las personas", advertía Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, en un artículo de la misma web. "No podemos olvidar que las consecuencias de la guerra se prolongan mucho más allá del día que acaban, porque dejan huella no solo a la estructura social y económica de un país, sino a la salud mental de las personas que la sufren, y que eso puede tener repercusiones muy importantes en el bienestar de la población a medio-largo plazo".

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La OMS calcula que el 10% de las personas que viven experiencias traumáticas suelen sufrir graves problemas de salud mental. El mismo artículo, cita que los niños, niñas y adolescentes son especialmente vulnerables; según indica Mental Health Europa (MHE). "Las Experiencias Adversas a la Infancia (ACE, por las siglas en inglés) tienen una poderosa relación con la salud física y mental de las personas adultas". Por otra parte, el mismo artículo, se hace eco de un estudio publicado por The Lancet en el 2019 que actualizó, a peor, las estimaciones de la OMS: "Aproximadamente una de cada cinco personas en entornos posteriores a un conflicto tiene depresión, trastorno de ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia". Todavía es temprano para saber o calcular la magnitud del impacto en la salud mental de las personas afectadas por el conflicto entre Hamás e Israel. Con los datos en la mano, sin embargo, queda claro que las consecuencias serán graves. Como la cifra que se puede desprender de los otros dos conflictos mencionados también.