"A las 5 de la madrugada del 24 de febrero del año pasado mi hijo vino a la habitación y me dijo: '¿mamá, qué pasa?' Había explosiones, y las alarmas de los coches estaban sonaban de manera continuada. No entendía qué pasaba, la palabra guerra estaba en todas partes. Los psicólogos dicen que hay 3 reacciones a la guerra: combatir, correr y quedarse en pánico. Me quedé en pánico. Pero, claro está, como mujer y como madre, sabía que tenía que mantener la calma. ¿Cómo te calmas cuando hay pánico a tu alrededor, cuando hay maletas, vehículos en la carretera, explosiones, cola para ir a los sótanos? Mi trabajo sonaba irrelevante", explica Natalia, de 48 años y gerente de ventas. La guerra hizo que cambiara Kyiv por Plymouth, en Inglaterra. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es para ella y otros testigos un día más. "Los maridos de mis amigas están en la guerra", añade.

"Antes de la guerra, era voluntaria en una fundación que ayudaba a los niños a combatir el cáncer, y también en orfanatos. Organizamos ayuda y apoyo para niños que se habían quedado sin nadie", constata. Y además, "las mujeres ucranianas que están en otros países aprenden idiomas, hacen cursos en línea y ganan experiencia. Tendremos una experiencia increíble que podremos aplicar después de la guerra. A pesar de todo, también tendremos graves problemas de salud mental, que posiblemente impactarán en nuestra carrera profesional".

"Solo puedo dormir en sitios donde sé que al día siguiente me levantaré y estaré viva"

"Dejé a la familia, a las amistades, todo atrás", comenta Polina, analítica de datos que ha cambiado Ucrania por Irlanda. "Solo puedo dormir en sitios donde sé que al día siguiente me levantaré y estaré viva. Es muy difícil describirlo con palabras, porque tener una sola conversación sobre el tema me hace tener miedo y llorar. Oír explosiones, ver gente muerta, el miedo a que un misil caiga a tu casa es un trauma para toda la vida". De esta manera, destaca que "la influencia de la guerra se puede ver en todas partes, hay manifestaciones en todas partes, gente más agresiva u otros mucho más reservados".

Pero se atreve con definiciones. "Desde mi experiencia personal, puedo decir que las mujeres ucranianas estamos muy motivadas y somos muy fuertes. Tenemos muchas ganas de vivir y creer que nos puede pasar lo mejor bajo cualquier circunstancia. Todo el mundo intenta adaptarse a esta nueva realidad". Destaca, pero, que no tiene a familiares luchando en la guerra porque su familia la forman, básicamente, mujeres.

Para Iryna, de 53 años, y trabajadora en la ciudad de Berdychiv también es difícil. "Mi sobrino, de 21 años, está actualmente en el ejército". Comenta que durante medio año ha estado en Mykolaiv y en Jersón. "No es nada fácil para la gente que está luchando". Detalla que su experiencia haciendo de voluntaria ha consistido, básicamente, en recolectar dinero para enviar al ejército. "Tendremos que trabajar muchísimo para levantar el país".

Para Helena, de 59 y editora de un diario de Kyiv, es y ha sido muy difícil de gestionar el estrés de la guerra y el pánico que suponen las explosiones. "Estoy constantemente preocupada por la vida de mis familiares. Perdí el trabajo y me quedé sin dinero. Todavía me quedan dos años para jubilarme y no puedo encontrar nada que no sea temporal". Piensa que la guerra ha tenido un impacto terrible en las mujeres. "Fueron obligadas a marcharse del país y cuidar de los hijos. Las que se han tenido que quedar en territorio ocupado han sido sometidas a violencia, han perdido familiares y han sido obligadas a sobrevivir bajo condiciones inhumanas".

"Como madre y mujer, la guerra es miedo, es preocupación por los niños, por su salud, por su vida y su futuro. Por el futuro de Ucrania. Profesionalmente, la guerra me ha hecho querer trabajar más, mejorar mis habilidades y dar la asistencia posible a los que lo necesitan", relata Anna, de 56 años y abogada en Odesa. "Pienso que la guerra, para muchas mujeres, yo incluida, ha comportado llantos, preocupaciones, separarse de los seres queridos; y para muchas, también pérdidas". "He estado colaborando como voluntaria y he llevado comida caliente a los soldados en los puestos de control, sobre todo al principio de la guerra. Con mi hija cocinamos de todo. Ahora está todo muy bien organizado y no necesitan nada. A pesar de todo, a veces les llevamos dulces o pastas para el té".

"Sinceramente, tengo esperanza y creo en la victoria de Ucrania. Y no solo con el final de la guerra, sino con todos los cambios positivos que pueden venir después, desde el punto de vista social y también profesional", concluye.

 

Imagen principal: centro médico improvisado en Járkov / Efe