El periodista y escritor Henrique Cymerman (Oporto, 1959) es una de las voces más autorizadas para entender Oriente Medio. Durante más de tres décadas ha informado para televisiones de Europa, Israel y el mundo árabe, construyendo puentes entre comunidades y líderes. El papa Francisco lo nombró “ángel de la paz” por haber impulsado el histórico encuentro de oración entre Shimon Peres y Mahmoud Abbas en el Vaticano. Ahora publica El enigma Israel (Arzalia Ediciones), un libro que quiere explicar “la otra cara” de un país a menudo reducido a los titulares de guerra. Con rigor histórico y mirada crítica, Cymerman traza un recorrido desde los orígenes bíblicos hasta la política contemporánea, pasando por los grandes retos democráticos, económicos y sociales del país. Hablamos con él sobre el libro, el conflicto, los estereotipos y la posibilidad de una paz duradera en la región.

Su libro, El enigma Israel, quiere deshacer los tópicos y mostrar una cara menos conocida del país. ¿Qué le llevó a escribirlo ahora y qué cree que no entendemos todavía sobre Israel?
He cubierto Oriente Medio durante años, he estado en Irak cubriendo la guerra contra el Estado Islámico. He entrevistado a todos los líderes de Hamás a lo largo de los años, desde los noventa, desde el fundador hasta mediados de este período. De los siete fundadores de Hamás, a seis los entrevisté decenas de veces, y conozco bien la organización. He estado en casa del líder muchas veces. Y, sin embargo, estalla el 7 de octubre, que según el historiador israelí Yuval Noah Harari, es la catástrofe más grande y el acto de barbarie más grande desde el año 70, la caída del Segundo Templo de Jerusalén en esta zona del mundo. Y yo veo que la prensa occidental, la opinión pública occidental, no acaba de entender lo que está pasando. Es decir, el 8 de octubre, un día después, tres semanas antes de la invasión israelí en Gaza, empiezan dos mil quinientas manifestaciones en el mundo al mismo tiempo, con los mismos eslóganes, con los mismos lemas. La misma organización. Era una campaña. Todo estaba preparado. Y yo me vi con la obligación, aunque el actual gobierno israelí no es un gobierno de mi devoción ni mucho menos, me vi con la obligación de aclarar las cosas, de explicar las bases de lo que estamos hablando.


 

Cuando oigo a alguien decir que “Israel es un país colonial”, como si fuera Inglaterra en la India o Portugal en Angola y Mozambique, pienso que es una comparación errónea. Israel es el único país del mundo donde, hace tres mil años, un rey –David– estableció Jerusalén como capital. Calificar a este pueblo de “colonialista”, como si no tuviera ningún vínculo con esta tierra y hubiera llegado un día para conquistarla y expulsar a sus habitantes, es una descripción falsa. Decidí aclarar estos conceptos, pero también ir al post 7 de octubre, explicar lo que yo creo que está pasando en Oriente Medio y también mostrar una luz al final del túnel, que es decir: “Señores, esto puede suponer un cambio.” Un new design, lo llamo, un nuevo dibujo de Oriente Medio, en el que continúen los llamados Acuerdos de Abraham entre Israel y los países árabes, donde se normalizan las relaciones entre Israel y una serie de países árabes y musulmanes, entre ellos Arabia Saudita, Indonesia, Siria y el Líbano.

Creo que es una posibilidad factible en los próximos años. A la vez, hay que preguntarse qué puede pasar con la cuestión palestina. En el libro me atrevo no solo a hablar del lado más oscuro –la destrucción, lo que pasó el 7 de octubre, la operación militar israelí y la tragedia brutal que vive Gaza–, sino también a poner el acento en aquello que, a mi entender, deberían ser las soluciones de futuro.

Hay que reconstruir Gaza y hay que sacar a dos millones de palestinos de las garras de un grupo terrorista

Habla de la "segunda guerra de independencia" y del largo camino del pueblo judío. ¿En qué consiste hoy esta lucha por la supervivencia –política, identitaria o moral– de Israel?
Para Israel el 7 de octubre es un terremoto. Y este terremoto no solo hizo que 150.000 israelíes perdieran su casa en el norte y sur, y tuvieran que marcharse por miedo a otros 7 de octubre. Sino que además cambió la situación estratégica en la región. Y yo diría que, en el ámbito interno, esto también tiene enormes repercusiones. Por eso creo que Israel se encuentra en una situación en la que nada puede ser igual después del 7 de octubre. Creo que estamos a punto de empezar algo nuevo, y espero que dentro de este nuevo escenario haya elementos positivos. De hecho, ahora que nos encontramos en el inicio de un alto el fuego frágil, problemático, difícil, lleno de minas, pienso, sin embargo, que no queda otra alternativa que seguir adelante y transformar Gaza en lo que debe ser. Hay que reconstruir Gaza y hay que sacar a dos millones de palestinos de las garras de un grupo que, según la Liga Árabe –22 países–, y según la Unión Europea –27 países–, es un grupo terrorista que ha traído una desgracia a Gaza. Hay que aislar a estos grupos y hacer que el mundo árabe, en primer lugar la Autoridad Palestina –que es quien debería representar a los palestinos–, y también la comunidad internacional. Espero también que la Unión Europea, reconstruyan Gaza de otro modo y permitan acuerdos de paz futuros que también ayuden a Israel a volver a una cierta normalidad después de los dos años más anormales de su historia, y una gran tragedia.


 

Habla de reconstruir Gaza. ¿Cómo se reconstruye Gaza estando como está?
No hay alternativa. Hay que dar una esperanza a esta población ahora. No se podrá conseguir mientras Hamás esté dando vueltas con sus armas y esté ejecutando a gente. Me dicen que ya son más de quinientas las personas que han sido ejecutadas sin juicio. Ellos siempre les disparan en una pierna y los convierten en cojos porque, supuestamente, robaron ayuda humanitaria o porque hablaron mal de Hamás. También hay que aislar a estos grupos y hoy en día hay un consenso en la comunidad internacional de que no queda otra alternativa que desarmar a Hamás. Yo tengo mis dudas de que lo entreguen todo, pero aunque entreguen solo los llamados misiles, los cohetes, eso ya sería una gran cosa. Lo que me dicen a mí en Ramala, en la Autoridad Palestina, que tendrá un papel en el futuro, será que primero habrá una fuerza multinacional.

Entrevista Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto
Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto

Hay que acabar con los túneles. Todavía hay dos tercios de los túneles que están intactos. Dos tercios. Estamos hablando de centenares de kilómetros. Probablemente había 800 kilómetros de túneles construidos por Hamás bajo Gaza, donde solo permitían el acceso a la gente de Hamás y a los 251 rehenes israelíes que fueron secuestrados. Esto no puede quedar intacto. La fuerza multinacional que entrará –que yo creo que en principio será de Azerbaiyán y de Indonesia, después entrarán egipcios y otros– tendrá que poner fin a todo esto. Lo que había de túneles en Gaza es más del doble del metro de Nueva York.


 

Quiero decir, estamos hablando de invertir miles de millones para construir esto en vez de crear infraestructuras para la población civil: escuelas, hospitales, carreteras; no lo invirtieron en eso, sino en la guerra, en realidad. Se empiezan a reconstruir escuelas en Gaza; hay un plan internacional que aún no se ha hecho público, que se publicará en cuestión de días por el presidente Trump, en el cual se construirán centenares de escuelas para, como mínimo, medio millón de niños que no han ido a la escuela durante dos años. Y que antes, cuando iban, estaban contaminados por la ideología totalitaria y fundamentalista de Hamás, que los incitaba al suicidio y al martirio en vez de enseñarles a vivir por su patria y a construir un Estado. Porque no te olvides: Hamás se opone a un Estado palestino. La gente se olvida también. Se cree que Hamás es una resistencia que lucha como la resistencia francesa contra los nazis. Hamás quiere un Estado islámico. No quiere un Estado palestino ni quiere el Estado judío para los otros.

Teniendo esto claro, ¿cuáles son los próximos pasos?
En primer lugar, entrará una fuerza militar multinacional que deberá limpiar la infraestructura de armas y militar en Gaza. Después deberá ser reemplazada por la Autoridad Palestina, que es la propietaria legal de las zonas palestinas y la que debería controlar Gaza y estar allí para reconstruirla. Por eso se ha creado un gobierno. Hay un gobierno que llaman una comisión teocrática palestina, que será quien gobernará Gaza, de hecho, y habrá una comisión internacional encabezada por el mismo Trump, que probablemente incluirá a Tony Blair y otras personalidades internacionales que ayudarán a este gobierno palestino a empezar un proceso de reconstrucción de Gaza. Es un plan Marshall similar al que se hizo en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Berlín y Gaza en los años cuarenta no son muy diferentes, desgraciadamente, pero es necesario, de alguna manera, aislar a los radicales y permitir que el mundo árabe, la Autoridad Palestina y la comunidad internacional ayuden a crear algo diferente, con una condición: que no se vuelva a repetir un 7 de octubre.

¿Ve más sólido este alto el fuego que los que ha habido hasta ahora?
A mí, me sorprende mucho cuando veo, aparte de la izquierda europea, y también, de alguna manera, en Estados Unidos y en América Latina, que está un poco escéptica sobre el acuerdo, como si hubiera caído muy mal. Lucharon por el alto el fuego igual que yo durante todo el tiempo, pidiendo un alto el fuego como un millón de israelíes que salían a la calle cada semana para pedir lo mismo: el retorno de los rehenes. Y sabían que si volvían los rehenes, la guerra se acababa. Si los rehenes hubieran vuelto hace un año y medio, la guerra se habría acabado hace un año y medio. Pero Hamás no quería liberar a los rehenes. Entonces, la administración estadounidense hizo una jugada maestra, traer a Turquía y Qatar, que son dos grandes protectores de Hamás, y conseguir que, precisamente, los protectores de Hamás fueran los que liberaran a los rehenes. Quizás por este poder de disuasión de bully que tiene Trump, que provoca miedo en algunos sectores árabes. Biden nunca en la vida lo habría podido hacer, y yo habría votado a Biden, pero reconozco que Biden no habría podido conseguir lo que se ha conseguido. Y esta es la diferencia entre este acuerdo y otros acuerdos del pasado: que hay una administración estadounidense totalmente comprometida con esto, por una serie de motivos, si quieres –podemos hablar de ello–, a veces también por intereses económicos muy importantes. Ellos esperan 14 billones de dólares de inversiones del Golfo en Estados Unidos. No todo es altruista ni filantrópico. Hay muchos intereses detrás. Pero, ¿y qué? Lo importante es que este acuerdo salga adelante.

vertical Entrevista Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto
Entrevista Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto

Entonces, ¿se podría conseguir esta reconstrucción?
Creo que hay una determinación por parte de Estados Unidos y de sus aliados en la región que convierte todo esto en algo muy difícil que no funcione. Fíjate: el otro día estuve en Kiryat Gat, en el sur de Israel, donde encontré, en medio de un lugar que es literalmente el fin del mundo –una zona residencial e industrial olvidada–, una base internacional llamada “Kiryat Gat DC”, como Washington DC, en tono irónico. Prácticamente en el desierto, llena de oficiales estadounidenses –unos 200– que controlan toda la operación, con el apoyo de egipcios, jordanos, emiratíes, saudíes, gente de Azerbaiyán y de Indonesia que está llegando. Es decir, un esfuerzo internacional muy significativo. Trump, en la misma semana, ha enviado a Israel a sus dos emisarios principales –los hombres fuertes, Kushner y Wico–, y también al vicepresidente por un lado y al secretario de Estado por otro, que han pasado varios días en el país. Esto demuestra que hay una voluntad seria de que algo pase.

Hay un interés internacional real por poner fin a esta situación

Aquí hay un ultimátum a Hamás: “Debéis entregar los cuerpos.” Quedan trece cuerpos en manos de Hamás, y les han dicho que, si no lo hacen, deberán asumir las consecuencias. Creo que Hamás está asustado. Empiezan a mostrar que están intentando mover ficha. Los egipcios han entrado estos últimos días, por primera vez desde el 67, dentro de Gaza. Ellos controlaban Gaza hasta 1967, pero desde entonces no habían vuelto a entrar. Ahora están dentro, buscando cuerpos de rehenes. Todo esto demuestra que hay un interés internacional real por poner fin a esta situación. Creo que será difícil, a menos que pase algo que ahora mismo no veo. Es cierto que habrá dos pasos adelante y uno atrás, habrá conflictos entremedio. Hay muchos hombres de Hamás que han intentado cruzar la línea de separación –a la cual Israel se ha retirado según el acuerdo–, e Israel ha dejado claro que no permitirá bajo ningún concepto que lo hagan. Por eso los ataca y mata a algunos de ellos para evitarlo y mantener esta línea. Creo que los conflictos continuarán, pero me parece que el tren ya ha salido de la estación.

¿Y qué pasa con los Acuerdos de Abraham?
El 7 de septiembre –un mes antes de los ataques–, yo era miembro de una delegación de doce israelíes, encabezada por una mujer, la doctora Anita Phil, y once hombres más, invitados oficialmente a Arabia Saudí con unas acreditaciones gigantes que decían “Israel”. Y veías la cara de sorpresa de todos los representantes árabes y musulmanes: por primera vez veían israelíes paseando por Riad o Dammam. El objetivo saudí era enviar un mensaje a todo el mundo árabe y musulmán: “Estamos muy cerca de una normalización con Israel”. La decisión de Irán de activar a Hamás el 7 de octubre fue, sobre todo, un intento de fusilar aquel acuerdo, aquella normalización entre Israel y Arabia Saudí. ¿Por qué? Porque Arabia Saudí es la custodia de La Meca y Medina, los lugares sagrados, y sabían que, en el momento en que Arabia Saudí estableciera relaciones diplomáticas con Israel, muchos otros países lo seguirían, como si recibieran luz verde para hacerlo. Y consiguieron su objetivo.

Sin embargo, después de todo lo que ha pasado en estos dos años de guerra, las negociaciones entre Israel y Arabia Saudí se han reanudado de alguna manera. Los saudíes dicen que no quieren formar parte de los Acuerdos de Abraham, porque no son un pequeño país más: son la potencia del mundo musulmán, con 2.000 millones de fieles. Quieren, por lo tanto, un marco propio, quizás dentro de su acuerdo de seguridad con Estados Unidos, que se está negociando en estos momentos. Creo que el príncipe Mohammad bin Salman, rey de facto, viajará a Estados Unidos en unas semanas, e imagino que todo esto formará parte de las conversaciones. Pero los Acuerdos de Abraham seguirán creciendo.

Entrevista Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto
Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto

Sé que ya hay borradores de acuerdos entre Israel y varios países, algunos sorprendentes, como Indonesia, el país con más población musulmana del mundo, con 275 millones de habitantes, más de la mitad de la Unión Europea. Creo que Siria también es otro país que está muy cerca, como Arabia Saudita. Ahora bien, Arabia Saudita exige una serie de condiciones relacionadas con la cuestión palestina: no la creación inmediata de un Estado palestino, sino un reconocimiento israelí de la necesidad de crear uno en el futuro. En el acuerdo de Trump, de 20 puntos, el punto número 19 habla precisamente de eso, de iniciar un camino que lleve a la autodeterminación y a un Estado palestino. ¿Y quién lo firmó por parte de Israel? El gobierno más derechista de la historia de Israel. Es muy curioso, pero nada es lo que parece en Oriente Medio. Y aquí, a menudo, hacemos una cobertura que es una caricatura de la realidad, que ignora los matices que complican la narrativa de “buenos y malos”, y solo se centra en lo que sirve a esta narrativa.

¿Quería Netanyahu, sin embargo, este acuerdo de paz? Porque su papel también ha sido muy cuestionado.
Fíjate que es muy interesante. Netanyahu lleva muchos años en el poder. Una vez él me preguntó "¿qué tal lo hago?". Y yo le dije políticos y pañales hay que cambiarlos con frecuencia. Y él se rió y me preguntó a mí hace años, hablando del estado palestino, por Andorra. Y yo se lo expliqué. Y él dijo que la única opción de crear un estado palestino sería un estado desmilitarizado. Han pasado muchos años, él no puede hacerlo por dos motivos, ahora. Uno porque para una parte de los israelíes que apoyaban a un estado palestino antes del 7 de octubre, ahora, en este momento es visto como un premio para Hamás, porque es el resultado de la mayor barbarie en la historia de Israel. Pero por otro lado, también, porque los israelíes dicen calma, veremos qué pasa. Veremos si son capaces de traer seguridad e impedir otro 7 de octubre. Otro problema que tiene es que su coalición, que él quiere mantener hasta las elecciones del año que viene. Depende de dos partidos de extrema derecha. Es un poco prisionero de lo que digan y hablar ahora de un estado palestino sería para él el fin del gobierno.

Entrevista Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto
Henrique Cymerman / Foto: Carlos Baglietto

Pero, Israel ha perdido la guerra mediática.
Lo que pasó no es algo humano, no es algo que se debería hacer y los palestinos han visto cómo Hamás los utilizó como moneda de cambio. El objetivo de Hamás el día 7 de octubre era arrastrar al ejército israelí hacia Gaza. Eso era su objetivo. ¿Y por qué puedes preguntar? ¿Porque qué quiere Hamás que mate palestinos? Porque querían que pasara exactamente lo que ha pasado. Levantar la opinión pública internacional contra Israel y como muy bien dices. Israel ha perdido la guerra mediática. Entre otras cosas porque no ha participado. Yo digo que es como un partido de fútbol donde la portería quedó vacía y son cosas que se están debatiendo políticamente en Israel. Será uno de los grandes temas de las próximas elecciones. Israel, de alguna manera se ha dedicado a los siete frentes. Que es brutal. Es muy duro luchar un país tan pequeño en siete frentes y ha ganado, pero ha perdido el octavo, que es la guerra diplomática y la guerra mediática.

Alguien dijo que Israel es la “viagra” de una izquierda mediocre

¿Y la flotilla?
¿Puedo serte sincero? La flotilla fue una payasada, quiero decir, toda la energía que se dedicó para que algunos políticos mediocres se hicieran selfis e intentaran salvar sus carreras políticas. Alguien dijo que Israel es la “viagra” de una izquierda mediocre. Creo que eso es exactamente lo que pasó. Les faltan causas y, por eso, lo que hicieron fue aferrarse a la que había, y por eso están tan frustrados y deprimidos cuando ven que existe el principio de un alto el fuego en Gaza. Israel está allí y hay esperanza de construir algo diferente en Gaza. Y aquí ves depresión y resaca en algunos sectores de la izquierda dura que, a mi parecer, son inaceptables. Me da la impresión de que la izquierda, más que querer el alto el fuego o la paz, buscaba la continuación de la guerra y que Israel pagara el precio de esta guerra. Y creo que este no es el camino. Hay que intentar que haya acuerdos, justicia, educación para la paz y una generación que apueste por un futuro diferente, y no por continuar con este conflicto, que es el más antiguo de la historia de la humanidad.


 

La flotilla no tenía nada que ver con los palestinos. Yo estuve en Ramala y se reían de lo que hacía la flotilla. Además, me explicaron que lo que había en los barcos eran preservativos y droga, no ayuda humanitaria. La ayuda humanitaria que llevaron era mínima, un poco de polvo para bebés, y alguna otra cosa que llenaba solo un cuarto de camión. Toda la flotilla con sus 40 barcos solo llenaba un cuarto de camión de ayuda humanitaria. ¿Sabes cuántos camiones entran cada día? En los momentos más críticos, 300. Hablamos de un cuarto de camión para todo este festival que parecía un paseo por el Mediterráneo de semanas para llevar ayuda a los palestinos. No, esto no ayuda a los palestinos; los palestinos se ayudan de otra manera, haciendo cosas concretas, como las que yo vi esta misma madrugada en Barcelona. Había gente reunida preparando los currículos que se enseñarán en las escuelas de Gaza cuando, en los próximos meses, con la ayuda de Dios, se abran estos colegios y los niños puedan volver a estudiar. Hoy están escribiendo los libros de geografía, literatura y matemáticas, no como los libros de Hamás que decían: “Si mato 15 judíos y no mato tres, ¿cuántos quedan vivos?”. No, un contenido positivo y constructivo para el futuro del pueblo palestino, que se merece un futuro diferente.