Las constantes fanfarronadas nucleares del Kremlin podrían haber tenido finalmente un efecto inesperado en Washington. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha ordenado el restablecimiento de las pruebas de armas nucleares estadounidenses, después de años de inactividad en este ámbito. “Debido a los programas de prueba de otros países, he dado instrucciones al Departamento de Guerra para que empiece a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones”, ha escrito Trump el jueves en una publicación en sus redes sociales. No ha quedado claro si se trata de una prueba de armas nucleares propiamente dicha o de un sistema con capacidad nuclear. El anuncio se ha producido poco antes de una reunión prevista con el presidente chino, Xi Jinping, en Corea del Sur.

La orden de Trump llega solo horas después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, asegurara que Rusia ha probado con éxito el torpedo submarino Poseidón, un arma experimental de propulsión nuclear con un alcance superior a los 9.000 kilómetros. Durante una visita a un hospital militar de Moscú, Putin describió el nuevo armamento como “único en el mundo” e “imposible de interceptar”.

Vladímir Putin / Europa Press
Vladímir Putin / Europa Press

Además, el líder ruso ha dejado entrever el despliegue inminente del misil intercontinental Sarmat, conocido popularmente como Satán 2, considerado el sistema de lanzamiento nuclear más poderoso desarrollado hasta ahora. Se trata de la segunda vez en una semana que Putin se vanagloria de nuevas armas de destrucción masiva, en un momento en que el tratado de desarme nuclear Nuevo START –vigente desde 2011– expirará en febrero de 2026.

Días antes, el Kremlin también había anunciado la prueba exitosa del misil de crucero Burevestnik, alimentado por energía nuclear y capaz, según Moscú, de volar durante horas o días a distancias prácticamente ilimitadas. Expertos militares occidentales, sin embargo, cuestionan la viabilidad técnica y la seguridad de este tipo de armas, que podrían resultar altamente inestables y contaminantes.

Una escalada de gestos y mensajes

Para el Kremlin, estas demostraciones no son tanto una amenaza militar directa como una herramienta de presión diplomática. Rusia busca reforzar su posición en el conflicto de Ucrania y reclamar atención ante el debate en Occidente sobre el envío de misiles Tomahawk de largo alcance a Kyiv, que podrían amenazar objetivos dentro del territorio ruso.

El momento escogido para las últimas declaraciones de Putin —justo cuando el diálogo con Washington se encuentra encallado— parece especialmente calculado. Sin embargo, la reacción de Trump ha sido inesperada: en lugar de optar por la contención, el presidente norteamericano ha decidido responder con la misma moneda.

En declaraciones a los periodistas a bordo del Air Force One, Trump criticó la insistencia de Putin en continuar la guerra en Ucrania: “Debería acabar con esta guerra, que debería haber durado una semana y ya lleva cuatro años. Eso es lo que debería hacer, en vez de probar misiles”, ha afirmado.

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Donald Trump / EFE

¿Una nueva etapa de tensión nuclear?

Con esta decisión, la Casa Blanca rompe décadas de contención y envía un mensaje que puede marcar un punto de inflexión en la política de seguridad global. El precedente más cercano data de finales de la Guerra Fría, cuando Washington y Moscú acordaron poner fin a las pruebas nucleares como parte de un esfuerzo por reducir riesgos y promover la estabilidad estratégica.

Ahora, sin embargo, el mundo parece volver a una dinámica de competición y desconfianza entre potencias. Lo que el Kremlin podría haber concebido como un gesto simbólico para reforzar su narrativa sobre Ucrania ha acabado, quizás, empujando al planeta hacia una nueva era de peligro nuclear, más incierta y volátil que nunca.