Del amor al odio dicen que hay un paso. Algunas definiciones subrayan que enamorarse tiene el significado de "envolver en amor", mientras que el odio es etiquetado como un sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de hacerle daño, causarle dolor o que le pase alguna desgracia. En este contexto, parece difícil que se pueda pasar de sentirse atraído por alguien y querer compartir la vida, a quererle hacer daño o incluso desearle la muerte. A lo largo de la historia, se han hecho grandes cosas por amor. Si bien es cierto que no hay que perderse en leyendas para valorarlo. Cada uno tiene una historia particular y única de amor (y de odio también). Si por amor se dice que se haría de todo, y estas frases hechas de "el amor todo lo puede" o bien "en el amor todo se vale", ¿qué pasa con el odio? ¿O qué pasa con el amor, el enamoramiento y el odio en las relaciones internacionales? Si el amor todo lo justifica, ¿el odio también?

El presidente ruso, Vladímir Putin, ha justificado la guerra con Ucrania con el objetivo de desnazificar el país. Pero también ha llegado a decir que Ucrania no es un país por él mismo, sino que solo una parte de Rusia. Israel, por su parte, ha justificado la guerra en Gaza bajo el pretexto de recuperar a los rehenes y también con la voluntad de acabar con Hamás. En este contexto, ¿qué papel tiene el amor en las relaciones internacionales? ¿Justifican los actos o los validan?

El amor y el poder, unidos en las relaciones internacionales

El amor y el poder son conceptos intrínsecamente vinculados al ámbito de las relaciones internacionales, y entender esta conexión puede dar luz sobre como se establece y mantiene el orden mundial. Así lo explica Liane Hartnett en su artículo académico How love orders: an engagement with disciplinary International Relations (Cómo ordena el amor: un compromiso con las relaciones internacionales disciplinarias). Al considerar el amor desde varias perspectivas, como el eros (amor romántico), la philia (amistad) y el agape (amor desinteresado), se revela cómo el amor puede tener un papel tanto al apoderamiento como a la desactivación en este contexto. Así, destaca que el filósofo Nietzsche fue fundamental para formular una comprensión crítica del amor y el poder. Él argumentaba que el amor podía ser tanto una fuerza de unión como de dominación, dependiendo de cómo se manifestara.

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Dicho en otras palabras: Imagina que eres un líder de un país y quieres mantener la paz y la estabilidad. Podrías hacerlo de diferentes maneras: usando tu poder para controlar otros países o trabajando con ellos en lugar de imponer tu voluntad. Aquí está donde entra en juego el filósofo Nietzsche. Él decía que el amor puede ser tanto una fuerza positiva como una negativa. Por una parte, nos puede inspirar a unirnos y trabajar juntos por un bien común. Pero también puede llevar al deseo de dominar a los otros.

En el artículo destaca que este concepto influenció profundamente el pensamiento de Hans Morgenthau, que, a su vez, lo integró en su análisis de las relaciones internacionales. Para él, el amor tenía el potencial tanto de apoderar como de desempoderar, y entender esta dinámica era esencial para comprender la política internacional. Sin embargo, Morgenthau también reconocía que el amor tenía un potencial redentor. En un mundo amenazado por la guerra nuclear, abogaba por un enfoque ético del amor como una fuerza que podría contrarrestar la tendencia hacia la destrucción. Eso implicaba un llamamiento a la comunidad global y a la solidaridad humana como formas de evitar la catástrofe. Comprender esta dinámica puede ofrecer ideas valiosas sobre cómo abordar los desafíos contemporáneos y construir un mundo más justo y pacífico, según destaca la autora.

Así, Morgenthau, que se inspiró en Nietzsche, constata, pues, que el amor y el poder están entrelazados de manera compleja. Él pensaba que para mantener el orden mundial, los líderes tienen que entender cómo el amor puede influir en las decisiones políticas. Pero hay un giro: Morgenthau creía que el amor también podría ayudar a evitar desastres nucleares. Pensaba que si las personas se preocupaban más por los otros y menos por el poder, podríamos evitar tragedias. En resumen, el amor y el poder son temas importantes a las relaciones internacionales. Entender como se entrelazan nos puede ayudar a construir un mundo más estable y pacífico para todo el mundo. En este sentido, quizás el amor y el odio, no están tan alejados, como dicen las teorías.

Los efectos de las emociones

Tal como dice el artículo What’s love got to do with it?’ Ethics, emotions, and encounter in International Relations  (¿Qué tiene que ver el amor? Ética, emociones y encuentro a las relaciones internacionales), una manera de entender las emociones acepta que hay una diferencia entre aquello que sentimos por dentro y aquello que mostramos por fuera. Eso nos lleva a pensar que las emociones son una cosa privada y oculta, y que solo nosotros podemos saber si son genuinas o no. Esta manera de pensar también nos hace dudar si los otros tienen emociones reales. El escepticismo es cuando dudas y buscas respuestas, aunque puede ser difícil encontrarlas. Stanley Cavell, un filósofo, estudia cómo esta duda afecta a nuestras relaciones. Él cree que el escepticismo puede hacer que evitemos el amor, lo que es malo.

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En el "Rey Lear" de Shakespeare, el rey quiere que sus hijas le demuestran la estima para darles el reino. Cuando Cordelia, que la quiere de verdad, se niega, el rey la rechaza. Eso muestra cómo el miedo del amor puede tener consecuencias graves. Cavell nos dice que el deseo de saberlo todo puede alejarnos del amor auténtico. Nos hace esconder las emociones y no ser sinceros. Eso puede causar problemas a nuestras relaciones. En resumen, pues, el escepticismo puede hacer que evitamos el amor, un hecho que puede ser perjudicial. Es importante ser honesto con uno mismo y con los otros, incluso si quiere decir mostrar nuestras emociones. Básicamente, y en conclusión, el texto nos enseña que el amor es importante en todas las relaciones y que hace falta aceptar y reconocer los otros tal como son. Además, nos recuerda que tenemos que ser honestos con nuestras emociones y no dejar que el escepticismo nos aleje del amor verdadero.

De esta manera, parece que no es tan fuera de lugar buscar una relación entre el amor y las relaciones internacionales, el amor y la política, el amor con uno mismo y con los otros. Quizás con un poco más de amor, y quien dice amor, dice comprensión, aceptación, validación y unos cuantos adjetivos más, la convivencia sería una pizca más fácil (y más empática y bonita).