El 2 de septiembre de 2015, una imagen dio la vuelta en el mundo: era el cadáver de un niño kurdo de dos años en la costa turca, que murió intentando cruzar desde Turquía en una lancha neumática hacia las islas griegas, como centenares de refugiados y migrantes aquel mismo año en aquella misma ruta. Ya hacía meses que moría gente, pero la foto que la reportera turca Nilüfer Demir (de la agencia DHA) hizo del cuerpo sin vida del pequeño Alan Kurdi sacudió la opinión pública en Europa y se volvió un símbolo de la crisis de los refugiados. ¿Diez años después de la foto de Alan Kurdi, cómo ha cambiado la situación del Mediterráneo?
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La imagen abrió el debate político sobre la obligación moral de Europa de acoger refugiados, y medio año después se llegó a un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía por el cual Bruselas transferiría en los siguientes años 6.000 millones de euros a Ankara para mejorar la atención a los refugiados sirios en el país. Además, el acuerdo preveía la deportación en Turquía de refugiados que habían llegado en las islas griegas y el traslado de una cifra similar directamente desde Turquía a países europeos. Sin embargo, las cifras quedaron muy por debajo del previsto en los dos casos. También es verdad que el dinero europeo ayudó, en cierta manera, a mejorar las condiciones de vida de los tres millones de sirios registrados en Turquía, que desde 2013 tenían acceso gratuito a la sanidad pública y a la enseñanza primaria, y podían trabajar de forma más o menos legal. Unas condiciones mucho mejores de las que había en los campamentos griegos y a la ruta balcánica.
Más de 30.000 muertes en el Mediterráneo desde 2015
Pero la otra realidad es que aquel acuerdo no frenó la tragedia. Diez años después, más de 30.000 migrantes han muerto o desaparecido en el Mediterráneo, cosa que evidencia que "primar las políticas de externalización y el control de fronteras solo provoca más sufrimiento y muerte". Así lo ha sentenciado este martes Amnistía Internacional, que ha añadido que Europa "sigue fallando" a aquellas personas que buscan protección. Los datos, recogidos por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), muestran que la mayoría de las muertes (unas 19.000) se producen ahora en el Mediterráneo central. Es decir, entre Libia, Túnez e Italia, y no en el mar Egeo, donde murió Alan. La segunda zona más mortífera en los últimos cinco años es la costa africana occidental, seguida del estrecho de Gibraltar, mientras que solo una mínima parte se produce en el Egeo, donde han muerto 1.800 personas desde 2016.
Amnistía Internacional ha subrayado que "Europa cada día renuncia con más insistencia a sus valores fundacionales: dignidad humana, libertad, igualdad y derechos humanos". En esta década, la UE y sus estados miembros "han persistido en sus planes de externalizar en otros países sus responsabilidades con respecto al asilo, por mucho que se han criticado, condenado y rechazado las vulneraciones de derechos humanos que implican", ha lamentado la oenegé. Y ha añadido: "Priorizar las políticas de externalización y el control de fronteras solo provoca más sufrimiento y muerte. La solución implica poner en el centro a las personas y que los Estados asuman la responsabilidad de abordar las causas que provocan los desplazamientos forzosos, tales como el cambio climático". Así, han concluido que no se puede "mirar hacia otro lado" y ha criticado las "promesas incumplidas" de Europa —en referencia al compromiso de los estados miembros de ser el hogar para al menos el 10% de los 1,3 millones de refugiados que se encontraban en situación más vulnerable—.
Refugiados, política migratoria y ética fotográfica
También hay que destacar que la cuestión de los refugiados parece resolverse con el retorno gradual de los sirios a su tierra, unos 400.000 desde la caída del régimen de Bachar al Asad en diciembre pasado. Sin embargo, lo que continúa tan candente como hace diez años es la investigación de una política migratoria razonable que ponga fin a la tentación mortal de atravesar el Mediterráneo en embarcaciones frágiles, y que garantice la migración necesaria para una Europa con una población cada vez más envejecida.
Por otra parte, no olvidemos que la foto de Alan encendió un debate sobre la ética de publicar la imagen de un niño muerto, aunque la polémica quedó medio hundimiento cuando su padre, Abdullah Kurdi, dio apoyo a su publicación. "Quiero que nos vea todo el mundo. Quiero que todo el mundo nos dirija la mirada. Podemos vivir una desgracia, pero no quiero que los que vendan después tengan que vivir la misma tragedia", ha dicho el Abdullah, en una entrevista de esta semana en la agencia de noticias turca Anadolu. El padre fue uno de los pocos supervivientes del naufragio de aquella lancha, en la cual murieron su mujer, otro hijo y el pequeño Alan.