La Unió Democràtica Federal (UDF) de Suiza, partido de carácter conservador y cristiano, está haciendo campaña para detener la celebración del Festival de Eurovisión, que considera un acontecimiento que promueve "el satanismo, el ocultismo y el antisemitismo". El festival se tiene que celebrar en el 2025 en Suiza después de que su representante, Nemo, ganara la última edición, celebrada en Suecia, y este partido, que representa una fuerza minoritaria en Suiza —solo ocupa un asiento en el Consejo Nacional— propone someter a votación popular la organización del concurso. En concreto, quiere que la ciudadanía vote en un referéndum las partidas presupuestarias que las ciudades y los cantones destinarán a la organización del festival, que calculan que tendrá un coste de 40 millones de francos. Así, plantean celebrar estas votaciones en el cantón y la ciudad de Berna, en Basilea, Zúrich y Ginebra.

La derecha argumenta que el Festival de Eurovisión es un acontecimiento donde la música ha perdido protagonismo para convertirse en un "acto de propaganda política", y rechaza que el concurso tenga que financiarse con dinero público. Además, asegura que acoger el concurso musical supone una "pérdida de imagen" para el país anfitrión. "Eurovisión muestra la decadencia espiritual de nuestra sociedad y dañaría gravemente la imagen de Suiza", asegura el UDF. En este sentido, señala que la reputación de Suecia se vio afectada este año a causa de las protestas anti-Israel en Malmö. De hecho, el antisemitismo es otra de las grandes preocupaciones de la derecha cristiana suiza, que lamenta "la hostilidad" con que fue recibida la representante israelí, Eden Golan, en la última edición del festival. "No queremos ofrecer un foro a un concurso que ha hecho muy poco para evitar estos excesos antisemitas", señalan.

Otro de los argumentos del UDF para parar Eurovisión es la proliferación de "mensajes y símbolos relacionados con el ocultismo y el satanismo". Una afirmación que justifican con la actuación de la cantante irlandesa Bambie Thug en la pasada edición, que estaba caracterizada como un demonio y la escenografía que incluía un círculo de velas con un pentagrama, que en la forma invertida es un símbolo satánico habitual. También asegura que Eurovisión es un espacio donde se permite la blasfemia, y donde la cultura woke —palabra que hace referencia a los movimientos progresistas que defienden las políticas identitarias— pone en juego los valores tradicionales.