La mentira puede ser una poderosa arma de guerra, y Rusia, especialmente desde que Vladímir Putin llegó al poder hace 25 años, es especialista en utilizar su maquinaria de propaganda para negar la evidencia y atacar discursivamente a su adversario como estrategia de defensa, y lo ha vuelto a hacer ahora a raíz de las acusaciones de que sus drones y aviones de combate han violado el espacio aéreo de diferentes países de la OTAN. El cinismo se ha convertido en un elemento destacado en la política contemporánea rusa y especialmente en el Kremlin, bajo el régimen de Putin. Las autoridades y organismos rusos dominan el arte del descaro y la desvergüenza a la hora de mentir y negar constantemente hechos ampliamente documentados, como ha sido el caso de la invasión del espacio aéreo de Estonia por parte de tres cazas MIG-31 rusos este viernes. El ministerio de defensa ruso, en un comunicado a través de su canal de Telegram, ha asegurado que el vuelo programado de tres aviones de combate desde Karelia (en la frontera con Finlandia), hasta un aeródromo de la región de Kaliningrado, transcurrió bajo un "estricto cumplimiento de las normas internacionales de aviación" y no cruzó el espacio aéreo de ningún otro país. "Durante el vuelo, las aeronaves no se desviaron de su ruta ni violaron el espacio aéreo de Estonia", afirma el ministerio ruso en el comunicado, donde reitera que el trayecto de los aviones transcurrió sobre aguas neutrales del mar Báltico, a más de tres kilómetros de la isla estonia de Vaindloo.
Mentir descaradamente
Cuando a principios de septiembre Polonia tuvo que abatir drones rusos que violaron su territorio en un ataque a Ucrania, e invocó el artículo 4 de la OTAN al considerar amenazada su integridad territorial, Rusia no reconoció haber violado intencionadamente el espacio aéreo polaco, negó la agresión hacia Polonia y atribuyó las acusaciones a campañas de provocación, aunque las evidencias polacas y de la OTAN confirmaron la presencia de drones rusos que fueron abaidos en suelo polaco. Aunque pueda sorprender que el Kremlin pueda mentir tan descaradamente y con toda impunidad, los expertos y analistas en política internacional han escrito mucho sobre como el putinismo ha convertido el cinismo en una herramienta central de su discurso político y la gestión pública, tanto en política interna como externa. Es una estrategia que busca sembrar confusión y desacreditar fuentes occidentales: aunque haya pruebas oculares, imágenes o consensos internacionales, el Kremlin suele negar la veracidad de los hechos y acusa a Occidente o al adversario de turno de manipulación o provocación.
Rusia, el imperio del cinismo
En un interesante reportaje firmado por el reconocido Marc Marginedas en la revista digital Frontera, este periodista que fue corresponsal de El Periódico en Moscú durante más de una década, escribió en el 2021: "Desde la llegada de Vladímir Vladímirovich Putin al Kremlin en 1999, Rusia se ha transformado en un imperio del cinismo. Y no en la bondadosa acepción que el término adquirió durante la Grecia clásica, aquella que definía a los cínicos como los seguidores de una escuela filosófica que instaba a rechazar las convenciones sociales artificiales. En el país más grande del mundo, triunfan quienes mienten sin reparo, destacan aquellos que hacen gala de lo inaceptable y se imponen los que convierten en virtud la falta de valores éticos. Es un virus que se origina en la cúpula del poder, para después replicarse por todas las arterias del Estado hasta sus más estrechos capilares; una enfermedad que se engendra en el interior de las rojas murallas del Kremlin, llegando a transmitirse a los funcionarios de menor rango y al personal subalterno".
Ser cínico, una virtud política
Sigue explicando Marginedas en su reportaje en Frontera digital, titulado "La Rusia de Putin, el imperio del cinismo", que el mismo régimen promueve abiertamente la ambigüedad moral, la instrumentalización de la mentira y la exhibición de conductas que desafían valores éticos estándares, elevando el cinismo a una especie de virtud política. "El cinismo impregna todos los rincones del sistema político y social creado hace dos décadas por Putin. Entre los miembros de la élite que gobierna el país, es algo algo así como una marca de la casa, un sine qua non, un sello de lealtad hacia el régimen. Todo aquel individuo que no comulgue con esta estructura de (contra)valores, será indefectiblemente identificado, aislado y expulsado, puede ser que incluso mediante la violencia. Como explica Gregory Afinogenov, el historiador de la Universidad de Georgetown, el ascenso de Putin al poder, "igual que el de Hitler, se enmarca en una población exhausta que opta por la estabilidad por encima de la libertad". Pero a diferencia de lo que sucedió a la Alemania de los años 30, como muchos regímenes dictatoriales que tradicionalmente apelan a la nación y a la tradición, el putinismo apela directamente al cinismo, prometiendo una "pseudo democracia que combina una esfera política totalmente neutralizada con una (en teoría) rígida vertical de poder", sostiene al historiador.
Tolerancia en la sociedad
Así, el cinismo se ha vuelto visible y estructural en la política y comunicación del régimen ruso actual y otros expertos sugieren que la sociedad rusa contemporánea marcada por experiencias históricas de inestabilidad y atomización social, puede mostrar una cierta tolerancia al cinismo, sobre todo en respuesta a las sucesivas decepciones políticas y al desgaste social sufrido desde la era soviética hasta hoy. Ilya Budraitskis, profesor de Teoría Política en la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas de Moscú, explicaba en una entrevista en la revista sinpermiso, que "se puede decir que la principal actitud de Putin y de la actual élite rusa es y ha sido desde el comienzo la del cinismo. Los liberales siempre se caen en el error de contraponer cinismo versus fanatismo, esta idea que el cinismo es opuesto a la defensa de grandes ideas, como las del nacionalismo, por ejemplo. Para ellos, o eres un cínico o estás comprometido con grandes ideas. Pero con Putin puedes ver cómo el cinismo finalmente se transforma en una ideología agresiva, en un enfoque de antihumanismo radical".
De herramienta pragmática a diferenciación de Occidente
El cinismo en la política de Putin ha evolucionado y se ha consolidado en esta ideología agresiva y estructural desde que asumió el poder en 1999, con cambios significativos a partir de 2012. Al inicio, el cinismo se manifestaba como una herramienta pragmática para mantener el poder sin inclinación a valores éticos ni ideológicos tradicionales, pero a partir de 2012, después de las grandes protestas contra su reelección, Putin dio un giro conservador reforzante la defensa de "valores tradicionales", la idea de la "gran nación rusa" y una retórica nacionalista y autoritaria. Pero ahora los expertos creen que este cinismo ya no es solo una negación de ideales, sino que se ha convertido en la justificación abierta de acciones agresivas internas y externas, desvinculadas de la moralidad universal, con una narrativa de confrontación y diferenciación de Occidente.