Carlos III ha ofrecido este miércoles una acogida solemne y cargada de simbolismo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el marco de la visita de Estado que el mandatario norteamericano ha iniciado en Reino Unido. El acto principal ha tenido lugar en el castillo de Windsor, a unos 40 kilómetros de Londres, donde el magnate ha sido recibido por el monarca y la reina consorte Camila en medio de una ceremonia militar considerada la mayor para honrar a un líder extranjero en décadas. El espectáculo, con 1.300 soldados, 120 caballos y todo el despliegue de las tradiciones ceremoniales británicas, ha sido el preludio de una agenda intensa que combina política y negocio, con temas como la guerra en Ucrania o un acuerdo tecnológico multimillonario sobre la mesa. Trump, que el martes por la noche ya había aterrizado en Reino Unido, permanecerá en el país hasta el jueves, en la que es su segunda visita de Estado al territorio británico.
El presidente norteamericano y la primera dama, Melania Trump, han aterrizado a bordo del Marine One directamente en el Jardín Amurallado del castillo de Windsor, en una maniobra poco habitual para un líder extranjero. Allí han sido recibidos por el príncipe Guillermo y la princesa Caterina antes de que el líder de la Casa Blanca se uniera al rey Carlos III para una solemne procesión en carruaje, iniciada con un apretón de manos y los himnos nacionales de ambos países. Trump y el monarca han recorrido la finca real a bordo del Irish State Coach, seguidos por la reina Camila y Melania en el Scottish State Coach, mientras que los príncipes de Gales viajaban detrás junto con el embajador de Estados Unidos, Warren Stephens, y su esposa. Entre los integrantes de la comitiva también figuraban el secretario de Estado Marco Rubio y el enviado especial Steve Witkoff. La ruta, cerrada al público, ha contado con un imponente despliegue militar: soldados de la Marina real, del ejército británico y de la Royal Air Force, acompañados por ochenta caballeros del Regimiento de Caballería Montada de la Casa Real que escoltaban los carruajes.

Una vez en el corazón del castillo de Windsor, el ambiente se ha vuelto más solemne y silencioso, impregnado por la pompa ceremonial británica. Trump y el rey Carlos III han recorrido juntos las filas de soldados uniformados con las clásicas chaquetas rojas y los altos sombreros de piel de oso antes de dirigirse al comedor de estado, donde se ha ofrecido una comida en honor al presidente norteamericano y su esposa. Después, Carlos y la reina Camila han mostrado a Trump y a Melania una exposición especial de artefactos de la Colección Real vinculados con la historia de Estados Unidos. La jornada ha continuado con un momento de recuerdo solemne: Trump ha depositado una corona de flores en la cripta de la Capilla de San Jorge, donde descansa la difunta reina Isabel II.

Para clausurar la jornada protocolaria, Windsor ha ofrecido un espectáculo inédito. Un grupo de 200 músicos ha interpretado la tradicional Beating retreat, una ceremonia militar con orígenes en el siglo XVII. La actuación, seguida por militares británicos y norteamericanos y sus familias, ha culminado con el sobrevuelo de nueve aviones Hawk T1 del equipo acrobático de la Royal Air Force, los Red Arrows, que han teñido el cielo con columnas de humo rojo, blanco y azul. Inicialmente, estaba previsto que también participaran cuatro aviones F-35 de Estados Unidos, pero su exhibición ha tenido que ser cancelada a causa de las malas condiciones meteorológicas. Después de este momento solemne y vistoso, la comitiva real y los invitados se han retirado al interior del castillo para tomar el té, poniendo punto final a una jornada cargada de símbolos y gestos diplomáticos.
Indignación en extramuros
Mientras dentro de las murallas de Windsor reinaba la solemnidad, en el exterior el recibimiento en Trump ha sido mucho menos amable. Miles de manifestantes se han concentrado en las calles de Londres para mostrar su rechazo a la visita de Estado del presidente norteamericano y a los honores con los que ha sido recibido por Carlos III. Con pancartas, banderas palestinas, disfraces e incluso muñecos y globos con la cara de Trump, la protesta ha expresado la indignación por su presencia en Reino Unido. "Estoy aquí para manifestarme y he asistido a todas las movilizaciones de los últimos dos años para protestar contra la doble moral, contra la criminalidad de un genocidio y contra un presidente que es un criminal y que no se tendría que invitar a ningún sitio", explicaba a EFE Rose Issa, una jubilada británica. La concentración, organizada por la coalición Stop Trump, contrastaba con el escaparate ceremonial de Windsor, dejando patente la división que genera la figura de Trump en Reino Unido.
