Subir a la Acrópolis de Atenas, cuna de la democracia, siempre ha sido un reto, pero los veranos recientes, marcados por olas de calor extremas, han convertido esta experiencia en una prueba física exigente. En los últimos dos años, las autoridades han tenido que cerrar temporalmente el recinto durante las horas más calurosas para proteger visitantes y trabajadores de temperaturas superiores a los 40 °C.
Arriba, el calor es sofocante, como si te encontraras dentro de una sauna sin salida. El aire parece parado y respirar cuesta. La Acrópolis, con poca sombra y 'piedras' que reflejan el sol intenso del Mediterráneo, no es el único espacio afectado. Atenas es la capital más calurosa de Europa continental y registró récords históricos de calor en el 2024. Al fin y al cabo, mientras Grecia prevé recibir 10 millones de turistas este año, con un pico durante los meses de julio y agosto, hecho que genera una tormenta perfecta entre turismo masivo y calor extrema.
Una ciudad con pocos refugios climáticos
Pero no es solo la Acrópolis: la ciudad entera sufre. Atenas tiene muy pocos parques y verde en general. Se ve mucha piedra, mucho hormigón, y eso convierte cada calle en una superficie que emana calor todo el día. La falta de espacios verdes amplifica el efecto isla de calor y hace casi imposible encontrar un rincón donde refugiarse. A pesar de todo, claro está, siempre hay bares y locales climatizados que pueden servir de refugio climático.
Sin embargo, hay instantes de placer simple que sobreviven al clima. Como comerse un souvlaki o un gyros bien suculento —este bocadillo típico griego, parecido al kebab, pero con patatas fritas dentro— mientras uno se deja vencer por el calor. Es una combinación surrealista: una comida deliciosa bajo un sol implacable.
Este escenario plantea interrogantes sobre el modelo turístico griego. Si bien el turismo ha sido clave para la recuperación económica del país después de la crisis financiera, también ha provocado tensiones con la población local, que ve cómo aumentan los precios, escasean recursos como el agua y se transforman barrios en favor de los visitantes y de los inversores internacionales.
Soluciones verdes para combatir el calor
En medio de la preocupación, Atenas empieza a reaccionar. Para el alcalde Haris Doukas, la resiliencia delante del calor es una cuestión de supervivencia. A corto plazo, la ciudad ha implementado sistemas de alerta, puntos de agua, espacios climatizados y parques sombríos para aliviar el calor. Además, servicios de emergencia se ubican cerca de la Acrópolis para atender turistas afectados.
A largo plazo, se apuesta por soluciones verdes para combatir el calor: plantación de árboles, creación de corredores verdes, y proyectos como la recuperación de un acueducto romano para regar zonas verdes. También se impulsa la transformación de la costa con el plan de Ellinikon y la revitalización de la Riviera de Atenas.
A pesar de todo, queda la contradicción de siempre: una ciudad que, a pesar de su dureza, enamora. Atenas puede parecer feo, cargado de cemento, sucio y sofocante. Pero tiene una energía magnética, una belleza viva que se impone. Y es precisamente esta mezcla lo que la hace única. Con 36 millones de visitantes en el 2024 y previsiones de 40 millones para el 2030, la ciudad tendrá que encontrar maneras de preservar su encanto sin colapsar. Quizás, justamente, con un poco más de sombra.