La globalización de las variedades también forma parte de esta política global y es normal que igual que nos encontramos las mismas tiendas por todo el mundo, también nos pase con las variedades de uva como chardonnay o merlot, que forman parte de las variedades más internacionales, comerciales y famosas. Aparte del presente de la globalización, hay también parte de la historia geopolítica que ha marcado la viticultura actual en países como Bulgaria y Moldavia, cuyo inmenso patrimonio genético fue destrozado por los planificadores comunistas y están rebuscando sus variedades autóctonas para realzar su identidad. También Rumanía, que es el quinto productor de Europa. Las zonas más importantes son Dealu Mare (al pie de los montes Cárpatos, al norte de Bucarest) y Murfatlar, al sur, en la costa. No te pierdas los dulces de Cotnari (estilo botrytis), ni el blanco de la variedad feteasca de Târnave, que tiene una elegancia parecida a los rieslings del Mosela.

La producción de vinos búlgaros ha sobrevivido a los turcos y al comunismo, y en 1976 lo petó vendiendo cabernet sauvignon en el Reino Unido. De la llanura del Danubio no te puedes perder su especialidad, que es Melnik, un vino con buen cuerpo y de los que merecen la pena ser envejecidos. En el Líbano, Chateau Musar reclama para sus vinos blancos las variedades obaideh y merah, aunque correspondan genéticamente con chardonnay y sémillon. Son viñas que sobreviven a las guerras como las múltiples, prestigiosas y casi boutiques que tiene Israel y en Palestina hay la bodega Teybeh. 

 

Pero si algo ha marcado la viticultura es el período de profunda crisis desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Las epidemias y la filoxera destruyeron todas las viñas europeas. Y cuando, al fin, las nuevas cepas plantadas con portainjertos americanos empezaron a dar sus frutos, los conflictos bélicos detuvieron nuevamente la producción vinícola europea. Después del 1945 y de haber pasado por dos guerras mundiales, Europa se esforzaba por salir de la crisis, y en cuestión vinícola primaba la cantidad sobre la calidad. Hasta la década de 1970 no se empezó a imponer la idea de que los vinos de calidad se obtienen de cosechas curadas. Mientras que en las tradicionales regiones vinícolas la transformación se manifestó en la construcción de bodegas modernas o en la renovación de las viejas, en el Nuevo Mundo se produjo un notable aumento de plantaciones y bodegas, dinámica que siguió aumentando en las décadas de 1980 y 1990.