Bayona, País Vasco francés, 6 de mayo de 1808; ahora hace 215 años. Fernando VII, el sexto Borbón en el trono de Madrid, vendía la corona española a Napoleón I de Francia; que, pocos días después, la cedería a su hermano mayor, el que sería José I Bonaparte. Pero Catalunya fue separada de aquel lote e incorporada al Imperio francés. Durante seis años (1808-1814), Catalunya fue una región más de Francia; y Barcelona, que con 120.000 habitantes se convertía en la tercera urbe del Imperio napoleónico, sería elevada a la categoría de capital del nuevo Midi francés. Durante aquella etapa, Barcelona vivió un desembarque colosal de funcionarios franceses, que importaron las costumbres y las modas de París. El inicio del consumo de la patata, la popularización del consumo de la cerveza, de la bollería, del café o del chocolate, son de aquella época francesa.

Barcelona (1806). Fuente Cartoteca de Catalunya
Barcelona (1806) / Fuente: Cartoteca de Catalunya
La patata

La patata era un tubérculo originario de América, más concretamente de las zonas altas de la antigua gobernación de Castilla del Oro (actual Colombia), que nunca despertó el interés de las clases coloniales hispánicas. Tendrían que ser los mercaderes franceses e ingleses, que controlaban el arco insular de Sobrevent, en el Caribe, los primeros a exportar este tubérculo al viejo continente y a estimular su cultivo (finales del siglo XVI). No obstante, es importante destacar que aquellas primeras patatas europeas no formarían parte de la dieta humana. En la monarquía hispánica, la patata no pasó de la categoría de planta exótica de invernadero. Y en la fachada atlántica francesa y a las islas británicas, cultivada en extensiones relativamente importantes, se destinaría, exclusivamente al consumo de los animales de tiro (mulas, asnos, caballos y bueyes).

El hambre

El 18 de mayo de 1804 Francia enterraba, definitivamente, el régimen republicano surgido de la Revolución (1793). Napoleón ascendía al trono, pero el país vivía muy alejado de los faustos imperiales de la coronación. Francia, con treinta millones de habitantes, era el segundo país más poblado de Europa después de Rusia. Para tener una idea de lo que eso significaba, diremos que la Catalunya de 1804, con una vigésima parte de la extensión territorial francesa, tenía un millón de habitantes. Y que la España del momento, con un 80% de la extensión territorial francesa, tenía una población de diez millones de habitantes. Por lo tanto, en la Francia de la época, las crisis económicas, que siempre culminaban en dramáticos episodios de hambre, tenían una dimensión extraordinaria. Y eso pasó durante el otoño siguiente a la coronación de Napoleón.

La patata era un tubérculo originario de América que nunca despertó el interés de las clases coloniales hispánicas

Parmentier

La primera mitad de 1804 fueron meteorológicamente muy adversa y, en otoño de aquel año, las reservas alimentarias de Francia se agotaron. En aquel contexto de crisis extrema aparece la figura de Antoine Parmentier: agrónomo, naturalista, nutricionista, higienista y, en aquel momento, ministro de Sanidad del Primer Imperio francés. Parmentier propuso llevar la patata a la mesa de las casas. Pelada y hervida o frita o asada. Sola o cocinada con verduras, legumbres o huevos. Naturalmente, aquella propuesta generó cierto escepticismo. Incluso algunos detractores de la medida protestaron, argumentando que los animales de tiro quedarían sin alimento y los campos se arruinarían. Pero las circunstancias obligaban y la patata, rápidamente, se hizo un lugar en las despensas y en las mesas de la Francia del régimen bonapartista.

El emperador Napoleón y el ministro Parmentier. Fuente Museo de Arte de Viena y National Portrait Gallery de Londres
El emperador Napoleón y el ministro Parmentier / Fuente: Museo de Arte de Viena y National Portrait Gallery de Londres
Catalunya y el Primer Imperio francés

El 8 de febrero de 1809, el emperador Napoleón oficializaba la separación de Catalunya con respecto al reino de España; que, de facto, ya se había producido el 8 de julio de 1808. Guillaume Philibert Duhesme, gobernador interino desde 1808; era relevado por Pierre François Augereau, que en el contexto político y social de aquella Francia, era el paradigma de la fusión entusiástica del ideario revolucionario y del régimen imperial bonapartista. Augereau, mariscal de Francia, era hijo de un criado francés y de una emigrante noralemana que había sido vendedora ambulante de flores. Augereau, dotado de un extraordinario olfato político, lo primero que hizo al llegar a Barcelona fue restaurar la oficialidad del catalán, proscrito desde la ocupación borbónica de 1714. Y lo segundo que hizo fue iniciar la depuración de la administración.

Mapa del Primer Imperio francés. Fuente Wikimedia Commons
Mapa del Primer Imperio francés / Fuente: Wikimedia Commons
Augereau y Mac Donald

La suerte no acompañó Augereau en el campo de batalla. La insurrección antibonapartista en el interior de Catalunya precipitó su caída. El 28 de mayo de 1809, tres meses y medio después de su nombramiento, era relevado interinamente por Louis Emmanuel Rey; y poco después por el general Ètienne Jacques Mac Donald, descendiente de una familia jacobita escocesa exiliada en París. Mac Donald completó la depuración iniciada por Augereau. Los investigadores catalanes Antoni Gelonch, autor de Napoleó, la Revolució i els catalans (Viena Ediciones, 2021), y Jesús Conte, autor de Barcelona sota la bota de Napoleó (Tibidabo Edicions, 2021), que han estudiado con atención este periodo histórico, afirman que durante aquella etapa llegó a Barcelona un contingente de entre dos mil quinientos y tres mil funcionarios franceses.

Augereau y Mac Donald. Font Musée del Armée, Paris y Palau de Versalles
Augereau y Mac Donald / Fuente: Musée de l'Armée, París y Palacio de Versalles
¿La "tortilla española" es realmente española?

Aquellos funcionarios y sus familias solo representarían el 10% de la población de la ciudad; pero serían un colectivo muy dinámico que revolucionaría la vida social y cultural de Barcelona. Importaron la moda y las costumbres de París. Y en este corpus de elementos que se incorporaban al paisaje catalán, había una serie de alimentos que eran muy populares en la dieta de los franceses. En aquella Barcelona que vivía una auténtica primavera política y cultural, los hornos de pan iniciaron la elaboración de bollería. Las tabernas empezaron a importar y servir cerveza. El chocolate, el café y los helados, que hasta entonces no habían pasado la puerta de las casas, salieron a la calle y se abrieron las primeras chocolaterías, cafeterías y heladerías. Y en las fondas se popularizó un nuevo plato elaborado con huevo y patata. La tortilla de patatas... ¿es española?, ¿es catalana? ¿o es francesa?