Sobre el consumo moderado de alcohol he escrito en otras ocasiones, generalmente, como defensor acérrimo de su papel en nuestra cultura y sociedad. Entonces, ante la avalancha de alcohólicos y alcohólicas de estos últimos días o, tal como prefiere denominarlos la Flora Saura, autora del documental No pienso volver a beber nunca más, de los trastornados y las trastornadas por el uso del alcohol, permitidme afilar nuevamente la bayoneta y salir a defender una sustancia que algunos científicos asocian a la misma aparición de la especie humana.

foto1
Flora Saura / Foto: TV3

¿O alguien cree que es casualidad que, después de una musaraña tropical, seamos el animal con una mayor capacidad de metabolizar el alcohol etílico? Por lo tanto, sin tener ningún máster en adicciones, que es considerada la etapa donde el sujeto pierde el control sobre el consumo de determinadas sustancias o comportamientos (como la ludopatía, el sexo o el uso del teléfono móvil), pero sí la sensación que se está mal sembrando el pánico y, de rebote, amenazando las raíces y una economía estratégica en nuestro país, permitidme coger el toro por los cuernos.

De entrada, observa a tu alrededor y pregúntate qué ha cambiado, porque te aseguro que la estructura de molécula del etanol (CH3CH2OH) sigue siendo exactamente la misma

En primer lugar, cuando se designa la adicción únicamente como la última etapa del abuso de una sustancia o comportamiento, en la cual se ha llegado al transitar otras etapas menos conflictivas como el consumo experimental, el consumo regular, o el consumo problemático, se genera una falsa relación de causa-consecuencia donde cualquiera que pueda sentirse atraído por la idea de un vaso de vino o de una cerveza pueda acabar designado o autodesignándose como adicto. Y, consiguientemente, un alcohólico o alcohólica. En este sentido, más de una vez he oído decir a la ligera que "somos a una sociedad alcohólica", dado que el alcohol está presente en nuestras vidas prácticamente desde que nos levantamos.

foto2
Musaraña alcohólica (Ptilocercus lowii) / Foto: Wikimedia

Y, si bien no pretendo cuestionar los convencionalismos alcanzados en el campo de la psicología, lo cierto es que se puede ser adicto con un vaso de vino al día, y con dos también, sin ser un adicto en el sentido clínico de la definición. Por lo tanto, aunque tu relación con el alcohol se fundamente en un consumo diario, o incluso que sientas aquella pulsión interior que te pide calmar la sed con un trago -el llamado síndrome de abstinencia-, tú mantén la calma. Sencillamente, tú que has mamado y convivido con esta droga desde bien pequeño o pequeña, compárate y contrástate, y analiza bien tu consumo y las maniobras que haces a la hora de obtener esta pizca de alcohol que "necesitas" para vivir. Porqu si solo es un poco, ¿qué problema hay?

Cuando yo también he dicho "no pienso volver a beber nunca más", he  tomado un trago de vino y he cambiado de vida

Ahora bien, ¿qué pasa si esta pizca va progresivamente en aumento? De entrada, observa a tu alrededor y pregúntate qué ha cambiado, porque te aseguro que la estructura de molécula del etanol (CH3CH2OH) sigue siendo exactamente la misma. ¿El trabajo te genera estrés o angustia? Pues cambia de trabajo o haz ejercicio. ¿Tus amistades salen demasiado? Pues quédate en casa y empieza una novela. ¿Tienes una crisis con la pareja? Pues piénsatelo o ponte en manos de un especialista. ¿No puedes dormir por el ruido de los coches? ¿No llegas a final de mes? ¿Te sientes como una cucaracha viviendo en un piso oscuro y liliputiense? Pues vete a vivir en cualquier pueblo donde encuentres trabajo y una casa con jardín por la mitad de lo que pagas en ciudad. Si no lo haces, da por hecho que acabarás mamando más de la cuenta y que probablemente te deprimirás o tendrás ataques de ansiedad, y eso si no te tiras a los antidepresivos o a otras sustancias o comportamientos todavía más enajenantes.

Ha escrito Perejaume sobre la imaginación: "la pizca que chorrea la tenemos que cuidar bien, que no se estropee"

Cuando yo también me he dicho "no pienso volver a beber nunca más", he tomado un trago de vino y he cambiado de vida. Y casi siempre eso se ha materializado en gestos sutiles y casi imperceptibles, pero trascendentales. De alguna manera tendríamos que entender el alcohol como un fiel consejero: con las ideas claras ni lo oiremos, pero cuando alguna cosa chirríe entonces este se manifestará para recordarnos de que más allá de nuestras preocupaciones, la vida sigue siendo maravillosa. Así pues, si Ulises se ató al palo, fue porque la belleza, como el etanol, también embriaga. Y si tuvieras una predisposición genética al consumo de esta sustancia, o un temperamento impulsivo, o incluso una enfermedad mental, pues pide que te aprieten todavía más las tuercas. Ha escrito Perejaume sobre la imaginación: "la pizca que chorrea la tenemos que cuidar bien, que no se estropee". Y con la pizca de vino, o de cerveza, o de cualquier alimento etílico, tenemos que hacer exactamente lo mismo.

foto3
Perejaume / Foto: Arteinformando