La mejor forma de terminar el año 2023 es visitar estos días esas bodegas y bares que nos han hecho felices, ya sea por su comida, por el ambiente que se respira o simplemente por la simpatía del personal. Así pues, y fiel a estos principios, estos días he visitado La Cova Fumada, donde siempre que voy pido la bomba, el pulpo y media tostada con alioli; La Vermuteria del Tano, donde me gusta pedir los boquerones y el calamar; Can Vilaró, con sus cerebritos rebozados; el Bar Pinocho, con sus garbanzos con butifarra negra y los chipirones con judías; la Bodega Gol y su tripa de cordero, y hoy es el turno del bar La Plata, en la calle de la Mercè, donde pienso atiborrarme de pescaíto frito.

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Pepe, detrás de la barra del bar La Plata / Foto: Víctor Antich


Frecuento La Plata desde el siglo pasado, y no soy Nefertiti. Empecé a visitarlo con los amigos en los años ochenta, cuando las calles próximas a la oficina principal de Correos de Ciutat Vella eran la zona con más bares por metro cuadrado de Barcelona, siempre a rebosar de jóvenes en estado etílico (o no) a cualquier hora del día.
La Plata fue fundada en 1945 por Josep Marjanet y Quimeta Planas, pero curiosamente es su camarero, Pepe Gómez, quien ha cortado y corta el bacalao desde hace más de cincuenta años. La mano derecha y el bueno saber hacer de Pepe debería estudiarse en las universidades, e igual todos seríamos más felices.

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Pescaíto frito del bar La Plata / Foto: Víctor Antich


Entrar en el bar La Plata, como en tantos otros locales, es un viaje en el tiempo. Esta bodega, que pronto cumpliará cien años, cuenta con uno de los mejores camareros de Barcelona, Pepe. Él solito es capaz de alegrarte el día sin despeinarse, siempre con su buen rollo y su bondad. Me comenta: "A veces, me pregunto si existe alguna persona en todo el país que trabaje en el mismo bar desde hace cincuenta años, y creo que sé la respuesta".
Pepe está contento de que los dueños del local siempre le hayan apoyado, y él, con los años, ha defendido el local como si fuera suyo. "El buen trato que dispenso de toda la vida hace pensar a los clientes que yo soy el dueño; no el trabajador". Trabajó para el fundador, hace treinta años, y ahora para la hija, Anna Marjanet, y su nieto Roger Pascual, y ya lleva veinticinco, y la mar de contento.

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Anchoas del bar La Plata


Nos dice: "Ayer lo hablaba con un amigo: qué pena de barrio. Cuando yo empiezo, en el año 72, estaba Correos, la estación de França, la Cambra de Comerç, la oficina de Hacienda, los militares, Aduanas, quizás había 300.000 personas trabajando en Ciutat Vella, y todas las tiendas y comercios trabajaban como locos. Hasta que llegaron los Juegos Olímpicos y todo se fue a la mierda, y aparecen los grandes inversores que lo compran todo y dejan el barrio sin vecinos y sin comercios. Suerte que tienen a los clientes de toda la vida y el turismo, pero, claro, no es lo mismo.

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Pincho de butifarra, bar La Plata


En sus exclusivas siete mesas, La plata te ofrece las mismas tapas desde que abrieron: el pescaíto frito, que traen directamente de la lonja de Barcelona; la ensalada de tomate, cebolla y aceitunas (los tomates son de un señor que tiene una propiedad en El Prat); las anchoas de Santoña; el pincho de butifarra, que les hace expresamente un carnicero de Palautordera y, por supuesto, el pan del Forn Vilamala. Para remojarlo siempre tienen el delicioso vermú Montana Perucchi o el porroncito de vino.
La lista de galardones que ha recibido la bodega en los últimos años es larga. Para que nos hagamos una idea, The Guardian les escogió Mejor bar de Europa. Pues eso, intentemos terminar el año de la mejor manera posible y ser felices.