Estoy realmente de vacaciones cuando pregunto: "¿Qué día es hoy?". Y cuando me dicen la fecha, yo insisto: "¿Y de la semana?". Cuando pierdo la noción del tiempo, cuando tanto me da si es sábado o miércoles, es que realmente estoy de vacaciones. ¡Qué placer tan grande! No es que los días sean monótonos ni miméticos, sino que no planifico teniendo en cuenta los días de la semana. Solo sé qué día es cuando es domingo.

Los aromas culinarios describen qué día es

Y lo sé porque los vecinos de la casa donde paso el verano tienen invitados todos los domingos y hacen comida especial. Si a media mañana me invade un aroma de gambas, quiere decir que están preparando el caldo para una paella monumental, de la que cuesta encontrar el arroz sepultado por la cantidad de mejillones, cigalas, gambas, almejas y, a veces, algún bogavante. Los días que hay paella de marisco, significa que los invitados son de categoría. Si, a media mañana, el aroma es de madera quemada... es que los vecinos no les tienen que quedar tan bien con los invitados y la comida se resolverá con una santa barbacoa.

Solo sé qué día es cuando es domingo. Y lo sé porque los vecinos de la casa donde paso el verano tienen invitados todos los domingos y hacen comida especial.

No me molesta nada los aromas que me envían a mi jardín, sino al contrario, me hacen salivar y me hacen saber qué día es, que no es poca cosa (no sea caso que lean el artículo y provoque que se encabriten las aguas mansas del vecindario). He hablado de los olores vecinales como pretexto para entrar al tema que querría tocar hoy que, estoy convencida, os interesará muy atendido a la gran cantidad de barbacoas que se hacen durante las vacaciones. La barbacoa es una solución, en la que parece que da poco trabajo y que se ensucia poco. A pesar de que a quien le toca tener cuidado sabe que, de trabajo, da mucho. Y a quien solo le toca limpiarla sabe el rato que tiene que emplear, que no es poco.

Pues como decía -que se me van los pensamientos por los arrabales- el domingo pasado los vecinos preparaban la barbacoa justo en el momento que yo estaba en la tumbona leyendo un fabuloso volumen de J.M. Mulet, Comemos lo que somos en el punto exacto del libro que dedica a la barbacoa. Aprovecho para recomendar el libro a todo el mundo, no solo a los interesados en la gastronomía, porque todos comemos y, por lo tanto, para todos tiene interés.

La barbacoa es algo ancestral

La técnica de asar las carnes a la llama o a las brasas es ancestral, tiene millones de años y, allí donde había humanos que supieran dominar el fuego, había barbacoas. Pero el nombre, barbacoa, no es una invención del gran Georgie Dann, aunque es el que ha sacado más rédito económico, es un nombre de la lengua taïna, los habitantes precolombinos de la actual Haití. Se trataba de unas estructuras de caña que servían para asar la carne y 'barbacoa' fue una de las primeras palabras que escuchó Cristòfor Colom cuando desembarcó en la isla que bautizó como La Española.

Cuando los vecinos hagan paella de marisco, el domingo que tengan invitados más distinguidos, les podré explicar que la paella como la conocemos hoy no es un plato tradicional con siglos de historia, sino que es lo bastante reciente. Nos explica que hacer una olla de fondo plano y grande no era nada fácil para un herrero, por lo tanto, la sartén como recipiente no existió hasta el siglo XIX. Y todos aquellos que, para hablar del utensilio lo llama 'paellera' (como yo he hecho siempre), que sepa que se está refiriendo a una mujer que hace sartenes (quizás muy buenas) o un quemador de gas para hacer la sartén.

Y, así, de anécdota en anécdota, voy pasando las vacaciones leyendo estirada a la tumbona sin saber si es sábado o miércoles, porque cada domingo el aroma de las barbacoas y las paellas de los vecinos me hacen saber que es el domingo y hay invitados.