Hace un par de años, poco después de que nos desconfinaran, Juan Manuel Moreno llegaba a las puertas de Canal Sur del brazo de Álvaro Zancajo, a la sazón director de los servicios informativos que el PP había importado de Madrid para colocarlo en la televisión publica andaluza. El motivo, inaugurar con una inofensiva entrevista al presidente de la Junta el nuevo programa Andalucía a dos voces, un, llamémosle, nuevo formato que se estrenaba en prime time con el anuncio de la posterior aparición de Santiago Abascal.

—A ver si podemos conocerle un poquito mejor en lo personal; y para eso lo mejor es acudir al pasado... —dijo la presentadora.

—Miedo me da, miedo me da... todos tenemos un pasadorespondió el califa de derechas riendo por lo bajini.

En la pantalla trasera, apareció la fotografía de un joven aferrado a un micrófono, entre un bajista y un guitarrista melenudos, los tres sobre lo que parece el escenario de las fiestas patronales de cualquier pueblo.

—Ese soy yo. ¡Vaya camisa que llevaba!

—Viendo esta foto, usted tiene alma de roquero... ¡Ja, ja, ja!

El político pasó entonces a desvelar su lado más humano, enumerando los proyectos musicales de los cuales había formado parte, como las bandas de pop nuevaolero Falsas realidades, Lapsus psíquico o Cuarto protocolo, amén de relatar sus andanzas como pizzero (todo esto, claro está, antes de pasarse al Lado Oscuro de la Fuerza afiliándose al Partido Popular con 19 tiernos años). El currículum de Moreno es, cuanto menos, curioso. En lo respectivo al de Álvaro Zancajo, el director de informativos que ideó aquel programa, hace poco fue destituido de la cadena por denuncias de manipulación por parte de trabajadores, sindicatos y asociaciones, y ha sido fichado por Vox como director de campaña de Macarena Olona. A juzgar por los resultados de las recientes elecciones andaluzas, donde la ultraderecha y la extrema-ultraderecha han ganado por goleada, nadie puede reprocharle, eso sí, que no haya cumplido sobradamente con su cometido de adoctrinador televisivo de las exiguas masas votantes socialistas que sobrevivieron a Susana Díaz. «Yo por suerte ya no vivo allí, pero tengo a todos los familiares y amigos, y llevan ya cuatro años muy jodidos. Si mi padre tuviera un cortijo o fuera el amo de una fábrica, pues te diría: “¡estamos contentísimos!”, pero yo vengo de una familia de currelas. Serán cuatro años más muy jodidos» me dice Natalia García Calvo, hostelera y propietaria de la taberna andaluza La Chana, en el Poble-sec, y una de les impulsoras del Sardina Fest, el único festival del mundo (que yo sepa) que marida rock’n’roll con una gran sardinada popular. El año 2020, el mismo en que Juanma Moreno se las daba de viejo rockero en los platós andaluces, los organizadores del Sardina, que son rockeros de verdad, tuvieron que anular el festival barcelonés en el último momento por razones pandémicas.

La Chana es un lugar inigualable donde tocar el cielo con el paladar a base de ortiguillas de mar, papas cono melva, salmorejo con mojama o carrilleras de ibérico al amontillado, todo empujado con un palomino fino de la tierra mientras escuchas a The Fuzztones, The Cynics o Frankie and the Witch Fingers

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Charly y las sardinas psicópatas. Foto: Sardina Fest.

Pescaíto y rock’n’roll

«Un buen amigo nuestro tenía esta idea loca: una sardinada a lo grande con conciertos. Cuando este colega murió, decidimos hacerle un homenaje: organizar la fiesta que él anhelaba. La hicimos en Badalona, la sardinada en un chiringuito en la playa y los conciertos en la sala Estraperlo. La primera edición fue una fiesta entre colegas, pero al año siguiente decidimos formalizarlo como festival, manteniendo el concepto y trasladándolo a la sala Upload.» El amigo a quien hace referencia era David Teichené, bajista y miembro fundador del grupo arbosense de punk-rock Rippers, que nos dejó en 2014. Y quien habla es Alex Fürstenberg, la pareja de Natalia y uno de los programadores, junto con Carlos Santolobo, Miguel Sueiro (autor de la estupenda gráfica del festival) y Charly Ramirez. «”Charly, lo veo: sardinada y rock’n’roll”, me decía David. La primera edición la celebramos a finales de año, por el aniversario de su muerte. Era difícil encontrar sardinas en aquellas fechas, así que lo movimos a mayo. Este año, por retrasos en las gestiones derivados de la pandemia, lo hemos tenido que pasar a julio». A Charly, corredor de fondo de la escena musical barcelonesa, podemos verlo habitualmente tras la barra del Psycho, que lleva once años siendo el bastión de mods, punks, rockers y otras especies nocturnas que aún sobrevivimos en libertad en la ciudad. El Sardina Fest, además de a los fans del pescado azul a la brasa, se dirige a los gourmets del garaje-rock más bien crudo. De aquella edición frustrada hace dos años, han intentado conservar los grupos del cartel, pero solo los barceloneses Sandré podrán asistir. El resto de platos principales que han elegido para tan ensardinada ocasión son la Fundación Francisco Frankenstein (por primera vez en Barcelona), Enamorados y The Braindrops. Todo producto nacional y de proximidad, como los más de treinta kilos de sardinas que Natalia freirá aquella noche. De hecho, a pesar de que la idea de mezclar sardinas y guitarras en un festival fue de David Rippers, el restaurante La Chana nació primero con la misma filosofía. «Mí cazón de ser», reza un cartel en la pared, con la imagen de este tiburón existencialista, humanizado con chupa de cuero, que en el sur consumen adobado y frito. «La idea de mezclar una taberna andaluza con rock’n’roll sale de la necesidad que tenía yo —que soy de Sanlúcar de Barrameda, un pueblo de Cádiz— cuando estaba en cualquier bar. Allí se come muy bien, la calidad es muy buena, hay mucho pescado y todo lo que tú quieras; pero después en los bares o no hay música o es música folclórica o algo por el estilo, que no me gusta nada. Entonces, yo siempre me decía «¡Joé!, estoy aquí de puta madre, comiéndome un pescaíto, y podría estar escuchando cualquier otra cosa que me gustara a mí, y no esta turra que me están dando. Cuando me vine para Barcelona, lo vi superclaro: esto aquí sí que tiene cabida. Aquí haré lo que yo quiera: un bar de rock’n’roll con la comida de mi pueblo. Hacemos lo mismo que te comerías en la plaza del Cabildo de Sanlúcar, sin más pretensiones: los guisos de mi madre y de mi abuela con algunas innovaciones. El bar donde yo iría. Soy hostelera de profesión y de formación. Mi madre era cocinera y yo me he criado en los bares. Allí nos criamos todos en los bares, es lo único que hay: bares e iglesias.» Dicho y hecho: La Chana es un lugar inigualable donde tocar el cielo con el paladar a base de ortiguillas de mar, papas cono melva, salmorejo con mojama o carrilleras de ibérico al amontillado, todo regado con un palomino fino de la tierra mientras escuchas a los The Fuzztones, los The Cynics o a Frankie and the Witch Fingers.

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Las chanantes papas con melva de La Chana. FOTO: La Chana.

Sardinas contra Salvini

El «movimiento de las Sardinas» (en italiano: movimento delle sardine), también conocido en Italia como sardine contro Salvini (sardinas contra Salvini), es un movimiento político de base activo en la península con forma de bota desde noviembre del año 2019. Las sardinas organizaron una serie de manifestaciones pacíficas para protestar contra el repunte derechista acontecido en el país y, más específicamente, contra la retórica del líder de la Lega, Matteo Salvini, y las posiciones de ultraderecha de su partido. El nombre de «sardinas» viene de la organización de actos multitudinarios, con los manifestantes apretujados como sardinas en las plazas de las ciudades. Si centenares de miles de personas se han apretado como sardinas durante las últimas semanas en el Primavera Sound o el Sónar, ¿Por qué no importamos este movimiento italiano y nos ensardinamos contra el ascenso de la ultraderecha en Andalucía, que es solo el anticipo de un resultado similar en todo el Estado, el próximo 15 de julio en el Sardina Fest? Compren ya su entrada anticipada para disfrutar de la sardinada. Será un acontecimiento mucho más divertido que los antecitados macrofestivales corporativos y, sobre todo, tendrá un sabor más auténtico: el de las sardinas bien fritas. Si no lo hacemos, es probable que el cartel del próximo nuevo gran acontecimiento musical lo encabecen Falsas realidades, Lapsus psíquico y Cuarto protocolo, los grupos de Moreno, seguidos de las bandas de derechas locales como Zènit (recordemos, el antiguo grupo de Carles Puigdemont) y el solo de batería de Josep Antoni Duran y Lleida, el Ringo Starr de la política catalana. Quién sabe si, Dios no lo quiera, incluso Juan Carlos Girauta volverá a sacar la guitarra para cantar «Mediterraneo», y extinguirá con su voz las pocas y preciadas sardinas que todavía queden en este mar. Sardinas o barbarie.

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Sardinas contra Salvini. Foto: EITB.