Cuando aterrizó esta mañana en el aeropuerto del Prat, proveniente de la estepa mallorquina, Paul Chaney aparentaba ser un turista de lo más normal: camisa floreada, sandalias con calcetines y una ensaimada colgada del brazo como único equipaje. No se fíen, solo lo hace para pasar desapercibido entre los humanos. Después de las pruebas de sonido en las Sagrades Tannines, la vermutería-bodega-tapería-sala-de-conciertos situada a un tiro de piedra de la Sagrada Familia, Chaney se encerró en el lavabo entre convulsiones y empapado en sudor. Se lavó la cara, y al mirarse en el espejo descubrió que los colmillos le habían crecido de golpe. Mientras se palpaba los dientes con la yema del dedo, vio la imagen reflejada del pelo cubriéndole por completo el dorsal de la mano. Su cara se desfiguró horriblemente y las orejas se le alargaron puntiagudas. Cuando después de esta escena —tan Michael J. Fox en Teen Wolf (1985)— el hombre lobo volvió al escenario, incluso su vestimenta se había metamorfoseado: americana de lentejuelas, pajarita a juego y guitarra eléctrica en ristre. Hombre Lobo Internacional es una ‘One Wolfman Band’. Toca la batería con las patas de atrás y la guitarra con las zarpas, a la par que aúlla su repertorio. Suele salir para tocar en las noches de luna llena, pero el pasado domingo se dejó ver durante la hora del vermut en la fiesta de presentación del SintonitZZa, el festival de música independiente de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) que celebrará su próxima edición los días 2 y 3 de septiembre en su ubicación ya tradicional, el parque de Europa.

Mi plato favorito es el “crujiente de garrapata”. También la carne humana, pero solo la como por algún motivo especial y en el momento adecuado: se lo tienen que merecer.

La sagrada hora del vermú. Foto: José Gallardo.

La sagrada hora del vermut. Foto: José Gallardo.

La hora del vermut siempre ha tenido lugar antes de la comida, a fin de estimular el apetito. Con todo, el Hombre Lobo Internacional llega famélico de casa. «I’m hungry! Hungry! Hungry! Hungry! Huuuuuuuung-grrrry!», aúlla al comienzo de «Nothing on the Table». Esta canción, me explicará después, «habla de cuando hay carencia y solo nos queda el rock and roll. Es costumbrista, trata de la vida cotidiana de un hombre lobo que llega a pasar hambre por ofrecerle al público el mejor show posible. Es una celebración de la vida.». No es, ni mucho menos, la única de sus obras que refiere a la comida. Tiene todo un EP titulado Smell so Good, I Wanna Taste It!! «Este puede tener una lectura más sexual: cualquier cosa que huela bien, tienes que probarla». ¿Cuáles son el resto de sus hábitos culinarios? «Soy omnívoro, como de todo. Mi plato favorito es el “crujiente de garrapata”. También la carne humana, pero la como solo por algún motivo especial y en el momento adecuado: se lo tienen que merecer». De hecho, este transformista y caníbal a tiempo parcial afirma haber nacido junto al Misisipi, pero ahora reside en Mallorca, donde no le faltan turistas con los que alimentarse. «Por eso en verano prácticamente nunca toco: estoy demasiado ocupado comiendo guiris». Con todo, me asegura que también disfruta del frit mallorquín (plato tradicional elaborado a partir de la asadura, el hígado y la sangre de cabrito cocida con verduras) y el café con Amazona, el ron destilado en ses Illes que es puro veneno. En cualquier caso, prefiere tomar el aperitivo con cerveza en lugar de vermú, y lo hace sobre el escenario y sin sacar la lengua ni nada, igualito que las personas. «Puedo beber como un humano. Incluso más que cualquier humano», confirma. Y doy fe que en ningún momento le faltó la cerveza al licántropo. La gente de las Sagrades Tannines, la Rosa y el Poto (gerente del local y uno de los organizadores del festival colomense, junto a Juanra y Jose) le tratan tan bien que, me confiesa, se siente «como en su madriguera». Sagrades Tannines «es un lugar de picoteo donde poder comerte unas buenas croquetas y beberte una botella de vino a un precio razonable. Aprovechamos mis dotes de programador y los contactos para montar conciertos-vermut gratuitos cada domingo. El local tiene buena acústica y traigo a la gente que gira por la ciudad. Nos gusta la jarana», me explica el Poto, que antes de regentar este local había llevado el chiringuito del parque de Europa, donde cada año tiene lugar el festival. De la carta, servidor y su pareja se dejaron llevar por la ocasión, y elegimos el queso Munster (en honor a Eddie Munster, el pequeño hijo licántropo que dormía en la alacena de los The Munsters, la familia protagonista de la mítica serie televisiva de los años sesenta, formada por un padre-frankenstein, una madre-vampira y un dragón de mascota), unas croquetas de chipirones en su tinta, más negra que la boca de un lobo, todo empujado con una botella de Entrelobos (D.O. Ribera del Duero).

Paul Naschy, el hombre (lobo) que puso de moda internacionalmente el fantaterror y los crossovers entre vampiras y licántropos con La marca del hombre lobo (1968), se definía a sí mismo como «un gourmet de fuste», e insistía en la importancia de la comida en las películas.

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El hombre Lobo en su madriguera, entre los refrigerios de la bodega. Foto: José Gallardo

Y al hilo de los crossovers de monstruos de las viejas películas de los años 50 y 60, el Hombre Lobo Internacional ostenta el honor de contar en su haber con el primer disco de la historia grabado en directo durante un concierto en el castillo del Conde Drácula, su buen amigo. Consiguió grabar este diez pulgadas durante el festival Trashylvania, celebrado el 2017 en Bran, Transilvania. De hecho, a ningún fan del cine de género se le habrá escapado que el pseudónimo bajo el cual se esconde en su forma humana, Paul Chaney, es un nada disimulado homenaje doble: a Lon Chaney, el actor de cine mudo que fue conocido como «el hombre de las mil caras», y a Paul Naschy, el actor y director que fue conocido como «el Lon Chaney español». Ambos se hicieron célebres por meterse reiteradamente bajo la piel del hombre lobo. De hecho, Lon Chaney también entró en la historia del rock cuando Warren Zevon lo citó en la letra de «Werewolves of London». Por su parte, la particular cosmovisión de este cantautor norteamericano, dio a sus canciones un tono oscuro e irónico que a menudo complementaba con el humor negro que le caracterizó hasta el fin de sus días. Cuando David Letterman le preguntó en la tele a Warren Zevon qué haría ahora que sabía que tenía cáncer, él le respondió: «Supongo que ahora disfrutaré de cada sándwich que me coma». También dicen que le espetó a la cajera del supermercado donde compraba la comida: «Perdone, tengo un cáncer terminal, ¿podría hacer que la cola fuera algo más rápida?». Pero dejemos a Warren Zevon para otro día, que merece un artículo aparte. Paul Naschy, el hombre (lobo) que puso de moda internacionalmente el fantaterror y los crossovers entre vampiras y licántropos con La marca del hombre lobo (1968), se definía a sí mismo como «un gourmet de fuste», e insistía en la importancia de la comida en las películas. De hecho, en las casi treinta que dirigió, los banquetes medievales y las comidas pantagruélicas juegan un destacado papel narrativo.

De nuevo con los vermús, croquetas, empanadas, salazones, destartalados acordes de guitarra, aullidos y porrazos al bombo que hoy reverberan en la fiesta de presentación del SintonitZZa, el público enloquece cuando el Hombre Lobo Internacional interpreta la última canción: una versión trash’n’roll del «New York, New York» de Frank Sinatra. Y todavía nos regalará un bis para acabar de abrirnos el apetito antes de salir a comer: el «Shout!» de The Isley Brothers. La canción no puede ser más adecuada, puesto que fue la banda sonora de la película Diner (Barry Levinson, 1982), ambientada en un típico restaurante americano de los años cincuenta. Una vez finiquitado el concierto, y ya de retorno a su forma humana, Paul Chaney y los organizadores del festival saldrán a comer pizza en la pizzería de enfrente. «También me gusta mucho. La como para pasar desapercibido entre los humanos». Según parece, las siete giras que el hirsuto artista ha dado por Italia le han vuelto un pizzófilo impenitente. «Pues al final no se ha comido a nadie», le digo a Rosa, la dirigente camarera, antes de irnos. «No, que va... Si luego lo ves y es un amor de chico».

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Cartel del SintonitZZa 2022, todo un festín. Foto: José Gallardo.