Los condimentos tienen un poder enorme en la cocina. Por ejemplo, unas verduras asadas sin más pueden resultar planas, aburridas y poco apetecibles, pero… las mismas verduras con un buen aliño, unas hierbas aromáticas o una mezcla de especias bien pensada se convierten en un plato que apetece repetir. Esa pizca final no solo da sabor, también cambia la experiencia y logra que algo sencillo parezca especial. Y no todo son pimienta y orégano. En los últimos años, han ido ganando terreno mezclas caseras que aportan color, aroma y, de paso, un pequeño plus saludable. Una de ellas es la llamada sal dorada, un condimento poco conocido que tiñe los platos de amarillo intenso y que se ha colado en la conversación sobre inflamación y cocina a partes iguales. No la encontrarás como tal en el lineal del súper, pero es tan fácil de preparar en casa que, en cuanto la pruebes, querrás tener siempre un tarro en la despensa.

Qué es exactamente la sal dorada

La sal dorada es, en esencia, una sal aromatizada y coloreada de forma natural. Parte de sal marina o sal gruesa combinada con cúrcuma, linaza y hierbas secas que pueden ser orégano y laurel o las que más te gusten.

Ingredientes:

  • 4 cucharadas de sal marina o sal gruesa
  • 2 cucharaditas de cúrcuma en polvo
  • 2 cucharadas de linaza molida
  • 1 cucharadita de albahaca seca
  • 1 hoja de laurel seca (o un trozo si es grande)

Preparación:

Tan sencillo como triturar todo junto hasta obtener un polvo fino, de color amarillo dorado, con aroma especiado y un toque herbal. Una vez que la pruebes ya podrás ajustar cada ingrediente para que quede a tu gusto o añadir algunos más para platos concretos. Se puede guardar en un tarro como el que tienes del resto de las especias y tenerla a mano cuando la necesites. Eso sí, recuerda que la cúrcuma pierde color y aroma con el tiempo, así que mejor hacer tandas pequeñas y renovarlas cada pocas semanas. Y muy importante: aunque lleve cúrcuma y linaza, sigue siendo sal, así que hay que usarla con moderación, sobre todo si tienes la tensión alta o necesitas vigilar el sodio. El salero debe tener el mismo peso que si fuese sal común.

La sal dorada funciona especialmente bien como toque final, más que para cocinar largas horas

Pols groga en una tassa Foto Cedida
Tazón de sal dorada. / Foto: Cedida

En qué platos usarla

La sal dorada funciona especialmente bien como toque final, más que para cocinar largas horas. Añadirla al final hace que conserve mejor su aroma, su color y ese punto “diferente”. Queda de maravilla sobre verduras asadas (calabaza, boniato, coliflor, zanahoria…), patatas, pollo al horno o a la plancha, pescados blancos o como toque final a una crema de verduras. Piensa en ella como una forma de usar más especias y menos salsas pesadas. Cambia el aspecto del plato, le da un aire ligeramente exótico y ayuda a reducir la dependencia de la sal blanca de siempre.

El apellido de “condimento antiinflamatorio” le viene, sobre todo, por la cúrcuma. Esta raíz, muy usada en la cocina india, contiene curcumina, un compuesto al que se le atribuyen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias en estudios de laboratorio y en algunos trabajos en humanos. La linaza, por su parte, aporta fibra y ácidos grasos omega-3 de origen vegetal, que también se han relacionado con una mejor salud cardiovascular y digestiva. La inflamación se trabaja en conjunto, no con un solo ingrediente. Pero si vas a echar sal igualmente, elegir una mezcla que aporte color, aroma y un pequeño plus nutricional puede ser una manera sencilla de sumar. Al final, la sal dorada no es una pócima milagrosa, pero sí un recordatorio bonito de que cuidar lo que comemos, también pasa por disfrutar de los detalles: una pizca que tiñe el plato de dorado y te anima a cocinar con un poco más de intención