El núcleo de Peguera, en el término municipal de Fígols, es un pueblo sin habitantes desde 1968. Cuando se acabó la actividad minera en la zona, este pequeño enclave del Berguedà se fue vaciando hasta quedar completamente deshabitado. Ahora, desde el Ayuntamiento de Fígols, se trabaja para que Peguera vuelva a tener vida.
 

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¿Por qué en Peguera no vive nadie?

Aunque nadie vive allí de forma permanente, Peguera celebra cada año su fiesta mayor. El último domingo de julio, decenas de personas se reúnen para participar en actividades como la misa, la comida popular, representaciones teatrales, talleres y bailes. Entonces, muchos pueden preguntarse: si hay tanta gente que quiere a Peguera, ¿por qué no vive allí nadie?

La respuesta, en buena parte, se encuentra en su situación actual: unas 2.000 hectáreas de bosque y todas las edificaciones del núcleo son propiedad de un jeque árabe, que las adquirió en 2003 por 3,6 millones de euros. Su proyecto inicial era reconstruir el pueblo e impulsar un complejo hotelero y turístico, pero las dificultades administrativas frenaron su desarrollo. Con el paso de los años, el inversor desistió y ahora la finca ha vuelto a salir al mercado.

Objetivo: repoblar un pueblo

Ahora que la finca vuelve a estar disponible, el alcalde de Fígols, Otger Calduch, explica que desde el consistorio se trabaja para que las casas se puedan vender de forma individual, una por una, lo que permitiría que personas interesadas pudieran adquirirlas, rehabilitarlas y volver a hacer habitable el pueblo y que "vuelva a tener vida". El núcleo consta de una decena de casas, mientras que, sumando las que hay diseminadas por el término, serían una treintena.

La fiesta mayor, una tradición que mantiene el vínculo

Antonio Casòliva, uno de los antiguos habitantes del pueblo, recuerda cómo era la fiesta mayor en Peguera antes del despoblamiento: venían los cuñados de sus padres, amigos, se celebraba misa y también se hacía un baile con algunos músicos que subían hasta el pueblo. Si algún año llovía, celebraban la fiesta y bailaban en Can Pejorell. También le vienen a la memoria otras casas, como Cal Pubill, el Girell, Cal Manuel o Cal Coix. Hoy en día, la mayoría de tejados están caídos y solo quedan en pie algunos muros empedrados.

La pequeña iglesia de Sant Miquel se recuperó hace años y, por fiesta mayor, el mosén celebra misa y da la comunión. En el cementerio, también restaurado, están enterrados muchos pegueresos.

Casòliva explica que se marchó a hacer el servicio militar al Sáhara y, cuando regresó, la mayoría de casas ya estaban vacías. Tras años fuera del pueblo, a finales de los años 90, fue cuando la fiesta mayor se pudo recuperar. Según relata Otger Calduch, todo empezó con "un pequeño grupo con una mesa, y poco a poco se ha ido sumando gente". El alcalde destaca el valor: "Fue una iniciativa que surgió del pueblo y de la gente de Peguera". Cuando se consolidó, el consistorio empezó a dar apoyo económico para que pudiera continuar adelante.

El hijo de Antonio, Toni Casòliva, es uno de los organizadores actuales. Ayudó a convencer a su padre para que no se dejara de hacer la fiesta y, año tras año, el vínculo con Peguera se ha mantenido vivo. Según él, hay “algo especial” en este lugar, difícil de describir, pero que arraiga: quizás el paisaje, el ambiente o, simplemente, el amor por la tierra.

El alcalde Calduch subraya que Peguera es un lugar muy bonito y conocido en la comarca, punto de encuentro y de paso para rutas a pie. Por eso, tanto desde el consistorio como desde la iniciativa vecinal, existe la voluntad clara de que el pueblo vuelva a estar habitado.