La encantadora y conocida ciudad belga de Brujas, una de las muchas Venecias del Norte, se enfrenta a una curiosa pero preocupante amenaza para el patrimonio derivada del turismo masivo: decenas de adoquines medievales desaparecen cada mes de sus plazas más emblemáticas. Todo el mundo quiere un recuerdo especial de su visita en este precioso lugar y a veces al turista hace lo que no tiene que hacer. La ciudad, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO, ha lanzado un mensaje directo a los visitantes: "Dejad los adoquines donde pertenecen". La Tumbona de El Nacional os explica la historia.

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Según el reponsable de Espacio Público de la ciudad belga, Franky Demon, se estima que cada mes se sustraen entre 50 y 70 piedras en lugares céntricos como Minnewater, Vismarkt, Markt y los alrededores del museo Gruuthuse. Aunque no se ha pillado nadie 'in fraganti', todo indica que son turistas los perpetradores del crimen. Algunas fachadas han sido incluso decoradas por amantes de las manualidades: han plantado flores en los agujeros dejados por los adoquines, un gesto "poético pero profundamente irrespetuoso", según Demon.

La cuestión es que además del atentado contra el patrimonio de la ciudad, llevarse este particular souvenir de manera fraudulenta causa muchos otros problemas. En primer lugar, el riesgo para la seguridad: los agujeros causan obstáculos, caídas y lesiones entre viajeros y residentes. Después, el coste económico que supone: indemnizar y reparar el pavimento sale por unos 200 € por metro cuadrado, que asumen las arcas locales. Además, la ciudad avisa que cada piedra forma parte de siglos de historia de Brujas y lamenta que agujerear la ciudad y llevársela a piezas es sustraerle el alma.

Así, el consistorio ha anunciado que empezará a denunciar cada acto de sustracción: robar unos bienes patrimoniales protegidos puede comportar hasta 5 años de prisión y multas de hasta 3.000 €, una cifra que puede aumentar si se califica como daño a patrimonio público. Brujas ha intentado antes contener la explosión del turismo —reducción de cruceros en 2019, filtraje de turismo en barcos, publicidad calculada— y ahora apela a la educación y el respeto antes de imponer medidas drásticas. Demon insiste: "Pasear por Brujas es pisar siglos; disfrutadla, pero dejadla intacta".

El fenómeno se extiende: Roma, París...

No es un caso único: en Roma también han desaparecido los 'sampietrini', y en la ruta de ciclismo del París‑Roubaix, los seguidores se llevan tramos como recuerdo. Esta picaresca se transforma en una problemática global: el 'souvenir furtivo' que golpea la identidad y seguridad de las ciudades patrimoniales. ¿Qué pueden hacer los viajeros? En primer lugar, hacer una fotografía para el recuerdo, no hurtar. También pueden avisar a las autoridades si encuentran vacíos o tramos inseguros. Y concienciar a los otros viajeros si ven que otros lo hacen. Finalmente, utilizar el juicio y escoger souvenirs respetuosos: unos bombones de delicioso chocolate belga pueden ser más satisfactorios que una piedra arrancada.