Tal día como hoy del año 845, hace 1.177 años, se producía el primer ataque vikingo a París. Según las fuentes documentales, los hostes del líder vikingo Ragnar Lodbrok habían penetrado en el interior del reino de Francia, navegando por las aguas del río Sena, hasta alcanzar las puertas de París. En aquel ataque los vikingos consiguieron vencer la resistencia del ejército del rey carolingio Carlos el Calvo, y sometieron París a un devastador saqueo. Poco después, los vikingos se retirarían hasta sus puertos de origen, a la península de Escandinavia; y, durante los cincuenta años siguientes repetirían, de forma regular y constante, aquellas devastadoras campañas.
Según la leyenda, entre el 880 y el 885 se produjeron una serie de combates entre los vikingos y los carolingios en los meandros del río Sena (en la zona de Rouen) que amenazaban seriamente París y el reino carolingio de Francia. En aquel contexto de crisis, el rey Carlos el Gordo solicitó la ayuda de todos los barones de su reino, y Wifredo el Velloso (conde carolingio de Barcelona, de Osona, de Girona, de Urgell, de Cerdanya y del Conflent) acudió a la campaña con su propio hoste. También según la leyenda, en uno de aquellos enfrentamientos, Wifredo caería mortalmente herido; y el rey Carlos mojaría sus dedos con la sangre del conde catalán y dibujaría las cuatro barras.
La realidad, sin embargo, es muy diferente. Las fuentes documentales y la investigación historiográfica confirman que el conde Wifredo murió en sus dominios (897), muy probablemente en el Valle de Ora (en la actual comarca del Solsonès) combatiendo contra una avanzadilla del valí árabe de Lleida. La leyenda de las cuatro barras de sangre no aparecería documentada hasta el siglo XVI, en una crónica del escritor valenciano Pere Antoni Beuter. Pero, en cambio, la bandera cuatribarrada catalana —como señal de la casa Bellónida— ya está documentada en el siglo XI: la tumba de la condesa regente Ermesinda de Carcasona (1058), está policromada con las "barras de sangre".