Tal día como hoy del año 1524, hace 499 años, en Barcelona, moría Violant de Montcada i de Vilaragut, abadesa del monasterio de Pedralbes por elección canónica (de las religiosas de la comunidad monástica), que, durante su gobierno, había sufrido la hostilidad y la persecución de los reyes Juan II y Fernando II —de la estirpe Trastámara—. Los reyes la acusaban de tolerar la relajación de la comunidad y el abandono del voto de clausura de la regla de Santa Clara. Pero lo cierto era que, ya con anterioridad, las monjas de Pedralbes habían sido obligadas a romper aquel voto por el propio Juan II cuando, durante la Guerra Civil catalana (1462-1472), había convertido el monasterio en un cuartel militar.

Así pues, aquel conflicto venía por la composición sociológica e ideológica de la comunidad monástica. Pedralbes era, desde su fundación (1327), una comunidad de clarisas formada por hijas de la alta nobleza. Desde la muerte de Martín I, el último Bellónida en el trono de Barcelona (1410), la aristocracia catalanoaragonesa se había opuesto a los Trastámara, los preferidos de las clases mercantiles para convertirse en los nuevos inquilinos del Palacio Real. La elección de Fernando de Trastámara, que reinaría como Fernando I (Caspe, 1412), intensificaría aquella tensión hasta convertirse en un enfrentamiento abierto que está presente en todos los conflictos de la Catalunya del siglo XV.

La hostilidad de Juan II y de su hijo y sucesor, Fernando, contra la abadesa Violant se enmarca en el contexto represivo contra los "urgellistes", que presidió la vida política catalana del siglo XV. Violant era de la estirpe aristocrática catalana de los Montcada, que se había opuesto repetidamente a los Trastámara, y de la estirpe valenciana de los Vilaragut, con un pasado urgellista. Cuando murió la predecesora de Violant, Juan II, conocedor de las posibilidades de la Montcada, maniobró ante el pontificado para impedir su elección. Y más tarde, Fernando hizo lo propio para provocar su cese y sustitución por la prima del monarca, Teresa Enríquez (1506).

No obstante, Violant no se plegó a las maniobras de Fernando y se fue a Roma a defender la legitimidad de su cargo. A pesar del poder y la influencia de la monarquía hispánica sobre el pontificado, el papa Julio II (el mecenas del pintor Miguel Ángel) le dio la razón y recuperó su cargo. Hasta que en 1510, el rey Fernando, nuevamente, ordenó su destitución y sustitución por María de Aragón, hija ilegítima del monarca. Nuevamente, Violant se fue a Roma y reclamó sus derechos. Transcurridos cuatro años (1514), el nuevo pontífice León X le dio la razón y volvió a Barcelona para ejercer su cargo hasta su muerte (1524).