Tal día como hoy del año 1396, hace 623 años, moría en Foixà (Baix Empordà) el conde-rey Joan I, conocido como "el Descuidado", "el Cazador" o "el Amador de la Gentileza". Juan I murió, oficialmente, desnucado al caer del caballo en el transcurso de una cacería. Pero las extrañas circunstancias en que se produjo aquel accidente (Juan I era un experto jinete y un consumado cazador) rodearon aquella muerte de un paisaje de misterio y de sospechas. Juan I y su segunda esposa, la reina Violant de Bar (nieta del rey Juan II de Francia), se habían aproximado mucho a los intereses de la monarquía francesa; y este viraje político había provocado un fuerte malestar en las clases dominantes del país, tanto entre las oligarquías nobiliarias como entre las élites mercantiles.

Pero aquello que más marcó el reinado de Juan I fue el desorden provocado por la actitud dimisionaria del monarca. Juan I sería la antítesis de su padre y predecesor, el conde-rey Pedro III. Nunca mostró ningún interés por la gobernación de sus dominios y, durante su reinado (1387-1396) siempre priorizaría las actividades intelectuales y ociosas a las obligaciones políticas. Promovió una corte siempre llena de lujo y refinamientos y se manifestaría como un gran intelectual, acumulando conocimientos de bellas artes, música, literatura y astrología, disciplinas académicas que protegería especialmente. Por este motivo se le llamaría, también, "el Amador de la Gentileza". Otra de sus grandes aficiones sería la caza, y por este motivo recibiría también el apelativo del "Cazador".

Todos los grandes fenómenos que habían precedido su reinado (la Peste Negra de 1348 y las grandes crisis sistémicas posteriores a que anunciaban el fin de la Edad Media), le dejaron un paisaje general de inseguridad y de violencia que nunca supo gobernar. Por este motivo se le llamaría "el Descuidado". Durante su reinado se producirían varias asonadas locales contra la población judía radicada a sus dominios que culminarían con el gran pogromo de 1391 y la desaparición de la práctica totalidad de las juderías catalanas. Joan I, no solo nunca supo anticiparse; sino que tampoco fue capaz de dar una respuesta a la brutal explosión de violencia de 1391, y se desentendió totalmente de las obligaciones que tenía con la comunidad judía, tradicional aliada de la casa condal barcelonesa.