Tal día como hoy del año 1877, hace 144 años, el primer tren de la historia llegaba a Figueres y se aprovechaba aquel acontecimiento para inaugurar el edificio de la estación ferroviaria de la ciudad. Aquel trazado había sido promovido por la Compañía del Ferrocarril de Tarragona a Martorell y Barcelona (TMB) ―de capital exclusivamente catalán― que, dos años antes (1875), había absorbido la Compañía de los Caminos de Hierro de Barcelona a Figueres (CBF), concesionaria de la línea que tenía que unir la capital catalana con la frontera hispano-francesa de Portbou.

Tan sólo treinta y tres días más tarde (20 de enero de 1878) se inauguraría el tramo Figueres-Portbou, y se completaba el objetivo inicial: llevar el trazado ferroviario peninsular hasta la conexión con la red ferroviaria francesa y europea. No obstante, la diferencia del ancho de la vía (las vías peninsulares tenían un ancho de 1,668 metros y las vías continentales de 1,485 metros) impidió una conexión directa. Las estaciones de Portbou y de Cervera de la Marenda se tuvieron que dimensionar extraordinariamente para facilitar los transbordos ―en un sentido y otro― de pasajeros y de mercancías.

Aquella primera línea revolucionaría el paisaje social y económico de las comarcas de Girona. Algunas actividades tradicionales, como los hostales de caballerías, los arrieros, los albarderos o los herradores, entraron en crisis e iniciaron un inexorable proceso de transformación o de desaparición. Al mismo tiempo, los dos principales núcleos económicos y demográficos del territorio (Girona y Figueres) quedaban unidos en un trayecto que, inicialmente, se cubría en unas dos horas, pero que reducía a una cuarta parte el tiempo que invertían las tartanas y los carros de trajina para cubrir el mismo recorrido.