Tal día como hoy del año 1724, hace 293 años, moría en Madrid el rey Luis I de España, el segundo monarca de la dinastía borbónica en el trono hispánico. Con la prematura muerte del hijo primogénito de Felipe V, causada por la viruela, los Borbones veían seriamente amenazada la consolidación de la rama hispánica de la dinastía. En 1724, hacía escasamente nueve años que habían conseguido someter a sangre y fuego todos los dominios que habían heredado en el polémico testamento de Carlos II —el último Habsburgo—. Felipe V, afectado por una larga y grave enfermedad maniacodepresiva que le venía de la infancia, había abdicado en favor de su primogénito Luís.

Luis se había convertido en la auténtica esperanza de los borbónicos en París y en Madrid. Felipe hacía años que estaba literalmente incapacitado y Fernando —el segundo hijo y hermano pequeño de Luis— sufría la misma enfermedad mental que el padre. Poco después de ser coronado, enfermaría por la viruela y acabaría muriendo al cabo de siete meses y medio de haber accedido al trono. Con su prematura muerte, el Consejo de Castilla —el equivalente al actual Consejo de Ministros— presionó a Felipe V para que reanudara sus anteriores funciones pero sería en realidad su segunda mujer, la reina Isabel Farnese la que gobernaría los dominios borbónicos con un autoritarismo despótico todavía más acentuado.

La Farnese es una de las grandes desconocidas en la historia de la represión y el espolio borbónico de Catalunya. Mantuvo una postura intransigente en las negociaciones entre Viena y Madrid para la devolución del patrimonio confiscado a los exiliados catalanes austriacistas que puso en peligro el tratado de paz definitivo de 1724. Y durante su gobierno se incrementó exponencialmente la brutal represión lingüística, cultural y el espolio económico contra Catalunya. Como gobernante mantuvo una postura de desafío permanente con los Borbones franceses, que provocó, repetidamente, la ruptura de la alianza dinástica París-Madrid que sostenía a los Borbones hispánicos.