Tal día como hoy del año 1621, hace 399 años, moría en El Escorial (Castilla) Felipe III —de la casa Habsburgo—, rey de la monarquía hispánica. Doce años antes (9 de abril de 1609), había decretado la expulsión de la población morisca hispánica (la minoría islámica que había quedado dentro de los dominios cristianos durante la etapa denominada "reconquista"). Aquella medida se tradujo en una de las peores tragedias de la historia moderna hispánica. Fueron expulsadas más de 300.000 personas (el 5% de la población peninsular).

Los moriscos fueron obligados a abandonar sus casas y sus propiedades, y fueron conducidos a varios puertos del Mediterráneo con el propósito de embarcarlos hacia el norte de África. En el transcurso del trayecto hasta los puertos de embarque fueron brutalmente agredidos y asaltados por bandoleros cristianos. Durante la travesía marítima, los soldados hispánicos harían lo mismo, e incluso cometerían violaciones y asesinatos. Y a la llegada a los puertos africanos, fueron, también, asaltados y asesinados por bandoleros magrebíes.

En el País Valencià fueron expulsadas 100.000 personas, que representaban un tercio de los moriscos hispánicos y un tercio la población valenciana. Aquella medida significó una crisis humanitaria de dimensiones colosales, y también representó la ruina económica de las comarcas de interior y meridionales del país. Los moriscos valencianos no se habían adaptado a la sociedad cristiana, habían sido manipulados para aplastar la Revolución de las Germanías (1521), pero eran la mano de obra principal de los latifundistas.

En cambio, en Catalunya eran poco más 8.000, concentrados en los valles bajos del Segre y del Ebro, y representaban el 2% del conjunto de la población del país. En este caso —como en el de los moriscos aragoneses— estaban muy adaptados a la sociedad cristiana (hablaban el catalán como lengua habitual, o el aragonés en Aragón) y se vestían como sus vecinos. Los obispos de Lleida, Francesc Virgili, y de Tortosa, Pedro Manrique, falsificaron a propósito las listas de moriscos de sus diócesis para evitar su expulsión.

Felipe III murió oficialmente a causa de unas fiebres no diagnosticadas que habría contraído semanas antes en algún lugar de Portugal. Pero algunos historiadores sostienen que habría muerto a causa de una intoxicación, por la ingestión abusiva de alucinógenos que le habrían provocado una gangrena propia de la enfermedad denominada popularmente fiebre de San Antonio.