Tal día como hoy del año 1717, hace 304 años, el rey Felipe V —el primer Borbón hispánico— firmaba la orden de construcción de la Universidad de Cervera, que tenía que centralizar los estudios superiores en Catalunya. La orden de construcción de la Universidad de Cervera vino acompañada de la de cierre de las seis universidades catalanas: Lleida, Barcelona, Girona, Tarragona, Tortosa y Solsona. El año siguiente, en 1718, se iniciaron las obras de construcción del edificio, que no culminarían hasta 1740. Durante aquellas dos primeras décadas, las clases se impartieron en salas y habitaciones de casas particulares de la ciudad de Cervera.

La historiografía romántica catalana había relacionado la construcción de la Universidad de Cervera con el borbonismo de sus élites urbanas. Pero la investigación historiográfica reciente ha puesto de relieve que Cervera no fue más borbónica que cualquier otra ciudad del país. Lo que explicaría el cierre de las universidades catalanas y la apertura de una nueva que tenía que centralizar los estudios, sería el propósito del régimen borbónico de controlar y castellanizar la universidad catalana. Y su radicación en Cervera se explicaría por el hecho de que el año 1717 estaba sobre un cruce de caminos que comunicaban Lleida con Barcelona y con Girona, y Tortosa y Tarragona con Solsona.

La Universidad de Cervera estuvo en funcionamiento durante ciento veinticuatro años, hasta que en 1842 fue trasladada a Barcelona. No obstante, desde 1775 sufriría la competencia de las escuelas profesionales de la Casa de la Llotja, de Barcelona. Durante aquel siglo largo, la ciudad de Cervera vivió una etapa inédita de crecimiento demográfico y económico: duplicó la población y el año 1833 —cuando se creó la división provincial—, con casi seis mil habitantes, era el segundo núcleo demográfico de las comarcas de Lleida, sólo superada por la capital. Después de su cierre, los gobiernos liberales españoles destinarían el edificio a cuartel militar.